En la era de la información digital, las redes sociales se han convertido en un poderoso medio para dar voz a las preocupaciones y desafíos sociales. Pero, ¿cómo se abordan los temas delicados? En Nexos analizamos el impacto de estas plataformas como amplificadores de información y, a veces, de la banalización de asuntos sensibles.
Por: Nicole Vilca y Paula Alpún
Septiembre ha llegado a su fin, y con este, el mes de la concientización sobre la prevención del suicidio. Asimismo, a puertas del 10 de octubre, Día Mundial de la Salud Mental, y considerando los eventos recientes que han afectado a la ciudadanía, es imperativo que destaquemos la necesidad de abordar los contenidos noticiosos de forma adecuada, reconociendo la importancia del cuidado psicológico y la sensibilidad en ciertos temas de interés colectivo.
Las imágenes no valen más que mil palabras
En medio de situaciones críticas, las redes sociales se convierten en la principal fuente de información. La inmediatez y sencillez con la que se pueden compartir los hechos las convierten en la fuente primaria de cuando nos enteramos de las noticias. Sin embargo, dado que cualquier persona puede publicar en estas plataformas, se corre el riesgo de caer en la banalización de hechos que realmente son serios o peor aún, en el morbo.
En la actualidad encontramos a un consumidor empoderado. El cual pertenece a una era digital, en la que, según Martín Higueras, periodista y profesor de la facultad de Comunicación de la Universidad de Lima, los medios de comunicación tradicionales han sido reemplazados por las redes sociales.
En este contexto, los usuarios han dejado el rol de consumidores pasivos y han adquirido el poder de producir contenido cuyo valor se rige bajo la regla de la inmediatez. Esto provoca la necesidad de compartir publicaciones rápidamente sin antes haber verificado o analizado qué tan ético es divulgar determinada información.
No obstante, esto no es un problema reciente y que se circunscribe únicamente a nuestro país. Jaime Bailón, investigador del Instituto de Investigación Científica (IDIC) de la Universidad de Lima y profesor de la misma casa de estudios, explica que este fenómeno inició en los medios convencionales que comenzaban a dedicarse solamente a cubrir de manera explícita hechos policiales.
“Con el advenimiento de las redes sociales, los grandes medios de comunicación no son los únicos emisores de noticias. Los cibernautas pueden producir el contenido que crean necesario o que deseen, y muchos de ellos incorporan una ‘mirada pornográfica de la violencia’”, comenta el experto.
Esto genera morbo y normaliza la exhibición de aspectos que no se deberían mostrar. Bailón agrega que al mostrar estos detalles truculentos se genera una visión excesiva de imágenes que pueden ser absolutamente chocantes, todo con el fin de llamar la atención.
Algunos usuarios se escudan bajo un sentido de querer informar sobre lo sucedido. Pero, el problema, según Higueras, se encuentra en discernir entre qué es lo que informa correctamente y lo que solo busca likes. Esto debido a que difundir este tipo de imágenes explícitas perjudica la veracidad de la información.
No, no es humor negro
Las plataformas de redes sociales más reconocidas tienen políticas destinadas a censurar o salvaguardar a los usuarios de publicaciones de naturaleza delicada. No obstante, se hace evidente que estas son solo precauciones. Por ejemplo, en X (antes Twitter) los detalles gráficos pueden incluirse en las publicaciones siempre y cuando se indique que el contenido es delicado. Si no se realiza esta señalización, la plataforma actuará manualmente solo si alguien presenta una denuncia.
Esta falta de regulación específica y la lentitud en la que una denuncia tiene efecto en las redes sociales, el contenido audiovisual se prolifera rápidamente sin respetar a la víctima y a sus familiares. Y no solo material “documental”, sino también memes que se refugian bajo el llamado “humor negro” que el único resultado que obtiene es banalizar un hecho serio que afecta la dignidad de distintos actores involucrados en una situación sensible directa o indirectamente.
Ante esto, Bailón comenta que el cliché sobre que la educación es la solución a este problema de “estupidez” ha perdido validez. Bajo su punto de vista “se ha perdido bastante la formación humanística, donde tomes en cuenta al otro, su sensibilidad. Ya no se piensa en cuánto puede afectar tu conducta a los demás”. Por lo que considera necesario reforzar ese ámbito en la sociedad.
Viralización ≠ confiabilidad
La banalización conlleva a la ausencia de verificación de información. Higueras destaca que un usuario de Internet, ya sea un cibernauta o un prosumidor, tiende a pensar que compartir o retuitear algo importante implica alimentar la morbosidad o la curiosidad de una audiencia que no busca rigurosidad, sino más bien sensacionalismo.
Muchas veces los internautas se sienten más seguros pues se encuentran refugiados en el anonimato que otorgan las plataformas. De modo que hay una mayor libertad de inventar o compartir información no verídica. Lo cual puede crear una red de especulaciones y rumores que solo revictimizan a los afectados.
Bailón concuerda en que tanto en los medios convencionales como en los digitales ya no existen filtros que limiten lo que se puede y no se puede exhibir. Entonces, la población tiene la posibilidad de crear y/o compartir contenidos para obtener una especie de recompensa, que se puede materializar en likes y visualizaciones.
Aquí es donde se establece la distinción entre un usuario común y un comunicador o periodista. Los últimos se adhieren a procesos de verificación, mientras que la mayoría de los que integran el primer grupo publican sin ningún estándar periodístico y ceden ante la inmediatez y el deseo de satisfacer la necesidad mencionada anteriormente de obtener una especie de reconocimiento.
Higueras destaca que, tanto periodistas, comunicadores o simples internautas, tenemos la obligación de actuar con empatía en situaciones delicadas. Compartir información de manera descontrolada y explícita sin verificar demuestra una completa falta de consideración.
En tales circunstancias, es crucial recordar que detrás de cada hecho hay un individuo con familia, padres y seres queridos. Por lo tanto, es esencial que todas las personas ejerzan un nivel de empatía adecuado en estas situaciones.
“Vivimos un clima de agresividad y de violencia. Estamos inmersos en un humor muy corrosivo, de aplaste, que busca hacer escarnio del otro, pues parece ser nuestra forma de establecer relaciones sociales”, afirma Bailón. Esto, muchas veces, impide que logremos empatizar con el otro y entender una situación preocupante desde una perspectiva más humana.
