Luego de 488 cumpleaños de la ciudad, nos preguntamos dónde está aquella identidad que caracteriza al limeño. Conversamos con Julio César Mateus, investigador en Comunicación, Educación y Cultura, y docente de la Universidad de Lima para analizar la existencia o no de una autoidentificación con la Ciudad de los Reyes.
Por: Stephano Jiménez y Valeria Quevedo
Han pasado casi cinco siglos desde el primer 18 de enero, aquella fecha en la que un conquistador conocido en nuestro libros de historia, de nombre Francisco Pizarro, fundó Lima. La conmemoración de una fecha tan importante para la capital del país debería celebrarse a lo grande; sin embargo, ¿realmente los limeños sacan pecho y disfrutan con orgullo los aniversarios de su ciudad? Acudimos a Julio César Mateus, investigador en Comunicación, Educación y Cultura, y docente de la Universidad de Lima para descubrir las razones ligadas al escaso sentido de pertenencia que deja en el olvido este día marcado en el calendario.
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Luego de varios aniversarios de la capital, ¿crees que los limeños poseen autoidentificación con Lima?
Puede ser que se active ese sentido cuando estamos fuera de Lima, porque la ciudad está conformada por varias poblaciones producto de las migraciones de los años 60, 70 o incluso por las migraciones internacionales más recientes. Como megalópolis es una suma de diversas identidades y pertenencias. Eso se puede evidenciar con ciertos elementos determinados, como el turrón o el Señor de los Milagros. Pero no estoy tan seguro de que sea una activación permanente con la que la gente se autoidentifique.
¿Cómo crees que se podría definir a un limeño?
No hay un limeño en sí. No existe un estereotipo de limeño. Hay el que hemos aprendido, el que canta música criolla, el que canta las jaranas, va a la procesión del Señor de los Milagros, come turrón y eventualmente es hincha de Alianza Lima o de Universitario: cuestiones típicas básicamente. Pero más allá de la tipicidad no encontraría un sentido de pertenencia.
Entonces, ¿qué abarcaría un supuesto sentido de pertenencia?
Normalmente lo que lo señala son los lugares públicos, pero ¿cuales son los lugares a los que vamos todos los limeños? En realidad ninguno. Sin embargo, hay vecinos que se quejan de las personas que vienen de otros distritos a sus espacios, y eso da la sensación de que Lima es una ciudad producto de pequeños guetos o ciudades.
¿Puede decirse que Lima es una ciudad con esencia?
Sí, porque donde hay personas, hay esencia. El punto está en pensarlo en plural, ver cuáles son las esencias de Lima: la esencia común de la ciudad colonial, las edificaciones del Centro de Lima, la Lima moderna o la Lima emprendedora. Las tipologías que han dado los sociólogos, economistas o antropólogos pueden jugar un rol, pero dudo de que haya una única esencia con la que todos, en conjunto, nos comprometemos.
El aniversario de Lima no es tan representativo como lo son las fiestas en otras provincias. ¿Cuál crees que es la razón de esta diferenciación?
Diría que el centralismo. Las brechas y las asimetrías en la forma cómo se ha desarrollado el país en sus 200 años de independencia tienen un papel con el hecho de que Lima sea una ciudad de ciudades. Ese compromiso que tienen los limeños con ella aún falta por trabajar; sin embargo, el querer privatizar todo los espacios públicos posibles quita la identidad que necesitamos.
¿Puede decirse que los limeños conocen y valoran su diversidad cultural?
Definitivamente, no. Parte de nuestra paquetería o conservadurismo tiene que ver con la esencia que quizá hemos leído en libros, pero que no necesariamente reconocemos ahora. Hoy la Lima multicultural, la Lima migrante, la Lima diversa es algo que fastidia a muchas personas.
Hay desventajas y ventajas en esa variedad que nos caracteriza…
La multiplicidad en general es una grandísima ventaja porque permite la fusión de culturas que da como resultado la diversidad de comidas, idiomas, sabores, olores, colores. Sin embargo, esta variedad está muy mal explotada. Me da la sensación de que rehuimos a esa pluriculturalidad y preferimos una estandarización de un tipo de limeño que no existe.
Muchos consideran la ciudad como una de paso. ¿Por qué?
Si hablamos de turistas, Lima es, por el centralismo, la ciudad de parada obligatoria porque el aeropuerto internacional está aquí. Si no existiera uno, habría que preguntarse cuántos de los visitantes pasarían por Lima. El hecho está en que muchos de ellos duermen aquí y al día siguiente salen para Cusco, Arequipa, Piura o a la selva, y eso es porque la narrativa sobre lo que es el Perú, más allá del Centro de Lima, no le da demasiado brillo a la capital.
Entonces, ¿la falta de una identidad puede afectar la visita de turistas a nuestra capital?
Sí, claro. No hemos desarrollado una marca de la ciudad. No me refiero específicamente a un logotipo frívolo, sino a un ejercicio de articulación, de organización. No hemos puesto en común lo que sentimos los limeños sobre Lima. Esta idea de privatizar todo da la sensación contraria al espíritu de lo que debería ser una ciudad unida. Todavía falta eso por trabajar; pensar en estrategias y hacer una Lima para todos.
¿Qué podemos hacer nosotros los limeños para sentirnos más identificados con nuestra cultura?
Sería importantísimo que nos desplacemos por todas las “Limas”, que recorramos espacios que no hemos conocido antes. Siempre se puede descubrir y mirar con otros ojos las construcciones, iglesias, calles, plazas o cuestiones de las que no teníamos noticia. Nos falta identificarnos con este espacio porque conocemos parte de nuestro distrito, mas no la ciudad en la que vivimos. Tenemos que meternos y explorar cada rincón de nuestra capital.
¿Qué significa Lima?
Lima es como el Perú: un proyecto eterno que aparentemente no tiene una misión y una visión, y que se tambalea pero sobrevive con una alegría y ánimos por querer vivir bien.