¿Con todas las cremas?

Foto: Anthony Huánuco
Foto: Anthony Huánuco

Características del Perú, las comidas callejeras acompañan cualquier concurrido evento que se realice en nuestra capital. Desde conciertos hasta los frecuentes partidos de fútbol entre equipos nacionales, el famoso “Mostrito” “Combinado” o un “Cuatro Colores” son los protagonistas de una fusión presente en nuestro valor gastronómico.

Por Anthony Huánuco

En las bulliciosas afueras del imponente Estadio Monumental U Marathon, donde la pasión por el fútbol se entrelaza con los aromas tentadores de la cocina peruana, se despliega un festín callejero que va más allá de la mera satisfacción del hambre. Antes de que ruede el balón, en la periferia del recinto deportivo, el color de las camisetas de los equipos no son los protagonistas sino los coloridos platillos que alimentan a los aficionados que llegan de diferentes zonas de la ciudad.

En medio de la algarabía por la presentación de Universitario de Deportes, el pequeño Mathias se preparaba para visitar por primera vez un estadio en su vida aunque el camino largo desde Comas hasta Ate, le generó un hambre que no podía controlar. “Mamá, quiero comer una hamburguesa”, le reclamaba el niño mientras jalaba a su madre a unos señores que freían estos pedazos de carne en una parrilla. Una pareja de enamorados le daban el pedido a este niño. “El primer pedido de muchos, amor”, le mencionaba la señora a su pareja con un representativo dejo que nos mostraba su procedencia. No es casualidad que se encuentren allí, Perú estos últimos años alberga más de un millón de personas venezolanas y en la búsqueda de oportunidades, encuentran en la venta de alimentos una vía por la cual irse.

La avenida Javier Prado Este cuadra 77, es testigo de cánticos y alegorías de un gran conglomerado de personas, los causantes de estas acciones son los hinchas de Universitario de Deportes. La razón es fácil de adivinar, el fútbol es uno de los eventos más consumidos a nivel mundial, Perú no es la excepción. Cada vez que se da un evento deportivo, las calles aledañas son abarrotadas tanto por aficionados como de pequeños restaurantes improvisados. Las vibrantes calles que rodean los estadios, donde el rugir de la multitud se entrelaza con los ecos de la pasión futbolística, se despliega un universo culinario tan diverso como los colores de los equipos en el campo.

El ambiente se adueña del lugar cuando el aroma embriagador de los woks de estos puestos colisiona con el sonido de las conversaciones apasionadas de los fanáticos. El “Aeropuerto”, una amalgama magistral de arroz chaufa y tallarín saltado, nacido en los chifas y llevado a las calles, es mostrado dentro de estos sartenes a la vista de todo el mundo. Las señoras con luminosidad preparan este suculento plato a los hambrientos hinchas vestidos con diferentes camisetas que colorean los asientos con las diferentes tonalidades de las prendas.

Los arroces chaufa, con sus granos dorados salteados en un wok humeante, se convierten en lienzos donde se pinta una paleta de sabores. Cada bocado es una pincelada que dibuja un cuadro de placer en el paladar, llevando a los aficionados a un viaje sensorial donde la fusión de ingredientes es una verdadera explosión de arte culinario. Es un ballet de olores y sonidos, donde cada platillo parece componer una melodía única que anticipa el evento deportivo. Las calles se impregnan de la sinfonía de los sartenes danzando sobre las llamas, creando un ambiente festivo que se mezcla con la energía palpable de los hinchas “merengues”.

La fusión peruana

La cocina peruana, conocida por su habilidad para mezclar ingredientes tradicionales con sabores internacionales, se manifiesta de manera excepcional en los lugares que se realizan eventos importantes. Desde conciertos hasta partidos de fútbol, esta fusión de especias exóticas, condimentos vibrantes y el énfasis en ingredientes frescos y locales son la esencia que impulsa la creación de platos únicos que son consumidos por las personas afuera de los eventos. Estos manjares se encuentran en las carretillas. La historia de la carretilla, esa pequeña fuente de delicias, ha sido documentada por el historiador Pablo Macera, quien la describe como “una comida de bajo costo, para un público que no podría ir a un restaurante de nivel”. La historiadora Rosario Olivas Weston añade que la comida callejera es “la comida del pueblo, la comida de todos”, tejiendo así una narrativa de inclusión y tradición gastronómica.

Dentro de estos puestos alrededor del Coloso de Ate tenemos muchas opciones para degustar como los chifas móviles que ofrecen arroz chaufa o los puestos de pollo broaster, se convierten en el epicentro de una experiencia gastronómica única. La fusión de sabores, la creatividad desbordante de los cocineros y la diversidad de platos hacen de este rincón culinario un espectáculo sensorial que seduce a los aficionados del equipo estudiantil antes y después de cada evento deportivo.

Los combinados populares

En este festín, el pollo broaster se presenta como el héroe crujiente que desafía las leyes de la textura. En el epicentro del sabor, cobra vida. La piel dorada y crujiente es a la vez un escudo que protege la jugosidad de la carne que yace en su interior. Es una contradicción deliciosa que despierta una oda al contraste en cada bocado. El pollo broaster se erige como el protagonista de una tragedia y comedia culinaria, donde la crispación y la ternura coexisten en un matrimonio de sabores inolvidables.

