Rugidos de medianoche

Foto: Carlos Alcalá
Foto: Carlos Alcalá

Olor a mar, gasolina y caucho quemado. Ruido de motores, llantas que derrapan, luces y colores. Así nos recibe la Costa Verde cada jueves en la noche. Invadida por casi un centenar de carros y motos, los conductores con delirios de Senna y Schumacher se retan a velocidad en los famosos piques ilegales.

Por Carlos Alcalá

Mientras el cielo oscuro es iluminado por la luna, las calles de Lima son pintadas de amarillo por la luz de los postes. Son las 10:00 p.m. de una noche de verano, una noche que apenas comienza para los aficionados de los autos. Cuando el Metropolitano ya no atiende y la Línea 1 del Metro de Lima está cerrada, bestias de metal con ruedas salen ansiosas de sus garajes en busca de acción. La primera parada es un Primax que se encuentra entre la calle Los Castaños y la avenida Javier Prado. En unas horas, se medirán unas contra otras para probar su valía.

Esta no es la única gasolinera que los corredores frecuentan. Antes, todos se juntaban frente al Country Club de San Isidro, pero tras las quejas de los vecinos se dinamitaron en distintos puntos cercanos. Dicho distrito es un punto céntrico para todos aquellos que vienen desde Magdalena, San Miguel y Surco para exhibir las mejores joyas de sus cocheras.

MODELO DE REVISTA

Un Mazda MX – 5 descapotado de color blanco con una línea negra en el medio es lo primero que llama la atención. Estacionarse en el grifo sin consumir no está permitido, pero ante las bellezas ahí mostradas los que atienden apenas atinan a ver.

De repente, el silencio interrumpe las conversaciones de los asistentes y, así como una soprano hipnotiza a todos con su voz en la ópera, un Chevrolet Camaro amarillo aparece y engatusa a los presentes con el rugir de su motor. Con líneas negras cual tigre salvaje, el carro avanza en la selva automotriz. Un carro de esos está valorizado en 63 000 dólares. Cuando se estaciona, las puertas se abren y del plaustro de 2000 caballos de fuerza salen el piloto y su acompañante.

Hacia ellos se acercan algunos conocidos que los saludan, pero alguien en particular camina hacia los conductores con sus botas negras de taco alto y delgado. Su cabello rizado color castaño claro contrasta con los lentes oscuros que lleva puestos. Haciendo “match” con el calzado, su vestido, que termina por sobre la rodilla, también es negro. Sobrepuesta como si fuera una capa, lleva una casaca de Ferrari. Aparte del color rojo y la estampa amarilla con el caballo negro, una casaca como esa puede llegar a costar más de 200 soles.

“Seguro está yendo a hablarle al tipo para que la lleve en su carro”, nos dice Diego, un corredor aficionado que llegó en un Volkswagen Passat del 2014 modificado. “Es lo que hacen. Las chicas vienen bien producidas para entrar a los carros”, agrega. La letra de Avenida Larco de Frágil no ha perdido vigencia. Acerca del Camaro nos comenta que la tuneada para convertirlo en la máquina vertiginosa capaz de ir a casi 300 km/h puede costar más de 3500 soles. A este gasto se le suman los entre 100 y 200 soles de gasolina que se van en cuestión de horas.

ESTO ES MIAMI

Llegada las 11:30, los grupos de WhatsApp por los que se comunican empiezan a llenarse de mensajes que indican que el momento ha llegado, es hora de ir hacia “Miami”. Cada uno sube a su auto y encienden los motores que braman, como si los carros se despidieran del lugar que fue por momentos una pasarela de máquinas.

Obviamente no estamos yendo a la ciudad del sol, pero, ¿por qué llaman así al lugar? “Es por las palmeras que están en la Costa Verde, como en Miami Beach”, nos dice Pelayo, quien más que un corredor, es un fotógrafo aficionado de las noches de autos a gran velocidad.

En solo 15 minutos llegamos al lugar. Un cartel azul del largo de las dos calzadas de la carretera nos recibe con un mensaje seco en letras blancas: “Inicio Callao”. Estamos en el límite entre San Miguel y La Perla. Al bajar del auto, la brisa marina invade los sentidos. El sonido de las olas reventando en la orilla hace que por un momento te sientas en Miami, pero la fantasía se acaba cuando te topas con las ya mencionadas palmeras de la Costa Verde. Troncos secos y chicos con 4 hojas caídas son las que la gente llama “las palmeras de Miami”.

