Lo que la tinta cuenta en la piel

[Foto: Adobe Firefly / Cynthia Carmen]

Una fecha, una frase, una mariposa o un retrato de alguien que ya no está. En la clavícula, en el brazo o en las muñecas. Los tatuajes se han vuelto más que marcas: son relatos vivos, cargados de memoria, elegidos y llevados con orgullo.

Por Cynthia Carmen y Matias Illescas

Alguna vez fueron mal vistos, estigmatizados e incluso rechazados. Ahora, los tatuajes los llevan oficinistas, policías, estudiantes y hasta autoridades de gobierno. La tinta, antes asociada a lo marginal, se ha convertido en parte de la identidad de quienes la portan. Durante décadas, en distintas partes del mundo, los tatuajes fueron señalados como símbolo de rebeldía, desobediencia o incluso criminalidad. Sin embargo, en otras culturas, sobre todo las ancestrales, siempre fueron más que marcas en la piel: eran rituales, gestos espirituales o símbolos de pertenencia.

Con la globalización, esas fronteras simbólicas se han ido diluyendo. Este arte se ha convertido en una forma de expresión personal que trasciende idiomas, geografías y prejuicios. Su estilo y significado varían según quién lo lleve, pero siempre dice algo. Hoy, tatuarse es un acto íntimo. Un gesto que puede hablar de amor, pérdida, orgullo, historia o simplemente de estética. ¿Cómo ha cambiado la percepción social de los tatuajes a lo largo del tiempo? ¿Y cómo se convirtieron en una forma legítima de narrar quiénes somos?

Tinta con historia

Ötzi, El Hombre de Hielo, es una de las momias más famosas de Europa debido a que es la evidencia más antigua de la existencia de los tatuajes. En 1991, unos excursionistas alemanes la encontraron en Los Alpes, y se asume que la preservación de su cuerpo y sus tatuajes se debe a las temperaturas bajísimas por el hielo.

En un inicio, debido a las ubicaciones de estos grabados, se asoció con que se debieron a alguna clase de tratamiento para el dolor. No obstante, otros tatuajes geométricos en el pecho hicieron que se evalúe la posibilidad de un origen ceremonial o religioso en el Neolítico.

En los Andes, las culturas precolombinas dejaron tatuajes en sus momias. No eran simple decoración: eran marcas de identidad, de rol social o espiritualidad. Mucho antes de convertirse en una moda o en un acto de rebeldía, esta práctica fue un lenguaje silencioso. Una manera de contar quiénes somos sin decir ni una palabra.

Saúl Rojas, tatuador profesional de Stefano’s Tattoo, nos cuenta cómo son los pedidos más comunes de quienes confían en su trabajo y su máquina de tatuar. “Muchos apuntan a rendirle tributo a sus seres queridos. A sus hijos, padres u otros familiares. Para muchos de ellos es representar el respeto que les tienen a través del arte en la piel”, comentó Saúl.

A su vez, destacó que no todos los trazos en el cuerpo tienen necesariamente un significado ligado a la identidad. “Llevamos en la piel detalles que son importantes para nosotros, ya sea para resaltar algo personal, recordar, rendir homenaje o simplemente adornar el cuerpo; eso también es igual de válido”, señaló el tatuador.

Más allá del trazo

Un símbolo de infinito, una rosa o el rostro de un león. Son algunos de los tatuajes más comunes, y a simple vista, parecen predecibles. Muchas veces tendemos a atribuir significados universales: eternidad, cariño o valentía. Detrás de cada trazo, podemos encontrar una historia íntima porque, aunque compartan formas, no siempre reparten sentido. La piel se transforma en un mapa del ser, cada símbolo es leído a la perfección únicamente por quién lo lleva. 

Acerca de ello, José García Contto, docente de semiótica en la Universidad de Lima, nos explica sobre los factores que confluyen a la hora de interpretar los tatuajes. “Los significados son individuales, pero las interpretaciones pueden ser colectivas. Factores como la cultura influyen directamente en cómo interpretamos estos”, destacó García. 

Apoyándonos en la semiótica, el experto señaló que no podemos interpretar los tatuajes como signos en el sentido estricto del término. “Los tatuajes son más bien un lenguaje, ya que combinan estilos, colores y ubicaciones para expresar. Además, su sentido cambia según el contexto, el cuerpo y la mirada del otro, que influye en cómo se interpreta”, sostuvo el docente.

Este concepto también se refleja en el día a día de los tatuadores, quienes no solo trazan imágenes sobre la piel, sino que traducen recuerdos, pensamientos o emociones en símbolos visuales. Cada tatuaje es una construcción conjunta entre quien lo lleva y quien lo realiza. “Cuando vamos a hacer un diseño, debemos prestar atención a lo que la persona quiere expresar. Conversamos, e incluso entrevistamos al cliente antes de tatuar. Necesitamos que se explaye para poder aportar con sugerencias y hacerlo lo más tatuable posible”, explicó Saúl, por su parte.

Un estigma difícil de borrar

Si bien los tatuajes ahora son mucho más comunes en oficinas, parlamentos y ambientes más “formales”, en algunos casos todavía se asocian con aspectos negativos. Existen varios prejuicios que los vinculan a la rebeldía o incluso a la criminalidad. Aunque cada vez más personas los utilizan como una forma de expresión legítima, todavía hay quienes los miran con desconfianza. 

“Hay muchas personas, increíblemente en esta época, que todavía no entienden muy bien de qué se trata el arte del tatuaje y tienden a discriminar. (…) Es triste, pero es algo que es real, sucede, mucha gente no entiende todavía que los tatuajes son un medio de expresión, son una disciplina artística, un medio de vida para muchos”, comentó Rojas.

En ese sentido, los prejuicios suelen venir también por el diseño de los dibujos. Los más pequeños o considerados “inofensivos” suelen ser aceptados con mayor facilidad, mientras que los más visibles o con estilos más agresivos continúan generando rechazo. Esta percepción influye incluso en el ámbito laboral. Muchos de los empleadores evalúan la cantidad, ubicación o el tipo de tatuajes al momento de contratar y, en algunos casos, este factor puede determinar si una persona accede o no a un puesto de trabajo.

Sin embargo, más allá de los significados con los que suelen asociarse, los tatuajes tienen un valor mucho más profundo para muchas personas. “Son un medio por el cual nos expresamos y llevamos en la piel cosas que son importantes para nosotros, ya sea para destacarnos, para recordar, rendir tributo o simplemente para adornar el cuerpo, porque eso también es válido”, sostuvo finalmente Saúl.

Aunque los tatuajes se han integrado con mayor naturalidad en distintos espacios, todavía persisten ciertos estigmas, especialmente en contextos laborales o más conservadores. La percepción sobre ellos ha cambiado, pero no de forma uniforme. Entre el reconocimiento artístico y la desconfianza aún latente, el tatuaje sigue generando preguntas sobre la identidad, apariencia y aceptación social. 

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