Existe la otra cara del final de una vida, una labor de cuidado poco conocida dedicada a embellecer cadáveres. ¿En qué consiste la profesión de maquillar y acicalar difuntos?
Por: Mabel Quispe Esqueiros
El 2020 marcó muchas vidas. El presidente de entonces, Martín Vizcarra, decretó Estado de Emergencia nacional por quince días que luego se convertirían en indefinidos. Fue el inicio de un nuevo cambio a nivel mundial por un virus que nadie conocía y que arrebató a miles de personas de sus seres queridos. Las calles estaban vacías y nadie podía transitar, los negocios cerraron, miles se quedaron sin empleo, niños y adolescentes dejaron de estudiar y, sobre todo, la economía del país pendía de un hilo.
Los únicos que no cerraron sus puertas fueron, tristemente, las funerarias. Con mucho temor, tenían que seguir trabajando. Se pusieron sus trajes de cuerpo completo, mascarillas con filtros y no hacían falta los guantes quirúrgicos. Ellos entraban a los mortuorios sin saber cuál era el difuntoque debían recoger. Estos estaban abarrotados de cadáveres, algunos ya en estado de putrefacción. No había suficiente espacio en el contenedor, pisar una cabeza o pisar un torso no era lo adecuado, pero debían de hacerlo. No había otra alternativa.
Los ataúdesse alquilaban para llevar el cuerpo al crematorio y con el mismo féretro iban a recoger a otro cuerpo y así sucesivamente. Parte de esto manejaban a cualquier hora como en una película The Walking Dead, sin una persona que los mirará o que les dijera algo. La ciudad estaba completamente vacía y aquellos trabajadores con un cuerpo en el auto en la espera de ser incinerado.
Embellecer cadáveres, profesión de muerte.
¿Sabías que hay un especialista para retrasar y embellecer el aspecto de un difunto? Es llamado el ‘tanatoestético’. La práctica de este tiene la intención de darle un mejor aspecto al cadáver para que así luzca mejor -en lo que se pueda- ante sus familiares y amigos, y así el proceso del velatorio no sea tan traumático. No solo se trata del maquillaje, sino también de la restauración y reconstrucción de zonas visibles como la cabeza, cuello y manos en caso de un siniestro. Está especialidad va de la mano con la Tanatopraxial, una práctica que limpia el cuerpo y lo conserva, es decir, introducen por las cavidades formol y sustancias proteicas que ayudan a mantener el cuerpo reemplazando los líquidos que tenemos como la sangre.
En el Perú son especializaciones no regladas y se realizan de manera empírica. Sin embargo, pueden retirar marcapasos y hacer cualquier tratamiento del cuerpo. Muchas personas que trabajan en funerarias lo aprendieron con la práctica y de su maestro, una persona que se dedicó al rubro por años. De la misma forma, como nos cuenta el tanatopráctico y tanatoestético, Juan Diego Calderon de España, es una profesión de formación no reglada que tiene una certificación profesional que se debe solicitar una acreditación al Ministerio de Educación por experiencia laboral.
Formación funeraria es una de las instituciones que da la oportunidad de aprender sobre esta especialidad que, para muchos, es de horror y para otros es muy fortalecedor darle un último adiós a una persona de la mejor manera. Ellos ofrecen clases teóricas, pero sobre todo te enseñan el procedimiento, pues podrías inscribirte en alguna de sus clases teóricas y hacer tus prácticas en Perú.
Pan de cada día
Desde hace 40 años las funerarias Pimentel están en el mercado. Ellos eran fabricantes de ataúdes: Faraón, Americano, Márquez y Libro son algunos de los apodos que tienen para estos. Con el tiempo decidieron brindar un servicio completo. En medio de toda una cuadra llena de funerarias es la única que tiene un tanatoestético.
“El servicio puede ser a domicilio o en nuestras instalaciones. ¡No seas sapo, anda nomas!”, dice el dueño de la funeraria a otro que tiene su negocio al frente, pero siempre se roba a sus clientes. Lo primero que ellos preguntan es la fecha de fallecimiento del familiar y si cuentan con algún seguro de salud que cubre los gastos básicos del funeral. Sin embargo, si se encuentran registrados como pensionistas, estas funerarias realizan los papeles correspondientes para cobrar el dinero y también les dan la opción de escoger el ataúd de su preferencia.
Eduardo León trabaja desde hace cinco años en la funeraria Pimentel. No es un trabajo que le guste, pero como dice: “Se pierde el miedo poco a poco, el olor es particular, pero ya rutinario”. Los cadáveres llegan entre dos a veinte por día. Él se suma en oración por las almas de los fallecidos y por las familias. Pide fortaleza para seguir ya que el impacto psicológico es abrumador. No le teme a los muertos, pero sí a contagiarse con algún virus.
Se dice que las personas que trabajan con difuntos son frívolos y no tienen sentimientos. Sin embargo, se necesitan buenas personas para esta labor. Deben ser empáticas, respetuosas y con pasión por lo que hacen pues no importa la hora que sea, ellos estarán ahí. Lo único que es seguro en la vida es la muerte, se necesita aprender a desapegarse de las cosas materiales.
“Es tan triste ver a niños que recién escribían su propia historia, pero que ya no estarán en este mundo (…) pero dentro de esas cuatro paredes es tu trabajo y lo tienes que hacer bien. fuera ya puedes ir a llorar”, nos cuenta León. Esta es una profesión honesta y de las más reales. Ver que el rostro de un pequeño se torna gris como si fuese un copo de nieve, frío y sin vida. Lo recordarás para siempre.
Los casos no son parecidos. Algunos clientes llegan después de haber tenido una plácida vida otros a los cuales le arrebataron la ilusión de continuar. Aquí se reinicia la rutina un baño corporal para que estés fresco y una limpieza de cutis. En la habitación sombría se encuentra la camilla previamente esterilizada. Al costado están los implementos a usar: formol, pinzas, agujas, hilo quirúrgico, yeso, cera y cualquier artefacto que le pueda ayudar a reconstruir un cuerpo. También hay un succionador de líquidos, de hecho, muy parecido al que utilizan los lipoescultores.
Hace frío y el ambiente se torna pesado. Hay otra mesa al costado con cremas necesarias para la hidratación de la piel seca y facilitar el maquillaje. Corrector para cubrir las imperfecciones y hematomas o heridas, bases de maquillaje según el tono de piel para una buena cobertura de las partes visibles, polvos matificantes o con color para darle un aspecto cálido y natural, labiales de color para que disimulen los hilos aplicados que sellan los labios. El cliente elige si desea colores neutros, mate o con brillos.
“No te preocupes ya estás aquí, déjame ayudarte, terminemos rápido para que puedas ir con tus familiares”, son algunas frases que León utiliza mientras viste a su cliente para darle seguridad. Él lo prepara con dedicación para su último adiós. Al menos para que su familia lo vea tranquilo y diga que ya se puede marchar en paz. La vida se puede ir en un segundo, pero lo que queda son los recuerdos compartidos con tus seres queridos. La belleza de la muerte está en el trance de ser energía.