Lucho Quequezana: “La música peruana no es estática, evoluciona”

Entre guitarras ayacuchanas y arpas decoradas con cintillos de colores, el reconocido músico Lucho Quequezana nos recibe para conversar, por el Día de la Canción Andina, sobre la influencia, aceptación y fusión de un género que nos acompaña desde tiempos antiguos y que va cobrando cada vez más fuerza.

Por: Melannie Gustavson y equipo Nexos

Vientos ancestrales se apoderan efímeramente de la caña del siku mientras produce delicadas armonías. Conocido también como zampoña, inicia el cortejo para luego darle paso a sus demás compañeros, entre ellos la quena. En sus inicios, el misticismo característico de estos instrumentos andinos inundaba rituales y ceremonias religiosas. Hoy, sus ritmos hipnóticos y sentimentales continúan siendo símbolos de celebración que han traspasado nuestras fronteras y crean nuevas expresiones culturales a través de la fusión. 

Es por ello que, por el Día de la Canción Andina, conversamos con uno de los exponentes contemporáneos más insignes de nuestro país en cuanto a este género, Lucho Quequezana. Junto al compositor y multiinstrumentista desarmamos el gran rompecabezas que implica esta trascendental manifestación artística para los peruanos.

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Has llevado las canciones andinas de paseo por el mundo. Luego de este recorrido, ¿cómo definirías  este tipo de música peruana?

Somos una especie de sabores andinos que tienen una serie de influencias de distintas culturas que han pasado por su historia. Nuestra raíz ha sido nutrida gracias a los instrumentos que trajeron los españoles. Con ellos viene África y traen consigo las percusiones. Pero dentro de todo, nuestras melodías del antiguo Perú son las que nos caracterizan y hacen un diferencial.

Nos distingue y nos une a la misma vez.

Claro. Va más allá de la música, la comida, los textiles, la estética. Es parte de nuestro ADN y eso es lo que hemos logrado en los últimos años: poder identificarnos con todo lo que somos.

Sin embargo, aún hay personas que la rechazan, ¿por qué crees que se da esto?

En los años ochenta no había esta visión de país en su conjunto que hoy cala más. En esa época estaba el fenómeno de las migraciones, que fue fuertísimo e implicaba una oportunidad para todas las personas que venían de provincia. Para un sector de Lima esto significaba invasión. Lamentablemente, todavía quedan algunos rezagos de este pensamiento, pero no es lo que era en esos tiempos.

¿Y se sigue creyendo que solamente abarca lo folklórico?

La música andina posee diversas influencias sonoras e instrumentales. Sin embargo, lo crucial radica en cómo se interpreta. Al escuchar a Manuelcha Prado o García Zárate con la guitarra ayacuchana, se aprecia su increíble habilidad. Aunque la guitarra no es originaria de Ayacucho, sino de España, se trata de la forma de tocarla, el estilo y la personalidad que se le impregna a su sonido que la diferencia. Entonces, encasillar a la música andina en un instrumento o ritmo específico es una visión limitada que no reconoce las nuevas expresiones musicales que están surgiendo.

Es así que ahora se puede ver la influencia del reguetón o del trap.

Sí y no está mal que unos chicos de pronto rapeen en quechua porque es el idioma que hablan en su casa. Entonces creo que verlo de esa manera alimenta esta mirada de que la música peruana no es estática, evoluciona.

¿Estos géneros que son más populares y comerciales ponen en peligro la preservación de la música andina?

Afortunadamente hay personas dedicadas a preservar las tradiciones originarias de distintas culturas y comunidades. Esto es maravilloso porque permite conocer nuestras raíces. Pero si unos jóvenes desean hacer hip hop y fusionarlo con instrumentos tradicionales y lírica quechua, y alcanzan el éxito, es aún mejor. No debemos limitar nuestra percepción de la música según géneros o su procedencia. Hay que entender que el desarrollo constante y la capacidad de absorber influencias externas son esenciales en el arte y la música.

Las canciones de este tipo transmiten muchas sensaciones. Se emplean varios instrumentos y muchas veces no hay voces. ¿Cómo captar la atención sin este elemento?

Siempre he creído, y lo he confirmado, que no es que a la gente no le guste la música instrumental, sino que no ha tenido la oportunidad de escucharla. Existe un prejuicio arraigado cuando se menciona a esta, como si se tratara de melodías de ascensor o supermercado (ríe). Pero cuando asistes a un concierto y experimentas la energía en vivo, te das cuenta de que se está narrando algo. Su hermosura se remonta a la música clásica; puedes crear tu propio guion en la mente y construir un relato personal a partir de sus melodías.

¿Se puede decir que hay un instrumento nativo que es el más representativo? 

Resulta difícil. Por ejemplo, el charango se ha utilizado de diferentes formas a lo largo de las décadas, así como en el caso de las zampoñas y las quenas. Incluso las bandas de música andina ya no pueden concebirse sin la presencia de una batería, un cambio que tuvo lugar en los años noventa. El hecho de que yo toque la zampoña no me convierte en una persona más peruana que aquel que no la toca. En este momento, no deberíamos buscar uno que represente a todos y nos identifique de manera unívoca.

A nivel internacional, ¿ alguno llama más la atención?

El cajón peruano se encuentra presente en cualquier parte del mundo. Incluso los bateristas profesionales lo utilizan como su segundo instrumento debido a su fácil transporte. Si hay un ensayo en una sala y no llevan la batería, simplemente marcan el ritmo con este.

Como uno de los mayores representantes actuales del abanico de posibilidades que ofrece este tipo de música, ¿cuál fue el mayor reto que has tenido que enfrentar?

El éxito que he alcanzado ha sido el resultado de mucho trabajo. No fue que comencé a tocar y de repente ya estaba actuando en Europa. El desafío más importante ha sido aquí, en mi país: luchar para poder dedicarme a la música. Sin embargo, una vez que me sumergí por completo en este mundo y comencé a trabajar arduamente, viajar al extranjero se convirtió en una consecuencia de ese esfuerzo.

¿Tuviste alguna dificultad a la hora de exponer tu música afuera?

Lo curioso es que, cuando salí, tuve una ventaja. Todos me decían, al principio, que si no cantas no existes, pero resultó ser lo contrario. Dado que mi música es instrumental, pude ir a las zonas de Europa donde no se habla español y también llegué a Asia. Todo funcionó  de maravilla. Por ejemplo, cuando estuve en Seúl no tenía que cantar en mi idioma porque nadie lo hablaba, entonces mis canciones podían narrar historias por sí mismas.

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