Nexos conversó con el director periodístico de Ojo Público, David Hidalgo, y con el politólogo José Incio para entender cómo se ha estructurado la polarización a través de la desinformación y los métodos que podemos emplear para hacerle frente.
Por: Jomayvit Gálaga
Un país dividido en dos que no asegura, de momento, a su reemplazo presidencial. Así se encuentra el Perú a puertas de cumplirse el primer mes desde que se llevó a cabo la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Desde entonces, se han ido acomodando narrativas que tanto personajes internos como externos de Perú Libre y Fuerza Popular han tratado de construir, suscitando hechos como movilizaciones masivas, enfrentamientos e inestabilidad. Pasan las semanas y cada vez se ve más sombría la posibilidad de encontrar tranquilidad en un país donde las crisis son cíclicas y progresivas: cada una más desconcertante que la anterior.
Bajo este contexto se sigue desenvolviendo un panorama electoral en el cual hemos constatado que los políticos siempre buscarán herramientas para llegar con mayor impacto y rapidez a su público. Una de las que ha brillado durante esta campaña ha sido la mentira. Frente a ello, distintos grupos de medios, sobre todo independientes, han emprendido iniciativas que verifican la información, buscando hacer de este un proceso mucho más transparente mediante el fact checking.
¿Cuándo normalizamos la desinformación?
Las redes sociales suelen ser un mundo donde existen diferentes herramientas con las que los usuarios arman grupos en base a un sesgo de confirmación; es decir, donde les sea mucho más factible confirmar lo que creen. El politólogo José Incio señala que estos “rabbit holes” se generan gracias a los medios sociales, donde se crean tribus que concentran una posición ideológica, en las cuales se reproducen y normalizan determinadas ideas que se alinean a sus pensamientos, sin importar dónde quede la verdad.
“Es así como se forman comunidades muy interesantes, además de peligrosas, donde las noticias falsas pasan por grupos con ideales similares. Se va creando una especie de ambiente o nicho, donde ello se va reproduciendo con naturalidad. Cuando eso llega a un punto en el que se torna noticia, los medios se deben volver una especie de línea de defensa”, indica el politólogo.
De acuerdo con el politólogo, en nuestro país sucede todo lo contrario, ya que los medios de comunicación cumplen el rol de cajas de resonancia de quienes lanzan afirmaciones falsas o imprecisas. “En otros países, si alguien dice que hay un fraude electoral, los medios le dirían: pruébalo, pero con evidencia. Aquí no hay un buen filtro periodístico, solo lo difunden, por lo que se crea un ambiente con mucha información y se torna muy difícil distinguir las noticias verdaderas de las falsas”, asegura.
La novedad de la verificación
El fact checking ya venía creciendo en la región. Más de 14 iniciativas en Sudamérica a finales del año pasado entre las que destacan Chequeado (Argentina), Agencia Lupa (Brasil) y El Sabueso (México), se habían hecho notar. En Perú, en agosto del 2020 nació El Filtro, el primer medio que se dedica exclusivamente a esta disciplina, impulsado por periodistas que trabajaron en importantes medios de comunicación y que realizan comprobaciones sobre todo centradas en temas políticos.
Así como ellos, se fueron sumando diversos organismos a favor de desestimar las noticias falsas sobre las elecciones que se difundían en redes sociales. Uno de estos fue Ama Llulla, la primera cruzada plural de medios independientes que ha verificado a decenas de personalidades a lo largo de toda esta contienda democrática.
El periodista David Hidalgo, director periodístico de Ojo Público y organizador de esta red de verificadores, menciona que uno de los objetivos de Ama Llulla es que “se genere una cultura de verificación y de la evidencia”, para lo cual también lanzaron una convocatoria a universitarios que desean aprender de la disciplina y colaborar con la red. “La idea es que esto crezca y se generen más grupos regionales. Esto implica que se vuelva común la existencia de grupos de verificadores en universidades o institutos y que la práctica en sí se naturalice”, expresa Hidalgo.
