“Me Vestí de Reina” se alza como una obra que desenmascara y revela los corazones de diez drags queens peruanas. Más allá de ser una simple crónica, es el avión a un apasionante viaje, sumergiendo al lector en el vibrante y valiente mundo de una comunidad caracterizada por su extravagancia. En este contexto, la autora y exalumna de la facultad de Comunicación de la Universidad de Lima, Carmen Escobar, y las destacadas protagonistas, Gad Yola y La Langosta, comparten sus experiencias únicas y reveladoras.
Por: Paula Alpún
En medio de la tranquilidad y el silencio que nos otorga un evento para lectores, se alza una explosión de glitter, tacones, pelucas y maquillaje. “Me vestí de reina” fue presentada en la Feria Internacional del Libro de Lima el pasado 4 de agosto. Sus creadores, Carmen Escobar e Ítalo Carrera tuvieron la oportunidad de ser los anfitriones de una gran fiesta en la que las drags queens fueron las invitadas de honor.
Embelleciendo la FIL
El telón se alza en el auditorio Blanca Varela y la obra trasciende los límites de la página impresa. Moderado por La Langosta, el panel se convierte en una reunión de almas creativas, con figuras icónicas como Tany de la Riva, Georgia Hart, Harmónika y Go Diva compartiendo el escenario con mentes influyentes como Alberto Castro. Esta unión de voces reafirma que el arte drag es más que un espectáculo; es un motor de cambio en la sociedad.
El primer pensamiento que tuvo Carmen al momento de conocer el lugar en donde presentaría su segundo libro fue que no lo llenarían, que era muy grande. Sin embargo, aquel día sucedió todo lo contrario. La sala estaba repleta, 500 almas curiosas acudieron a escuchar las historias de vida que se esconden detrás de todo el maquillaje y las pelucas. “El recuerdo es una joya incrustada en mi memoria”, menciona con añoranza.
Para ella, las drags fueron las heroínas del conversatorio, pues se alzaron como reinas en un espectáculo que superó sus expectativas y las de todos los presentes. “Fue una celebración, una revelación de lo que podría ser una fiesta en honor a la literatura y la cultura”. Además, verlas interactuar con los niños y posar junto con ellos para tomarse fotos es algo que no podrá olvidar. Recuerda vívidamente como una niña, con inocencia y asombro, compartió una verdad que le resonó profundamente: “Mamá, son como mis muñecas, ¡pero aún más geniales!”.
Sorprendentemente los comentarios negativos casi no tuvieron lugar. Sólo escuchó como un señor mostraba su desacuerdo, pero apenas fue un eco en la sinfonía de la noche. Aunque oscuro, este se disipó ante la marea de sorpresa, curiosidad y admiración que inundó la atmósfera. No hubo espacio para la hostilidad ni las voces desafiantes.
Para Carmen esto se debió a que las drags, dueñas de su escenario y su espacio, proyectan una imponente seguridad que silencia cualquier negatividad. “Eran inalcanzables, como estrellas relucientes en la noche, irradiando una elegancia imposible de ignorar. Debo admitir que al final una brisa de esperanza acarició mi alma”, comentó.
Armar un extravagante proyecto
Al finalizar la presentación, un nuevo capítulo se inscribió en la trama de la experiencia de Carmen. Las palabras parecían insuficientes para capturar la esencia de lo que había ocurrido. La magia tejida al abrir espacios a voces relegadas se desplegaba como un lienzo en blanco esperando que las mentes curiosas pintaran sobre él.
Aquel momento efímero fue un resplandor de resistencia y belleza, una celebración de lo auténtico, un desafío a las normas preestablecidas. Y entre los matices de estas reflexiones, emergió una verdad innegable: el periodismo. Ese poderoso instrumento, es el vehículo que nos lleva a través de las vidas y experiencias que de otro modo se perderían en la sombra.
En medio de esta tela de ideas, se encuentra Carmen, una escritora cuyos pasos la habían alejado de Lima durante una década. El año 2017 marcó su retorno a la ciudad y un descubrimiento que la dejó perpleja: una efervescente escena drag florecía en un entorno inesperado. La conservadora capital, empujada por el pulso del cambio, daba espacio a una expresión audaz y vibrante.
Poco después, en medio de una pandemia mundial, Ítalo Carrera le ofreció una propuesta que daría forma a un proyecto inesperado. Así comenzó el viaje creativo, una colaboración que no sabía aún hasta dónde los llevaría. Tres años de esfuerzo culminaron en una narrativa profunda y viva, tejida con entrevistas que resonaban a través de pantallas de Zoom, en un intento de desafiar las limitaciones de la distancia y la virtualidad.
En el otro extremo de la ecuación estaba Ítalo Carrera, orquestando el componente visual de la narrativa. Carmen cuenta que coordinar sesiones fotográficas con artistas nocturnas, cuyos horarios desafían a la madrugada, fue un desafío de arte y logística. Capturar la esencia de cada una en instantes fugaces antes de sus shows o persiguiéndolas en sus veloces transformaciones fue un acto de equilibrio. Javicho Rivero, el maestro detrás del lente navegó a través de las expectativas, procurando que cada imagen reflejara la autenticidad y el esplendor de estas reinas.