Pero este plato también sufrió una variación, la fusión peruana nos trajo el “Mostrito”. Es una creación genial de un carretillero peruano que fusiona dos gigantes culinarios: arroz chaufa y pollo broaster (o a la brasa). La mezcla de texturas, sabores y la contundencia de este plato no solo lo ha convertido en un éxito en las calles, sino que también ha conquistado la carta de muchas pollerías y chifas, para los carretilleros no es la excepción. Entre coloridos letreros de madera, por el ingreso a la Tribuna Norte del Estadio Monumental, encontramos a la brostería “Muñoz”, rodeada de hinchas “cremas” impacientes por comer e ingresar rápido al recinto, este platillo es el más pedido por los aficionados. “La venta es más buena antes de que comience el partido”, nos mencionaba la señora Muñoz, con el cabello recogido y un mandil a cuadros azul mientras despachaba los platos, adornados por los coloridos colores de las cremas, a todos sus clientes. “Si ganan o pierden da igual, la venta no es la misma por la hora” mencionaba su vecina. El dato no era menor, los partidos en este lugar terminaban muy tardes y los hinchas preferían irse rápido para evitar el tráfico que siempre se muestra cuando se dan eventos en este recinto.

La chanfainita, por otro lado, demuestra cómo una preparación a base de bofe y papa puede acompañarse de manera armoniosa con otros platillos. En estos puestos se creó una nueva presentación de este plato el “Combinado”, ya que ahora está acompañado del tallarín rojo y papa a la huancaína. En medio de la preparación del plato, se escucha entre las personas, “Seño, dame un Cuatro Colores”, la señora asiente con la cabeza. El “Cuatro Colores”, deriva de la misma preparación que el Combinado, pero a este se le añade “Ceviche”, una pequeña porción de los cuatro guisos, juntados en un plato representa cada “color” que se muestra en la bandeja. Los platos, más grandes que la propia voracidad del hambre, desafían cualquier límite razonable. En este teatro de la exageración gastronómica, los comensales se ven inmersos en una bacanal de sabores que parece no tener fin. Cada porción es una declaración de abundancia, un tributo a la generosidad que caracteriza.

La comida nacional se hace presente

La comida marina, siempre en el corazón de la culinaria peruana, también encuentra su lugar en los alrededores del estadio. En medio del infernal sol de la tarde, al frente del colegio Innova School de Ate, finalizando la Av. Punta Sal, como la conocida playa de Tumbes, se hace presente un plato que junta varios platillos oceánicos, el combinado marino de ceviche y chicharrón, un dúo ya popular, se eleva a nuevas alturas con la adición del arroz con mariscos. Este trío, una expresión de la devoción peruana por el arroz, crea una experiencia culinaria completa al unir texturas y temperaturas en un solo plato para los clientes frente al incesante clima que azota a Lima en esta temporada.

El anticucho, ese clásico nocturno que inunda el aire con su aroma a parrilla y especias, es un testimonio de la destreza de los parrilleros callejeros. Trozos suaves de corazón de res ensartados en palitos de caña, asados con maestría y acompañados de vísceras maceradas con comino, ají, ajos y vinagre, dan vida a esta delicia en la Calle Lolo Fernández en la entrada de la explanada de la Tribuna Oriente. Cada bocado es una sinfonía de sabores, una explosión de placer que se fusiona con la atmósfera vibrante de las calles cercanas al Monumental de Lima.

Entre los aficionados “merengues” que se agrupan alrededor de estos puestos, se establece una unión que se forja en el terreno de juego. La comida se convierte en el vínculo invisible que une a los seguidores de un equipo, creando una hermandad alimentada por el gusto compartido. Estos puestos se convierten en los emblemas que representan la camaradería, transformando cada encuentro en una celebración culinaria que trasciende las barreras del deporte.

Así, en las afueras del Estadio Monumental, donde la pasión por el fútbol se fusiona con la creatividad de la cocina peruana, los centros de comida popular se erigen como guardianes de una tradición gastronómica vibrante. En cada plato se teje una historia única, una narrativa que va más allá de la simple alimentación para convertirse en una experiencia sensorial que resuena en el corazón y el estómago de los aficionados. En estas calles, donde los aromas danzan con la emoción del fútbol, la comida callejera no es simplemente un acto de nutrición, sino una celebración de la identidad, la inventiva y el deleite que caracterizan a la cocina peruana.

El crepúsculo se cierne sobre el estadio, y los puestos de comida se convierten en faros luminosos que guían a los hambrientos hinchas de regreso a casa. Don Augusto, de más de 70 años, y Juan Carlos de 7 años recorren este camino luminoso acompañado de unos panes con pollo de gran proporción hacia su vivienda mientras observan a algunos aficionados alimentándose en estos puestos de comida. La experiencia culinaria, que inició como un preludio antes del partido, se convierte en un epílogo festivo que acompaña el regreso de personas como Augusto y Juan Carlos después de los noventa minutos de emociones en el campo.

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