Faltando cada vez menos para las 12, los coches empiezan a llegar. El desfile comienza y vemos carros nuevos arribar. Primero, un Subaru WRX azul se roba las miradas, hay más de 30 000 dólares invertidos en esta belleza. Poco después, llega un Toyota GR Supra color rojo, el lujo vale más de 67 000 dólares. Tras un rato, pasan las motos todas juntas cual bandada de aves que migran. Miami cada vez se parece más a Mónaco por la cantidad autos de alta gama que abarrotan el lugar.

Foto: Carlos Alcalá

ARRANCA MOTOR

Ya es la medianoche. Algunos carros ponen música en alto volumen mientras comentan los nuevos retoques que les han hecho. De repente, las miradas giran y la atención se pone en el BMW X6 gris que acaba de llegar. Es Patrick, el organizador y líder de la manada. Los carros toman posición y bloquean la calzada de la Costa Verde que va en dirección del Callao a Chorrillos sin importar que aún haya vehículos que quieran pasar. Para ellos primero está la diversión.

Listos para correr, suenan tres pitidos y los autos salen disparados. El recorrido de más de 800 metros va desde el límite entre Lima y el Callao hasta el puente peatonal Maranga. En casi 14 segundos, el primer carro llega victorioso. Todos los que esperan en la meta celebran como suya la victoria. Aunque esta carrera no tuvo apuesta entre los corredores, ganarle a tu compañero te levanta el ánimo, dicen los pilotos. Una segunda disputa está por comenzar y es entonces cuando las luces del serenazgo del distrito pintan el escenario de azul haciendo que todos se vayan.

Junto a la policía de la División de Intervenciones Especiales (DIE) van botando a cualquiera que quiera quedarse, no hay trato dócil con estos sujetos que alucinan ser Verstappen en Las Vegas. Pero como las emociones apenas empezaban, el plan era ir hacia el Primax de la Costa Verde. Ahí esperaban más serenazgos, pero apaciguados miraban como los carros llegaban y copaban el lugar. Minutos después se comunicaba la decisión, un grupo iba a armar una juerga en el extremo de Chorrillos y otro iba a hacer derrapes en la explanada. Con este segundo lugar más cerca, algunos decidimos ir a probar.

HUMO Y MÚSICA

“¡La tranquera está abierta!”, comenta Fernando, piloto de un Suzuki Swift plateado al que le quitó unos tubos para que sonara como un trueno de esos que solo se escuchan en las noches lluviosas de nuestra selva. “La explanada” es como llaman a los estacionamientos de la Costa Verde que quedan bajando unas escaleras desde el skatepark de San Miguel en la avenida Bertolotto. Apenas entramos, la oscuridad del lugar no deja ver nada, pero al girar un poco para entrar brillan a lo lejos unas letras en una camioneta: “POLICÍA”. Momento de irse, Chorrillos espera.

Llegamos y son la 1:30 de la madrugada. Queda más de una hora antes de que todo termine. Mototaxis se han unido en nuestra ausencia, un imponente camión de Dakar también está estacionado y, para la sorpresa de todos, hay hasta un bus interprovincial. Otros carros hacen derrapes, el tecno está a todo volumen y la policía pasa de largo ahora. Veloz como los carros es el tiempo, ahora son las 3:00 de la madrugada. Entre un Lotus Elise rojo y un Ford Mustang del mismo color, nuestro carro se va, todos se van.

ES ILEGAL ¿Y?

Esta semana no hubo tantas carreras, dicen que la próxima tal vez sea mejor. La gente se queja de que ahora hubo demasiada policía, como nunca. Le echan la culpa de esto a un accidente que hubo el viernes pasado en los piques que se organizan en Canta, Callao. Sí, la Costa Verde no es el único lugar donde se corre. Los jueves son el segundo día de la semana en que todos se reúnen para hacer gala de su velocidad al volante, el primer día de carreras es el miércoles en Miota, San Juan de Miraflores.

En dicho accidente del viernes 12 de enero, un peatón que cruzaba la pista fue atropellado por uno de los autos que atravesaba el carril a gran velocidad. El chico murió en el acto. “La culpa fue de él por cruzar. Había puente peatonal ahí nomas”, dice uno de los que nos acompañan. Por su cabeza no pasa la idea de que la falta está en quienes, fuera del margen de la ley, siguen poniendo en riesgo su vida y la de ajenos con sus acciones.

“Hacemos los piques ilegales porque la Chutana solo abre de día”, nos dice Fernando. La Chutana, en San Bartolo, es el autódromo más importante del país. Inaugurado en 2010, en dicho lugar se organizan campeonatos de piques, drifting (derrapes) y autocross bajo el amparo de la ley. “Esto es ilegal, pero divierte”, comenta Diego. No importan las nulas medidas de seguridad o la multa de 1104 soles, solo quieren adrenalina. Intentar razonar sería ilógico, en estos pilotos las emociones pueden más.

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