Cuando se formaron los primeros medios de fact checking, era en un contexto en el que casi nadie conocía la disciplina, por lo que se manifestaron varias preguntas: ¿para qué sirve tangiblemente verificar noticias falsas? ¿Sirve para que los políticos dejen de mentir o, al menos, para que la gente deje de creerles? Hidalgo asegura que durante la campaña electoral peruana se ha visibilizado que esto no necesariamente funciona así, ya que existen políticos que han mentido reiteradamente a sabiendas de que los van a desmentir.
“En el último año se concluye que los seguidores de un político no van a dejar de creer en quien siguen, pero sí pueden dejar de compartir sus contenidos cuando han sido verificados como falsos. De la misma manera, se reduce un poco la posibilidad de esparcir la información. Es un logro modesto, pero es un pequeño paso para frenar este fenómeno que debe entenderse no como una anécdota local, sino como un fenómeno global”, agrega.
En la misma línea, Incio explica lo siguiente: “existe un doble problema: primero, la ciudadanía que cree en ciertos temas, difícilmente dejará de creer en ello, por lo que debería haber más de una estrategia que vaya más allá de decir que algo es falso. Por otro lado, lo que debería hacerse es evitar que otras personas se contaminen. Ahí es donde el trabajo de los medios de comunicación ha fracasado totalmente. En lugar de ser ese filtro que investiga y contrasta, solo han creado este espacio”.
Impacto de las noticias falsas en organismos electorales
Así como los actores políticos han difundido ideas falsas o imprecisas sobre la realidad nacional, se han propagado fake news sobre cómo los distintos órganos electorales han manejado el proceso democrático, por lo que directa o indirectamente se creó un imaginario colectivo que deslegitima la figura de quienes cumplen el papel de árbitros. “En nuestro caso, los organismos electorales han sido víctimas de una parte del espectro político sobre esta maquinaria de desinformación y análisis.”, expresa Incio.
Con el fin de contrarrestar la gran cantidad de noticias falsas que circulan en redes sociales, la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) y el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) emprendieron una labor de verificación que, según Incio, debía darse. “Si dejaban las fake news difundirse y callaban por un buen tiempo, los electores se habrían creado más dudas. Al verificar cualquier información, se tienen más herramientas para corroborar que esta es falsa o verdadera y así evitar que se siga difundiendo, en caso perjudique la verdad”, manifiesta el politólogo.
Incio menciona que el reto de asumir la verificación de noticias falsas a nivel institucional podría resultar contraproducente para los organismos electorales en caso hagan un mal trabajo. Al respecto, expresa que “un medio de comunicación puede asumir el costo de equivocarse, pero una institución no, ya que es muy costoso”. Sin embargo, precisa que nadie estaba haciendo esta ardua labor, pero la ONPE tuvo buenos reflejos para arriesgarse.
Como sujetos libres en un Estado de derecho, es inevitable que todos tengamos y mostremos un sesgo político voluntario o involuntario, y por ende recibimos con mayor apertura la información que confirme lo que creemos. En ese sentido, tal como indica José Incio, “todo partido político tiene incentivos para compartir las noticias que les convienen, sean falsas o no, con los públicos que se amoldan a sus ideales”.
Además, también hay incentivos motivados por un rating político. “Estos se pueden dividir en dos: por un lado, ¿cómo apoya este discurso a mi narrativa? Sea la información falsa o no. Por otro lado, si es equívoca, ¿cuál es el castigo que recibo por compartir esta noticia? En un contexto tan polarizado como el actual, el castigo es muy poco en ambos lados del espectro político”, asegura Incio.
“Al existir una democracia interna, la competencia intrínseca permite ejecutar los castigos evidenciando las malas prácticas de los miembros de manera saludable y, además, el líder evita difundir noticias falsas, ya que debe cuidar ambos frentes de vigilancia: externos e internos”, señala. Sin embargo, según menciona, esto no existe de momento en ningún partido, ya que son muy personalistas: no hay partido que haya sobrevivido sin su líder.
Es en momentos tan drásticos como el nuestro, inundados entre desinformación y fake news, que la labor de verificación trasciende para convertirse en una defensora de la democracia. Por más que miradas polarizadas las ataquen e intenten desarticularlas.