Después de meses de una confrontación visceral que sacó lo peor de muchos peruanos, el clima postelecciones reclama un alto al fuego y busca, a su vez, una oportunidad para pensar en la posibilidad de reconciliación de un país fragmentado.
Por: Ariana Gaillour y Mathías Panizo
¿Cómo empezar a enmendar la fractura social que deja este proceso electoral? ¿Qué es lo que sigue después del terruqueo, el rencor, las expresiones despectivas, el racismo y, por sobre todo, el gran desprecio manifestado hacia “el otro Perú”? En algún momento dejamos de compartir territorio, gastronomía, maravillas mundiales e incluso el fútbol para convertirnos, simplemente, en zona de guerra. Si bien algunos miraban con ilusión el 7 de junio, deseosos de tener respuesta para alguna de estas preguntas y dejar, por fin, a la política fuera de las conversaciones diarias, hoy sabemos que el clima polarizado llegó para quedarse. En esta oportunidad, Nexos conversó con diferentes especialistas sobre la posibilidad de reconciliación entre peruanos y lo que esta implicaría.
“El Perú dividido es una vieja historia, una que no empieza con estas elecciones”, señala Jaime Bailón, investigador y docente de la Universidad de Lima, quien asegura que nuestro país no ha cambiado de fórmula para afrontar escenarios electorales desde hace 30 años. “Lamentablemente, la política en el Perú siempre ha sido el arte de caminar entre cadáveres y se ha enfocado en destruir al enemigo, incluso a costa de enfrentamientos como los que vemos hoy en día”, agrega.
Por su parte, Alexandra Ames, politóloga y Jefa del Observatorio de la Escuela de Gestión Pública de la Universidad del Pacífico, encuentra que en esta elección nos enfrentamos a un escenario más complejo, agravado por la poca disposición de ambos partidos por aceptar los resultados. “Estamos en un problema que en tiempos normales tendía a calmarse después de las elecciones, pero esta ha sido tan dura y visceral que se ha escapado de las manos de ambos bandos. En este contexto, es importante contar con voces sensatas, desde un centro, que puedan promover el equilibrio de estas dos fuerzas que se encuentran en extremos”, señala.
“Yo creo que, en este país, lo que no hemos hecho es aprender a convivir”, menciona Mauricio Saravia, psicólogo social y analista político. “No hemos tenido un proceso de desarrollo de la nación peruana que nos permita entender nuestras diferencias y, a partir de esas diferencias, generar espacios de comunión”, argumenta.
Heridas profundas
En las últimas ocho semanas la narrativa confrontacional en redes tuvo un enfoque particular, con una línea divisoria claramente marcada y los roles enemigos delimitados. Si bien la discusión pudo estar camuflada detrás de un respaldo a Keiko Fujimori o Pedro Castillo, lo cierto es que en algún momento se trató una confrontación de clases: el sector privilegiado que busca proteger el modelo económico versus el sector rural que quiere un cambio radical, pues aquella bonanza económica que prometía el modelo señalado no los había beneficiado.
“Las heridas son preexistentes y datan de siglos atrás. Al final, considero que el origen de todo no son las diferencias existentes entre Lima y las regiones centro y sur del país. Este es un conflicto entre el Perú formal e informal. Uno que es reconocido por el Estado y otro que es ignorado”, explica Bailón.
Igualmente, resalta que la polarización, en esta oportunidad, se ha cobrado de algunos símbolos de peruanidad que en épocas normales eran motivo para portar, orgullosos, el título de país pluricultural y de fusiones. “Es predecible que en tiempos de tensión las personas estén enardecidas y se expresen penosamente de aquello que rechazan. Hoy tenemos personas que dicen que no volverán a hacer turismo a Cusco, otros que aplauden nuestras derrotas deportivas, dejándonos con un deterioro de las pocas cosas que nos representaban como un conjunto” señala Bailón. Sin embargo, considera que estos sentimientos se pueden disipar a la larga, si es que el clima de incertidumbre no se prolonga más de lo percibido.
Por su parte, Ames considera que parte de las heridas con las que cargamos los peruanos son producto de la constante decepción que ha resultado ser la clase política en los últimos años, generando una desconfianza mayúscula en sus élites. “En un contexto como este, la sociedad civil debe jugar un rol crucial para promover esta construcción de consensos y reconocer las instituciones con las que puede trabajar para subsanar el daño ocasionado”, indica.
