Resiliencia olímpica. La joven promesa del bádminton peruano cuenta su agitada historia en búsqueda de un cupo clasificatorio para los Juegos Olímpicos de Tokio 2021.
Actualiza y nada. Durante más de veinte años, ha vivido acostumbrada al agitado y sacrificado mundo de viajar, competir, estudiar y repetir. Sabe que no ha tenido una adolescencia como la del resto de chicas de su edad y que, posiblemente se ha perdido de grandes momentos de diversión y ocio, pero aún así no cambiaría nada de la apasionante vida que le trajo el bádminton. Hoy Daniela Macías, uno de los exponentes más nuevos y talentosos del deporte en nuestro país y alumna de la Ulima, es una de las tantas figuras silenciosas que corren la carrera de obstáculos de sus vidas en búsqueda de un cupo clasificatorio para los Juegos Olímpicos de Tokio 2021. Si bien los días de adrenalina y deseos de superación son los que predominan en su semana, últimamente le toca algo que pocas veces ha tenido oportunidad de hacer: esperar y, sobre todo, actualizar a diario la web de la Mundial de Bádminton con la esperanza de ver su nombre entre los primeros 36 puestos.
“Para el bádminton la competencia es brutal. Aquí obtienes la clasificación por orden en el ranking mundial y usualmente hacen un corte en el número 34. Sin embargo, cuando una chica clasifica en más de una categoría (singles, mixtos y dobles) significa que se pueden abrir nuevos espacios, por eso nada está dicho hasta el final. En el caso de este año es aún más disperso porque van a haber competidoras que no van a poder asistir por políticas del país, por pandemia, y otros factores. Por ello lo mejor es esperar a la lista definitiva”, cuenta Macías.
La naturaleza de esta competencia fue la que la llevó a vivir viajando desde que tiene 11 años y forma parte de la Selección Nacional de Bádminton. Un ritmo de vida que ha sido difícil de sostener y que ha implicado un nivel de compromiso y responsabilidad inusual a una temprana edad.
“La única forma de llegar a Tokio en bádminton es figurando en el ránking mundial, eso significa que tienes básicamente que vivir compitiendo hasta hacerte de un puntaje notable. A eso he dedicado la mayor parte de mi vida. Todos los días después del colegio entrenaba toda la tarde, hacía tareas a las 10 de la noche y estudiaba para el día siguiente. Era una rutina agotadora física y mentalmente, pero eso es lo que toca cuando quieres ser el mejor en algo y a mí eso se me había metido profundamente en la cabeza”.
Es difícil creer que uno está quemado etapas o que no vive las experiencias que le tocan en su momento, sin embargo, Daniela no recuerda con remordimientos haber cambiado su fiesta de Pre Prom por un Sudamenricano. No se arrepiente de participar en todos los campeonatos que puede, incluso si significa estudiar todo un ciclo de clases en el vuelo de 14 horas de regreso a Lima.
“Este ritmo te tiene constantemente en el borde de tus capacidades, eso ningún deportista lo va a negar. Pero creo que el dolor más grande de este estilo de vida viene cuando eres consciente de todo lo que renuncias a diario por el deporte y ves que aún así no es suficiente”, admite Macías mientras recuerda el partido de Lima 2019 en el que perdió junto a su compañera Dánica ante la dupla canadiense. En esta oportunidad, la impotencia de las jugadoras fue aún mayor, ya que habían dedicado los últimos dos años de sus vidas a un entrenamiento especialmente riguroso con la finalidad de llevarse aunque sea la de bronce.
La experiencia no es fácil. En el momento definitivo, todos se juegan lo que les ha costado llegar hasta donde están. Los momentos con amigos, ratos en familia, tiempo de estudio para la universidad y la posibilidad de una vida “semi normal”, como ella la llama. “Evidentemente todos quieren que el esfuerzo en algún momento valga la pena. Pero si algo me enseñó el año de la pandemia es que hay cosas que uno no controla y que a veces todo el entrenamiento del mundo no te garantiza los objetivos finales”.
Si bien el 2020 no fue un buen año para ninguna disciplina, Daniela recuerda con especial amargura los meses en los que varios países ya tenían puertas abiertas para el deporte, mientras que el Perú no. En el bádminton esto puede ser especialmente perjudicial, ya que la clasificación olímpica depende exclusivamente de que los deportistas compitan y logren un puesto en el ranking mundial. Al mantener el confinamiento en nuestro país, Macías no solo perdía la oportunidad de entrenar en la cancha, sino también bajaba de categoría en el listado internacional.
“Al inicio vi el confinamiento como un merecido descanso de los constantes viajes y competencias. Después el tiempo se fue prolongando y ya se volvió preocupante, sobretodo cuando me enteré que mis contrincantes ya habían vuelto a las canchas. Para el bádminton no es suficiente la preparación física, tienes que practicar y evaluar tu rendimiento en el juego. Por ello, se volvió un poco insoportable no saber cuándo podríamos regresar. Antes de la pandemia, nunca había dejado de entrenar por más de dos semanas”.
Eventualmente, la situación “mejoró” y los deportistas lograron regresar a sus entrenamientos en la Videna. Sin embargo, el golpe fue insuperable para muchos y la reprogramación de algunas competencias internacionales no fue suficiente para llegar al objetivo máximo: Tokio 2021. En su caso, Daniela agradece el apoyo brindado por el Instituto Peruano de Deporte (IPD) y el de la Federación de Bádminton del Perú por haberla apoyado en cada uno de los viajes que realizó (una vez que se abrieron las fronteras) y siempre estar detrás de su éxito como atleta.
A pesar de la impotencia experimentada durante los meses de inmovilización, las derrotas y el agotamiento físico/mental que conlleva su estilo de vida, Daniela Macías ha demostrado que contra vientos, mareas y pandemias se puede continuar en la imposible carrera de obstáculos que se ha convertido la clasificación a los Juegos Olímpicos. Una cada vez más difícil de seguir, pero que saca a relucir la resiliencia en el deporte y las ganas de superación de los peruanos. “Es un año difícil para tener objetivos ambiciosos, pero también es uno especial para aventurarse a traer más alegrías para el Perú”, finaliza.
