Las múltiples posibilidades que tiene para ofrecer la inteligencia artificial ha ocasionado acalorados debates sobre su uso en el día a día y los límites que la separan de volverse un peligro para la humanidad.
Por: Stephano Jiménez y Alonso Talavera
Las fronteras entre lo que se cree imposible y posible se disipan ante el desarrollo de nuevas tecnologías. ¿Qué pensarías si te dijera que la imagen que acompaña a este texto fue creada en cuestión de segundos con simples indicaciones? Pocos entendían a la inteligencia artificial (AI) en un inicio, pero se viene viralizando con el uso de aplicaciones como ChatGPT o servidores Beta en los que se realizan ilustraciones hiperrealistas, se analizan datos y escriben resúmenes e informes precisos con tan solo unos cuantos clicks. Algunos la coronan como una ventaja sustancial que todos deberían comenzar adoptar. Otros se cuestionan en qué punto se vuelve contraproducente y nos acerca a escenarios distópicos retratados en series como Black Mirror en los que este tipo de capacidad nos domina.
Sin embargo, el uso de AI no es reciente: mecanismos que observamos diariamente dentro del ciberespacio llevan implementado esta tecnología desde hace años. Y es que cuando se está redactando un correo y se olvida el mail completo, bastan solo unas letras para que automáticamente aparezca el destinatario. Lo mismo sucede en Google Docs, plataforma en la que se redactan textos y se completan ideas colocando solo el inicio de las palabras. Bruno Ortiz, periodista de El Comercio especializado en Ciencia y Tecnología, nos comenta sobre la importancia de un equilibrio en el uso de esta revolucionaria herramienta.
El mundo AI: ¿amenaza o ayuda?
Los dinosaurios bebés con profesiones que circulan por Internet y transmiten ternura son, en efecto, producto de una AI accesible para todos. ¿Estas imágenes tan inofensivas podrían estar anticipando un próximo escenario en el que este tipo de inteligencia sea la protagonista? Por ahora, esta ciencia permite a las computadoras ejecutar acciones complejas nunca antes vistas y tiene la habilidad de retroalimentarse de las preguntas o enunciados recibidos para enriquecer su capacidad cognitiva.“La intención del hombre siempre es crear herramientas para facilitar su trabajo. El tema es que a veces es tan perezoso que da capacidades para que hagan la tarea por él”, menciona Ortiz respecto a alguna amenaza que puedan suponer.
En esa búsqueda de generar innovadores avances para facilitarnos la vida ponemos en jaque y mate labores que hoy mueven a nuestra sociedad. Una AI es mucho más económica de costear que contratar a un ser humano; sin embargo, que no cunda el pánico pues eso no significa que nos reemplazarán. “La inteligencia artificial no nos va a quitar el empleo, sino que se trata de qué tan capaz voy a ser yo de utilizarla para hacerlo mejor. Si estás acostumbrado a buscar facilidades y no mover ni la mano, esa labor repetitiva que tú deberías hacer en algún momento se va a automatizar y te volverás prescindible. Lo serás siempre y cuando te permitas serlo”, destaca el periodista.
Nuevas tecnologías, nuevas reglas
Nuestra dependencia a la AI se encuentra en relación con la seriedad que mostremos hacia esta tecnología avanzada. Se pone en evidencia su potencial con cosas muy lúdicas como hacer imágenes realistas o preguntas elaboradas y largas. No obstante, es trascendental tener en cuenta que se trata de una inteligencia programada cuyos productos no siempre se pueden compartir sin ninguna verificación de por medio.
De hecho, si creían resueltos sus próximos trabajos universitarios o presentaciones de trabajo, lamentamos decepcionarlos pues las instituciones ya vienen implementando sistemas capaces de detectar aquellas minuciosas fallas o indicios que aluden al uso de la inteligencia artificial. Conversando con Hilary Obregon, abogada que pertenece al Comité de Honor de la Universidad de Lima, nos indica que se está considerando incluir dentro del listado de faltas el uso de la AI para los trabajos y proyectos. A pesar de que esta tecnología redacta textos originales cada vez que se le solicita hacerlo, esto no implica que la autoría pertenezca a la persona que da la indicación.
Es así que el problema no es la tecnología, sino el usuario. En todo caso, se vuelve necesaria la difusión de más información sobre este tipo de invenciones. “Sería buena idea aprovechar este interés para empezar a conocer más sobre la AI, dónde se utiliza y cómo, para quiénes, y qué generará socialmente o a nivel cultural”, finaliza Bruno Ortiz. Terminator aún no está a la vuelta de la esquina; no obstante, es nuestra responsabilidad como creadores el poder que tenga cualquier avance tecnológico que se introduzca en la sociedad.
