En un mundo donde falta tiempo y la comida rápida es la primera opción, mantener una alimentación saludable parece ser imposible. Sin embargo, cada vez más los jóvenes se animan a cambiar sus hábitos y mejorar su régimen nutricional.
Por: Noelia Manrique y Michelle Hemmerde
¿Cuántas veces hemos tenido que comer fuera de casa porque no ha habido tiempo para cocinar? ¿En cuántas ocasiones hemos optado por una hamburguesa en vez de una ensalada? Lamentablemente, Perú se ha convertido, según la FAO, en el país con mayor inseguridad alimentaria en Sudamérica.
La elevada tasa de pobreza y el alza de precios provoca que la gente reduzca la calidad de su dieta y busque maneras de saciar su hambre como sea. En ese contexto, la comida chatarra y procesada se vuelve nuestro mejor amigo. Como consecuencia, los niveles de anemia, así cómo el índice de sobrepeso en el país, crecen cada vez más, especialmente entre los niños y los jóvenes. ¿A qué se debe esta situación?
Menú de desafíos
Entre exámenes, el trabajo y los proyectos académicos, mantener una buena alimentación pasa a un segundo plano. La vida ajetreada de los universitarios, sumado a la creencia de que los platillos saludables no saben bien o que son más costosos, nos lleva a comer desequilibradamente. De acuerdo al nutricionista Arnaldo Hurtado, todo es un tema de prioridades y, en el caso de la mayoría de los jóvenes, su principal enfoque es tener un buen rendimiento en sus estudios. Por ello, al momento de la comida, buscarán aquella que les sea más práctica, siendo en muchas ocasiones la comida industrializada o pre-preparada la opción ideal.
Además, para Hurtado todo tiene que ver con la enseñanza que se tiene desde muy pequeños. “El tema sucede por la falta de organización y los hábitos que vienen de casa. Si desde el colegio no hay una preocupación por dedicarle tiempo a hacer una lonchera saludable, cuando los hijos crezcan seguirán este modelo”, explica. Sin embargo, también señala que otro factor clave que influye sobre la desbalanceada rutina alimenticia de los jóvenes es el entorno en el que se desenvuelven. “Por un lado, existen universidades en el Perú que colocan clases durante el horario de almuerzo o cena. Por el otro, no existen concesionarios nutritivos por la falta de espacios y, si deseas comer el taper que traes desde casa, lo tienes que hacer casi parado”, añade el especialista.
En ese sentido, se sienten desmotivados o perciben que seguir una alimentación saludable es más un reto que una opción viable, pues la comida chatarra resulta ser también más económica. Como consecuencia, su estado de salud se deteriora. “El problema principal son las enfermedades crónicas no transmisibles, empezando por el sobrepeso, la obesidad y luego la diabetes y las enfermedades cardiovasculares, que ahora ya se dan en gente mucho más joven por los alimentos que consumen”, declara Paola Chávez, nutricionista con más de 10 años de experiencia.
Ella propone que una forma de seguir un régimen alimenticio más práctico es una programación semanal sobre tus comidas. “Tienes que haber planificado tener varios contenedores para que puedas guardar las diferentes verduras ya escurridas, cortadas o precocinadas. Incluso puedes tener las proteínas ya marinadas y congeladas. Así, te toma menos tiempo cocinarlas”, sugiere.
No obstante, en un afán por querer encontrar una solución más rápida, en las redes sociales y entre amigos se ha viralizado el divulgar tips para comer más sano. Esto no es algo negativo, pero termina siendo perjudicial cuando se comparten dietas específicas. Según los expertos, no todas las personas tienen los mismos problemas en cuanto a su salud, ya que algunos pueden presentar cierto tipo de enfermedades.
“Puede haber una falta de nutrientes en unos, falta de vitaminas en otros y hasta una necesidad de aumentar el consumo de carbohidratos para algunos. Por ello, hay que concientizarnos de que las sugerencias de abordaje nutricionales son individualizadas y no una fórmula magistral universal”, esclarece Hurtado. Y, a pesar de que esta idea aún no cala por completo en el imaginario colectivo de los jóvenes, no todo está perdido. Cada vez más aumenta el grupo que decide incluir en su lista de prioridades el comer sano.
