La república accidentada: ¿Qué pasó en el Perú después de la independencia?

El Bicentenario es una oportunidad para repasar aquellos procesos históricos que cimentaron el desarrollo de un país que aún atraviesa conflictos y fracturas. En esta oportunidad, el historiador Hugo Vallenas relató a Nexos los sucesos más decisivos tras la proclamación de San Martín.

Independizar la patria tuvo un precio. Uno tangible, factual, económico, por un lado. Y otro social, cultural y político. Las consecuencias de ambos, pocas veces recordadas en los relatos históricos – tanto casuales como académicos -, sirven hoy para entender la complejidad de este país: desde la fragilidad de sus instituciones y el desprecio por sus políticos hasta la incapacidad de crear una nación unida y consolidada. Detrás de las anécdotas heroicas y las hazañas de los próceres hay una serie de traiciones, conspiraciones, guerras y tomas de poder a punta de disparos que explican, quizás, parte del conflicto que llevamos los peruanos hasta hoy. Para el historiador Hugo Vallenas, el pasado es una herramienta inconfundible para entender el presente. Y por eso hay que conocerlo a detalle.

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Como en todo recuento histórico, se deben narrar los hechos en orden y desde un punto de partida. El 28 de julio de 1821 se da una proclamación que tiene, más que nada, un significado político. Aún faltaba mucho por delante en cuanto a la tregua real por la independencia. “En Lima teníamos un trato circunstancial con los españoles, quienes debían dejar momentáneamente la ciudad mientras se fortalecían las capacidades militares”, señala Vallenas sobre ese periodo inmediato después del discurso de don José de San Martín. “La única zona que teníamos verdaderamente independiente era el norte del país, la intendencia de Trujillo”, agrega. Este territorio, que abarca lo que hoy es Tumbes, Piura, La Libertad, Lambayeque, Cajamarca, San Martín, Amazonas y parte de Ancash, se independizó en 1820 gracias a José Torre Tagle, aliado del libertador. “Y no es que San Martín impulse a la intendencia de Trujillo a independizarse, es al revés. Esta es la que ayuda a que San Martín tenga recursos, contactos y fuentes para poder avanzar hasta Lima. Es importante porque Trujillo nunca dejó de ser independiente, mientras que otras regiones del Perú como Huánuco, Pasco, Junín, Ayacucho, Cusco y el sur mantuvieron la posición española”, indica el historiador. Este es un primer punto de partida para comprender el panorama general: el país estaba irrefutablemente dividido. La nación se fundó de esta manera.

Otra de las grandes contradicciones de la causa independentista resultaba la composición de los ejércitos. El bando libertador tenía entre 8 y 9 nueve mil efectivos, muy pocos de ellos peruanos; mientras que el ejército español superaba los 10 mil soldados, y la mayoría eran nacidos en estas tierras, incluso los oficiales. Es un tanto irónico, pues mientras los foráneos clamaban por la libertad del Perú, los mismos peruanos luchaban por mantener el virreinato. “Sumado a esto, se vivía una fuerte crisis económica. Ya había habido intentos independentistas, tanto por el lado insurgente andino como por el lado civil, y una serie de conspiraciones militares e intentos de tomar el Real Felipe”, cuenta Vallenas. Existía un fuerte bloqueo económico y castigos a la población que colaboraba o era acusada de conspiraciones. Hubo un punto en el que no se comercializaba ni se vendía nada y no se acuñaban monedas porque no se confiaba en quienes podían distribuirlas. “En los recuerdos de viajeros de esa época, hay un sistema de trueque. En Lima solo se pagaba los bienes y servicios con lo mismo. A la costurera le pagaban con tamales. Se respiraba un clima muy importante pro independencia, pero no existían condiciones físicas de expresión, libertad ni nada. Había una fuerte dictadura de los españoles. Y eso fue mucho más fuerte todavía en el interior del país”, indica el historiador. Como ya se sabe, la verdadera independencia de Lima se logra tras la Batalla de Ayacucho en 1824. San Martín, para ese entonces, ya no pisaba suelo peruano.