Plasmar en papel es visibilizar
Bajo el punto de vista de Carmen, en el mundo del drag cada pliegue del maquillaje y cada destello de lentejuelas transmiten mensajes cargados de política y empoderamiento. Es un escenario donde las fronteras de la identidad y la expresión se desdibujan, y detrás de cada acto hay un grito silencioso de resistencia. “Ellas son más que meras figuras de entretenimiento; son guerreras de la diversidad, de la libertad y de la igualdad”.
Luego de la exhaustiva investigación que realizó para poder armar su obra, la escritora comenta que, desde los vibrantes destellos de las discotecas en los años 90 hasta la actualidad han trascendido su papel como simples artistas del escenario. Ellas han sido las líderes en la lucha por la aceptación y el cambio social, incluso llegando a poner orden en las colas de las discotecas. Eran las rebeldes que desafiaban las normas impuestas y forjaban un camino de respeto y reconocimiento en una sociedad que a menudo las relegaba al margen.
De ahí que la importancia de la visibilidad de la comunidad sea inmensa. En un mundo donde los prejuicios aún persisten, ponerse una peluca y unos tacones altos es un acto audaz de enfrentar los estereotipos y la intolerancia. “Esto no es algo para todos, requiere una valentía intrépida que desafía los miedos y las inseguridades”, menciona la autora.
Muchas de estas almas valientes crecieron sintiéndose diferentes, sin referentes que les dijeran que estaban bien tal como eran. Es por eso que la visibilidad es un faro de esperanza, un mensaje de que no están solos en su viaje.
La historia detrás del maquillaje
La lucha por la igualdad de género se teje en los hilos del drag. Ellas son arquitectas de la deconstrucción de los roles tradicionales, desafiando los límites del género y abriendo un espacio donde la expresión es liberada de las cadenas normativas.
Dentro de esta constelación de reinas, algunas brillan con una luz de activismo más intensa. Gad Yola se alza como una drag racionalizada, una mente que no solo busca la transformación estética, sino que también persigue nuevas formas de activismo. Su inspiración tomó forma a través de una experiencia reveladora en un reality show llamado “RuPaul’s Drag Race”.
Para ella es un canal para expresar su identidad, sus gustos musicales, sus inquietudes y su esencia misma. Cada vestigio de maquillaje, cada paso de baile se convierte en un lienzo para contar su historia y afirmar su ser. Visibilizar la comunidad LGBT en esta faceta es un acto de reconocimiento a la maestría y el esfuerzo que se esconde tras cada actuación.
Gad Yola concuerda con lo que menciona Carmen y su hermana La Langosta: “las drags queens son el resultado de la convergencia de diversas artes: pelucas, maquillaje, vestuario, coreografía y música, todo convergiendo en un espectáculo que desafía las normas”.
La Langosta, otra voz influyente en la escena peruana, se autodefine como una artista de la diversión y la conciencia. Sus shows son un torbellino de humor y comicidad, pero también una ventana a la crítica social. En un país donde los prejuicios y la discriminación aún persisten, sabe que tanto sus compañeras como ella se alzan como faros de luz en la oscuridad.
Sin embargo, el camino no es fácil. En un arte que desafía los cánones de género y las normas sociales, encontrar un espacio de trabajo puede ser un reto. A pesar de las dificultades, estas artistas persisten, encendiendo los escenarios con su pasión y creatividad.
Desde los destellos de feminidad escandalosa hasta los desafíos de la aceptación en una sociedad conservadora, artistas como Gad Yola y La Langosta tejen una narrativa de lucha, empoderamiento y redefinición. Son portavoces de una comunidad vibrante y resistente, artistas del cambio y la transformación. Sus historias, sus luchas y sus éxitos resonarán en “Me Vestí de Reina”, iluminando un camino hacia un futuro más inclusivo y diverso.
Este libro no solo relata la vida de drag queens peruanas, sino que también presenta una lección sobre valentía y creatividad. Ellas son artistas multidisciplinarias que desafían los roles de género y la intolerancia. Su arte es una manifestación de autenticidad y resistencia, y su historia es un recordatorio de la importancia de ser fiel a uno mismo en un mundo que a menudo intenta imponer conformidad.
La comunidad drag ha encontrado en estas páginas un espacio para contar sus historias, luchar contra la invisibilidad y demostrar que la diversidad y la autenticidad son cualidades que celebrar. A través de las palabras de Carmen e Ítalo, y de las imágenes de Javicho Rivero, el libro “Me vestí de reina” rinde homenaje a la fuerza y la creatividad de estas artistas valientes que siguen desafiando expectativas y cambiando el mundo, pues son un brillante resplandor en medio de una sociedad peruana que se encuentra en constante transformación.