Cuestión de balance
Actualmente, ellos se enfrentan al desafío de mantener una alimentación saludable a pesar de la carga académica y la falta de tiempo. Por eso, la gran mayoría prefiere la comida rápida y de bajo costo. No obstante, el grupo de jóvenes que opta por la comida sana demuestra que es realmente posible no perder de vista sus responsabilidades y mantener un estilo de vida enfocado en el bienestar.
Es así que, de la mano con los expertos, se animan a cambiar completamente sus hábitos alimenticios para llevar una vida más saludable. Nadine Castro, estudiante universitaria, comenta que optó por transformar su régimen alimenticio para estar mejor consigo misma. “Todo es una decisión, todo conlleva esfuerzo, esto no es solamente por verte flaca o bonita. El objetivo es para uno mismo y ahí te vas a dar realmente cuenta de lo mucho que te amas cuando adoras cada nutriente que está ingresando a tu cuerpo”, recalca.
Por otro lado, Natalia Gastelo, joven vegetariana, explica que ha logrado mantener una dieta balanceada porque consume los nutrientes que su cuerpo necesita. Pero, para lograrlo, resalta la importancia de informarse sobre la preparación de los alimentos y, obviamente, de hacerlo junto a un experto. “Sí o sí, tienes que estar acompañado de un nutricionista porque él va a ver los alimentos que tienes a tu disposición y te va a indicar cómo combinarlos”, agrega.
Además, desde su experiencia, desmiente que la comida saludable sea costosa. Ella ha encontrado que el mercado ofrece diversas opciones a bajo precio como el tofu y la carne de soya. De esta forma, en ambos casos, el llevar una vida más sana con una correcta nutrición, ejercicio y descansando correctamente les ha permitido enriquecer su bienestar en general. Aunque eso no signifique que deje de ser un reto.
Nutrición sin barreras
La situación de las personas con necesidades especiales, como la celiaquía, la intolerancia a la lactosa o el hipotiroidismo, ha mejorado considerablemente en comparación a años anteriores. Anteriormente, las opciones de alimentos disponibles para dichas afecciones eran muy limitadas o inexistentes.
La señora Rosa Ortega, intolerante a la lactosa, comparte cómo era el acceso a estos productos hace más de 50 años. “Cuando era chiquita, yo nací en el 71, como a los cinco años me dió hepatitis tipo A y se me quedó mal el hígado. Por lo que nunca pude incluir la leche en mi dieta. Recuerdo que la que vendían en esa época era de vaca cremosa y me caía muy mal, pues me daba un dolor de estómago muy fuerte”, anota.
Afortunadamente, hoy el mercado ofrece una mayor variedad de productos adaptados a las diferentes necesidades de cada persona que van desde leche de vaca sin lactosa, hasta leches vegetales de soya, coco y almendras. Sin embargo, a pesar de la mayor disponibilidad de recursos sanos, aún existen diversos obstáculos para lograr implementar un régimen de alimentación saludable y acorde a su condición.
Los nutricionistas recalcan que el alto precio de estos productos para el bolsillo del peruano de a pie son otro de los grandes desafíos para quienes tienen alguna de estas restricciones alimentarias. Sumado a ello, la falta de tiempo lo hace más complicado. La combinación de estos factores perjudica la economía al tener que consumir alimentos en la calle que cumplan con lo permitido según cada caso y que, obviamente, sus precios suelen estar por las nubes.
En ese sentido, seguir un régimen alimenticio específico muchas veces puede ser difícil, sobre todo al momento de compartir una cena con amigos o familiares. Por tales razones, es más sencillo optar por comida chatarra o snacks procesados. Ante ello, la clave para transformar esta situación y mejorar nuestros hábitos alimenticios parte de la fuerza de voluntad, la planificación y el reenfoque de nuestras prioridades. Si se sigue en ese camino, mejoraremos nuestro bienestar sin sacrificar nuestro estilo de vida.