La mitificación de los libertadores

“Otra cosa que no tomamos en cuenta es que la independencia no ha sido un regalo, pues San Martín no venía por sus intereses idealistas. Tanto chilenos, argentinos como venezolanos necesitaban que se gane la guerra contra el virrey porque tenían intereses políticos: asegurar sus fronteras, su territorio, sus tratos comerciales”, explica Hugo Vallenas. Todo este proceso costaba muchísimo dinero. Para la expedición libertadora hubo un acuerdo con el almirante Cochrane, el inglés que apoyó la independencia. Se estableció que todo barco español, comercial y militar, que fuera capturado sea decomisado. Y luego se revendía y negociaba lo que había para pagarse la causa. “Para venir hasta el Perú desde Chile el gobierno no tenía fondos, y tuvieron que recurrir a préstamos privados que tenían que honrarse. Igual pasó con el ejército del norte. Hubo muchos conflictos con Chile y Colombia porque el Perú no cumplía con cancelar las deudas, y esos gobiernos no podían pagar a sus propios acreedores que habían financiado la independencia”, detalla. Es así como también empiezan algunas de las tensiones con los países vecinos.

Más adelante, en 1823, cuando llega Bolívar y sus tropas, tampoco trajeron lo necesario. “Un importante historiador, Gustavo Baca Corzo, señala que arribaron en un barco de pasajeros sin uniforme ni nada; todo tuvo que ponerlo el ejército peruano. Y ahí nuevamente es importante Trujillo. En 1824, un grupo se encargó de que se forme al ejército y se le organice. Sin la ayuda de los propios peruanos hubiera sido imposible, no es que ellos [los libertadores] llegaron con sus armas y todo”, relata el historiador. Las grandes deudas económicas se tradujeron en ponerle nuevos impuestos a la gente. “Entonces ellos decían: ‘¿qué?, ¿me independicé y ahora más impuestos?’ Y ahí nace el famoso refrán: de Guatemala a Guatepeor”, finaliza entre risas.

¿Y la madre patria?

Aquellos años del siglo XIX no fueron los mejores para España. En el país ibérico había una mala situación por las guerras Napoleónicas y tenían casi todo el sur tomado. La Marina española estaba muy desarticulada, venida a menos, y el ejército español no tenía cómo atender a las colonias, muchas de las cuales habían empezado a independizarse e imposibilitaban el tránsito marítimo de España. “Entonces el gran problema del virreinato peruano era que no podía recibir ayuda de la metrópolis, tenías que vérselas por sí solos. Era cosa de tiempo que cayera el virrey”, indica Vallenas. Y la crisis económica aceleró esto, pues casi toda la manufactura, desde herramientas de carpintería fina hasta carrocerías de caballos, era de España. “Lima era un gran receptor de comercio, de productos del agro, y al no poder recibirlos entró en una tremenda crisis”, añade.

Como consecuencia de todo ello, los españoles (aunque, aclara el historiador, “los llamados españoles son en realidad muy pocos, la mayoría eran criollos con títulos de nobleza que solo valían acá”) tuvieron diferentes posiciones ante los libertadores. En el caso de San Martín hubo un amplio frente social, donde se incluía a los hacendados y personas vinculadas a la colonia. “Se pasaron a la independencia por necesidad, no por creencias de los valores republicanos realmente, y esperaban que fuera como un virreinato sin virrey”, señala Vallenas. Muchos de ellos incluso firmaron el acta de independencia. Conforme se desarrolla el protectorado de San Martín, relata el historiador, se formaron dos bandos políticos: uno que quería el gobierno constitucional y unas buenas relaciones con España, conservando los viejos valores y privilegios. Y otro, un sector republicano, que buscaba la igualdad política, la abolición de los privilegios y la integración de las comunidades campesinas en la república. “Eso generó un gran enfrentamiento”, apunta. Cuando llegó Bolívar, quien era partidario del segundo grupo, mucha gente perdió sus propiedades. “Los que no querían estar con Bolívar murieron fusilados en el Real Felipe”, señala Vallenas. “Se dio una ley en 1824 que decía que los españoles – todos los que fueron parte del sistema del virrey – tenían que ceder hasta la tercera parte de sus propiedades, y solo podían gestionarla si es que se asociaban con un peruano. Si no, les quitaban toda la propiedad”.

