Desde la derrota del lunes pasado en el repechaje ante Australia muchos han quedado con el corazón lacerado. Sin embargo, por más que el fútbol sea un terreno plagado de sinsabores, en especial para quienes vivimos en el Perú, intriga saber por qué incluso en estas horas aciagas se mantiene vivo el cariño incondicional del hincha peruano por la blanquirroja.
Por: María Fernanda Simborth
Nos habíamos ilusionado tanto. Y no importaba si en verdad nunca habíamos demostrado tener argumentos suficientes como para estar en la fiesta máxima del fútbol. Si bien para Rusia 2018 entramos casi por la ventana, esta vez la mayoría sentía que la clasificación a Qatar la teníamos ganada, incluso antes del pitazo inicial ante Australia. Demás está recordar lo que pasó ese día sobre el césped, cuando las ilusiones de millones quedaron desparramadas por el suelo junto con las lágrimas de Advíncula. Aún estamos viviendo la etapa de duelo, pero la pasión por la selección no ha menguado; al contrario, sigue instaurada en nuestras mentes y corazones como parte intrínseca de nuestra identidad, de lo que significa ser peruano.
Amor de mis amores
Como un poderoso cohesionador social, el fútbol -y en especial los partidos en los que juega “el equipo de todos”- nos sumergen en un frenesí que, para especialistas como el psicólogo Alejandro Vélez del portal OtraMirada.pe, producen las mismas endorfinas que cuando uno está enamorado. Curiosamente, el vocablo “pasión” proviene del latín passio, que deriva del verbo pati o patior (sufrir, padecer, tolerar), lo que nos lleva a pensar si la incontenible pasión por el fútbol es consecuencia de una especie de “amor serrano” por el que soportamos el dolor de las innumerables derrotas, las que quedan olvidadas una vez que atisbamos, otra vez, chispazos de esperanza tras una victoria pírrica como las que nos ofreció la etapa Gareca.
Al respecto, Pedro Ortiz Bisso, docente de la Universidad de Lima, columnista de El Comercio y redactor en la revista Sudor, nos explica que el hinchaje trasciende los términos del sufrimiento, pues es mucho más complejo por los temas de identificación y emotividad que se ven reflejados actualmente en las nuevas generaciones. “Los jóvenes han crecido viendo a un equipo ganar, llegar al Mundial y a la final de la Copa América. Entonces hay un agradecimiento, un amor y un cariño que se ha solidificado; sobre todo en estos tiempos que hay pocas cosas que nos unen”. Para él, el equipo que llegó a Rusia 2018 caló en los corazones de los peruanos por la épica que significó la clasificación, entre el drama del repechaje y el caso de doping de Guerrero.
Como si de la vida en pareja se tratase, el fútbol peruano es parte de una historia muy personal que se atesora. El sentimentalismo detrás se asemeja al momento de una ruptura amorosa o de peleas. Pero fieles a la ilusión de encontrar al indicado o indicada, se descarta el “nunca más”, se retorna a la cancha movido por la misma naturaleza que impide escoger la soledad, así como una vida sin fútbol.
Click con el fútbol perucho
A más de 3.500 msnm, escondidos entre el misticismo propio de los andes peruanos, o en los poblados más desérticos de nuestro norte reposan metros cuadrados de cemento o ichu, coronados en sus extremos con arcos endebles, los que son testigos de las hazañas durante cada reencuentro con el balón en las pichangas. Indispensablemente, el fútbol y sus canchas nos acompañan hasta los lugares más recónditos. Y es que resulta inconcebible y hasta una aberración para muchos prescindir de esta conexión con el deporte más popular en nuestro país.
Juan Carlos Ortecho, editor de Deportes de RPP, nos comenta que un factor crucial en nuestro amorío pelotero es que se trata de un deporte fácil de comprender: “Hay detalles técnicos como el tema de la posición adelantada o las tarjetas, pero la base son 22 jugadores persiguiendo una pelota para meterla en el arco, y la regla más importante es que no puedes tocarla con la mano. Esto contribuye a que el fútbol tenga mayor alcance”.
Las epopeyas personales de los jugadores también inciden en el fanatismo. “La historia de Lapadula a muchos les conmueve y genera afinidad, o la situación de varios de estos chicos, que salen de situaciones socioeconómicas desfavorecidas, se superan y alcanzan el éxito”, nos cuenta Ortecho. Bajo el liderazgo de Gareca, esta Selección en particular cambió la visión que se tenía de los jugadores ligados a actos de violencia o escándalos que antes eran más frecuentes, pero que hoy, en comparación, quedan atrás para ofrecer deportistas más disciplinados y comprometidos con la blanquirroja.
La hinchada en Qatar
La fiebre por la Selección, esa que nos impulsa a llevar a todos lados puesta esa camiseta de fibra sensible que nos decora con los colores de la patria, hace que recorramos cielo y tierra con nuestro equipo. Desde Qatar, la movilización fue asombrosa. En el hotel en el que se hospedaron los seleccionados, el desenfreno se sentía. Los peruanos, uniformados desde el primer día, esperaban atentos el momento preciso en el que algún jugador paseara por los corredores del lugar. El ascensor principal de vidrio fue el protagonista: las vistas se posaban en él con la confianza de que en cualquier instante Cueva, Advíncula, Carillo u otro miembro del equipo aparecería. Esta historia traída por Pedro García, periodista deportivo de Movistar Deportes y docente de nuestra casa de estudios, vislumbra la adhesión del hincha.
“Si hoy juega Perú, se viste la camiseta para el trabajo, la escuela, la universidad o las compras diarias, se pintan las mejillas de blanco y rojo, se adornan los autos con banderines y los cláxones suenan rítmicamente alentando al equipo en pleno tráfico. Incluso las deudas son secundarias con tal de emprender el viaje hacia donde la selección vaya”. Esto, para García, resulta de un sentimiento de postergación que nos zarandea. Luego de haber descendido al limbo futbolero durante 30 años, haber regresado a un Mundial nos hizo querer acompañar a Perú a cada uno de los partidos que disputara, anhelando llegar lo más lejos posible.
“Hay un antecedente de esto con el partido que tuvimos con Argentina en 1969, en el que salieron un par de aviones para Buenos Aires. Se quería ir a ver a jugar a Perú en la Bombonera; se deseaba ser parte de su clasificación a lo que fue su primera Copa del mundo. Eso recién se repitió con Rusia 2018”, nos relata García.
A pesar del lamentable resultado del partido del lunes contra Australia, en el hotel Hyatt Regency Oryx de Doha la selección fue recibida entre efusivos aplausos. El enojo que acecha tras una derrota no pudo ganarle al agradecimiento al equipo por habernos llevado tan lejos.