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¿Feliz Navidad para todos?: Cuando celebrar se vuelve una obligación

Llega diciembre y, conforme avanza el calendario, el espíritu festivo se hace más presente en los corazones de millones de peruanos. En un contexto en donde el amor y la unidad reinan, la apatía aparece en un mes cargado de tradiciones y eventos sociales

Por: Julio Andía

Al ritmo de “Jingle Bells”, la Navidad empieza a sentirse cada vez más en el aire. Sin embargo, mientras las figuras de Papá Noel y las luces decorativas se apoderan de las calles de Lima, hay un pequeño grupo de personas que no esperan este festejo con la misma ilusión.

En medio de reuniones familiares y la obligación de siempre estar alegres, aquellos “Grinchs” huyen de cualquier celebración y solo esperan que esta agobiante época del año llegue a su final.

“No me gustan las expectativas que se generan en torno a que todos deben estar felices y dispuestos a perdonar. Aunque entiendo que es una fecha en la que se busca la unión, a veces esto implica reencuentros con personas con las que no disfrutas pasar tiempo. El 25 de diciembre pasa de todo menos felicidad”, cuenta una alumna de la Universidad de Lima.

Atrapados en una noche donde el pavo y el chocolate caliente se comparten a partes iguales, la presión social que se genera hace muy difícil resistirse a estas tradiciones. ¿El mayor temor? Ser catalogado como “malhumorado” o “gruñón” podrían llevar a la exclusión.

La presión social como regalo navideño

Entre obligaciones y compromisos, la razón por la cual las personas se terminan sumando a esta ola festiva se debe a “la conformidad”, según explica Galia Cochella, psicóloga clínica y psicoterapeuta.

“Puede ser que muchas personas no estén de acuerdo con la Navidad o con su significado, pero finalmente se suman a las fiestas debido a que el resto lo hace y se sienten presionados a tener que seguir este tipo de conductas. Se genera una presión que te obliga a sumarte a esta campaña y se crea la obligación de tener que compartir estas tradiciones”, explica.

Precisamente esto es lo que le sucede a Alejandra, una estudiante de la Universidad de Lima a la que llamaremos así para mantener su privacidad, quien todos los años se esfuerza por no romper la unión en su hogar. “Celebro siempre con mi familia, pero lo hago por presión de ellos en realidad. Paso la noche en casa comiendo cosas que no me gustan, como el panetón o el chocolate caliente”, cuenta.

Las actividades que describe no resultan extrañas para nadie. Aunque a más de uno pueda costarle tomar bebidas calientes con un clima totalmente caluroso a estas alturas del año, lo cierto es que se ha instaurado como parte de la cultura popular peruana. 

Para Christopher Gätjens, comunicador con especialidad de Publicidad y marketing, y docente de la Universidad de Lima, “el cine, la televisión y toda la industria mediática han ido empujando una serie de conceptos que hoy día tiene el consumidor sobre lo que significa la Nochebuena”. “El pino, la nieve, el chocolate, los regalos, el señor vestido de rojo bajando con una chimenea, a pesar de que nuestras casas no tienen cuenta con una: todo se convierte en un ritual”, analiza.

Año tras año, el objetivo de lograr “la Navidad ideal” ha generado un ambiente en donde quien no comparta esta misma emoción se convierte en el “Grinch” de la festividad. Entre camisas y blusas, vestirse de gala solo para pasar la medianoche se vuelve una obligación en un ambiente en donde cualquier expresión de dejadez es castigada.

El consumo como parte de la celebración

Entre numerosas reuniones y regalos costosos, la austeridad no es un atributo que suele caracterizar diciembre. Detrás de una larga lista de cuentas por pagar, se esconde el deseo de lograr esa celebración perfecta.

Semana tras semana, entre más se acerca el tan esperado día, la presión de estar preparados no para de crecer. Para ponerlo en contexto, según detalla Gätjens, la campaña navideña del año pasado representó un valor de 1.200 millones de soles aproximadamente en ventas adicionales a lo normal. 

“Es parte del ritual de consumo. Por eso es que muchas familias están dispuestas incluso a endeudarse para cumplir con él. Si no lo haces, es como si no estuvieras cumpliendo socialmente”, cuenta.

De esta forma, alcanzar los estándares de lo que debería significar una buena cena, buenos regalos, una buena decoración, entre tantos otros elementos, se convierte en una forma de lograr la aceptación y el reconocimiento del resto.

“Todo termina siendo parte de la presión de lo que se espera que pase en Navidad: la forma en la que adornes tu casa, a cuántas personas les tienes que comprar un regalo. Hay mucha expectativa y mucho ‘deberías’ en esta época del año”, destaca Galia Cochella, psicóloga clínica y psicoterapeuta.

¿De verdad soy un “Grinch”?

En medio de galletas de jengibre y arroz árabe, diciembre se despliega con una aparente calidez y alegría. Sin embargo, cuando las luces decorativas se apagan, la fatiga emocional y el desgaste social asoman.  

Mario, como llamaremos a este estudiante de la Universidad de Lima por fines prácticos del artículo, comparte su perspectiva: “Esa tradición de reunirse con la familia me parece muy cansada. Preferiría pasar la noche durmiendo, sería mucho más tranquilo. Le he perdido el sentido a la Navidad”.

Galia Cochella, quien también es jefa de la Oficina de Innovación y Calidad Educativa en la Universidad de Lima, explica que “es posible que la festividad sea muy abrumadora para las personas más introvertidas o con mayor tendencia al aislamiento”. 

El tiempo pasa y, para mucha gente, tal vez sea momento de revisar las actividades con las que recibimos el 26 de diciembre. Atrapados en una monótona noche que se repite todos los años, el brillo especial que tenía esta ceremonia desaparece.

“El lado malo de la celebración es que ya se ha vuelto ordinaria. Es muy tradicional y no hay nada nuevo. Es siempre la misma cena familiar que, con el paso de los años, se hace aburrida”, narra otra estudiante de la misma casa de estudios.

Para Cochella, el rechazo hacia estas costumbres podría deberse a un sentimiento de inconformidad. “Se trata de demostrar que no estoy de acuerdo con la tradición, con lo ortodoxo; y que, de alguna manera, intento mostrar mi deseo de que las cosas sean diferentes”, sugiere.

Mientras el inicio de los villancicos refleja el alegre espíritu navideño, la apatía aparece como consecuencia de la gran cantidad de tradiciones que estamos socialmente obligados a seguir. En un contexto en donde no avivar tu hogar con adornos y luces está mal visto, la rebeldía de aquellos que solo buscan tranquilidad entre tantas cenas familiares y sonrisas forzadas se hace evidente.

La presión por participar de estos “rituales” resalta la clara alergia que algunas personas sienten hacia estas festividades. Así, todos los años crece el reclamo por vivir la Nochebuena de la manera más sencilla y personal posible.

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