Y ocurrió otro fenómeno. Cuando Bolívar pasa por el antiguo Camino del Inca y se cruza con comunidades indígenas, les promete tierras y títulos de propiedad. También es algo que se promete en la primera Constituyente. “Pero en realidad fueron muchos héroes de la independencia los que se convirtieron en hacendados y los campesinos se volvieron contra la república, pues esas tierras prometidas nunca llegaron”, explica el historiador.

A partir de ese momento inicia, en 1841, lo que Jorge Basadre denominó como ‘anarquía militar’. Cada héroe de la independencia se convierte en un líder regional que quiere más y más tierras. Los gobiernos eran muy inestables y solo podía afianzarse por medios militares, pactando con los caudillos regionales que tenían sus propias tropas. No teníamos mercado interno ni comercio entre las regiones, y estos terratenientes creían que el país era su feudo. “Desde la independencia hasta el final del siglo XIX hubo mucho desempleo en Perú. Y uno de los grandes negocios de un hombre pobre era ser soldado. La gente se moría de hambre y su única opción era meterse en las guerras civiles”, explica Vallenas. Tuvimos, en esos años, decenas de presidentes que no reconocían al otro, cada uno con su parlamento y declarándole la guerra al otro. “Por eso, cuando llegó la verdadera guerra con Chile no estuvimos preparados. Estábamos divididos, desorganizados”. Hay un paralelismo ahí con la pandemia. Guerra tras guerra desgarraba al Perú y encontraba un país dividido y débil.

200 años después

A partir de Piérola, en 1895, la economía se empieza a recuperar. Surgen inversiones y negocios, pero siempre con un control estricto del Estado, con fuertes impuestos. “Una serie de empresarios extranjeros privilegiados la tenían más fácil. Venían a hacer ferrocarriles, puertos, obras grandes. Pero el empresario común tenía que pagar muchos impuestos por rentas. Todo era muy desigual”, cuenta Vallenas. Este es uno de varios hechos que no parece haber cambiado hasta el día de hoy. “Hay varias cosas que vienen de la independencia: la actitud despectiva hacia la actividad económica privada; la tendencia a preferir que venga un hombre fuerte a deshacer el escenario político antes que llegar a consensos; el desprecio al Congreso y las leyes”, agrega.

Son actitudes del pasado que hasta hoy nos atormentan. “No nos gusta que los partidos se pongan de acuerdo, preferimos uno que haga lo que le dé la gana. Y que lo haga bien, fuerte, como un macho. Eso viene desde el pasado también. Era lo que queríamos con Gamarra, con Santa Cruz, con San Martín, con Castilla, que tiene un mega monumento y es un señor que ganó todas sus elecciones a balazos. No le gustaba una cosa y se levantaba en armas”, relata el historiador.

Agrega que es también consecuencia de que somos muy proclives al fundamentalismo. “Creemos que una idea debe calar e imponerse a las otras. Y nadie más tiene derecho a desarrollar ideas distintas en vez de buscar los puntos en común”. La política, finalmente, se trata de que estén representadas todas las partes del país. “Esa idea de totalitarismo mental también nos viene de la independencia” finaliza Vallenas. Como cuando dicen que no hay manera de hablar entre la izquierda y la derecha, que son el agua y el aceite. Hace falta una educación constitucional de verdad, y una comprensión de lo que es construir una república con muchos intereses políticos. Porque aquel que no conoce su historia está condenado a…

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