Para Saravia, el panorama se plantea más apocalíptico. Considera que para que ambas partes revienten su burbuja ideológica, es necesario el enfrentamiento. “No creo que la reconciliación se alcance para evitar el conflicto. Creo que el conflicto va a ser necesario (…), inminente para poder alcanzar la reconciliación”, menciona.
La comunicación y la paz
Por definición, la comunicación es facilitadora de diálogo e intercambio entre personas. Sin embargo, durante este periodo hemos visto a los medios dinamitar su ya debilitada credibilidad, por lo que resulta importante preguntarse el rol que pueden asumir en los siguientes días. ¿Será uno que alimente el incendio o buscará finalmente llevar mensajes de conciliación?
Para Jaime Bailón, hace falta que los medios se “quiten la careta” y dejen de pintarnos una sociedad en la que no vivimos. “Hace poco tuvimos una noticia en la que reportaban que la población de jóvenes NINIs (ni estudia ni trabaja) había llegado a superar el millón y medio de personas. Una cifra escandalosa que nos mostraría que el modelo le ha fallado a demasiados compatriotas y que deja en evidencia el desarrollo cosmético que le dan los medios actualmente a la noticia. Solo exponiendo la realidad como es podríamos explicarnos tantas cosas. Y el hecho de entender será fundamental para los días que vengan”, explica.
“Los medios masivos decidieron hipotecarse y lo decidieron conscientemente. Están perdiendo el único activo que un medio puede tener, [que] es la credibilidad”, apunta Saravia. “Ha sido una desgracia y una vergüenza ajena. Y de eso no se sale”, resalta.
Por otro lado, las redes sociales han jugado un papel bastante nocivo durante estas semanas. Estas, como lo analiza Saravia, han permitido que “nos encerremos en nuestra propia manera de ver las cosas” y defendamos ese punto de vista “con uñas y dientes”. El resultado de este comportamiento es la imposibilidad de encontrar puntos medios. “Cuando tengo que sentarme a negociar, es como un divorcio”, interpreta el psicólogo.
Sin embargo, Ames ve la parte positiva y asegura que, además de ser gatilladoras de una ciudadanía más activa, se convierten en una herramienta esencial para la prensa comprometida con los valores de la profesión. “Las redes sociales han permitido que líderes de opinión y periodistas serios también puedan dar su voz, su opinión y llamar a la calma desde estas trincheras que hoy conectan, sobre todo, con los jóvenes”, señala.
Esperanza de reconciliación
Si de algo podemos estar seguros, es que la reconciliación entre peruanos no será tarea fácil y tampoco se dará en el corto plazo. Sobre todo si esta comprende grietas tan profundas en nuestro aparato social, como afirma Jaime Bailón. “Más que mensajes y promesas efímeras, lo que necesitamos es que verdaderamente exista alguien que acorte las brechas de desigualdad y garantice condiciones mínimas para el sector mayoritario del país. Sin eso, siempre arriesgamos la aparición de candidatos cada vez más radicales y no tendremos posibilidad de reencuentro”, advierte.
Por su parte, Mauricio Saravia comenta que “necesitamos un proceso de mejor comprensión de los gatilladores de las fuerzas sociales hoy día en el Perú. Más allá de defensas de discurso, no estamos entendiendo bien qué es lo que está movilizando a la gente y qué está detrás de cada demanda que la gente tiene”.
Por otro lado, Alexandra Ames apunta que la reconciliación parte de entender por qué el otro ha votado diferente y qué hemos hecho mal para llegar a este punto. “Acá hará falta no solo buenos perdedores, sino buenos ganadores que sepan reconocer el liderazgo de la segunda fuerza”, señala. Además, reitera que es necesario trabajar en un consenso con puntos mínimos y concretos, a diferencia de lo sucedido con el Acuerdo Nacional, firmado el 2002, donde se unió a la sociedad civil con un objetivo muy importante, pero con acuerdos muy gaseosos que no permitieron crear una hoja de ruta específica.
“Vamos a tener días y semanas muy duras. Creo que no tenemos que estancarnos en lo que pueda suceder en el corto plazo, sino ver que quizás esta convulsión que vamos a vivir puede ser una oportunidad también para reflexionar en la necesidad de ver en qué fallamos y hacia dónde ir”, finaliza Ames.