Dos especialistas nos ofrecen una aproximación a la compleja situación de la salud mental en los jóvenes que durante mucho tiempo ha sido desatendida.
Por: Julio Andía y Nicol Chauca
El escenario de la salud mental en el país tiene dos horizontes. Si bien se ha notado un incremento en la revalorización e importancia que tiene en el país durante los últimos años, todavía nos enfrentamos a un contexto en donde contenidos insensibles, deshumanizantes y el morbo alrededor del mismo inundan día tras día las redes sociales, modelando nuestra percepción de la realidad.
Uno de los mitos más comunes acerca del tema tiene que ver con la popular creencia de que “los niños y los adolescentes no tienen problemas de salud mental.” Aun así, el 32.3% de jóvenes de 15 a 29 años presentaron algún problema de bienestar mental o emocional, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
En medio de tormentas internas y mitos falsos arraigados en la sociedad, este preocupante panorama demanda cada vez más una pronta respuesta para prevenir, atender y brindar apoyo a aquellos que atraviesan estas dificultades.
“Las personas con problemas de salud mental siempre parecen tristes”
Aunque parezca extraño, la depresión y la tristeza pueden esconderse detrás de una sonrisa o de bromas. Por ello, a fin de abordar estos desafíos, es esencial comprender los indicadores de las luchas internas que enfrentan los jóvenes en su entorno digital y académico.
Para la psicóloga y subdirectora del Centro Peruano de Suicidología y Prevención del Suicidio (Sentido), Fiorella Roa, el punto de partida para entender a los jóvenes en situación de riesgo es reconocer que son personas que están sufriendo mucho y atraviesan situaciones complicadas.
Ellos suelen estar sujetos a situaciones cambiantes a lo largo de esta etapa de su vida vinculada al mundo académico, laboral y social. Son justamente estos grandes cambios, como una mudanza, una ruptura o la pérdida de un ser querido, los que pueden generar inestabilidad.
No solo encontramos señales en los cambios que se dan en el entorno, sino también en los hábitos y actitudes de la misma persona. La alteración de las rutinas de sueño, las emociones debido a la ansiedad extrema o la agitación psicomotriz pueden ser signos de alarma.
“La clave está en prestar bastante atención a cualquier cambio tras un evento difícil o traumático”, como los detalles en la voz, el lenguaje corporal, las emociones exacerbadas; o, por el contrario, el aplanamiento de emociones, o la búsqueda de cerrar procesos, son características que una persona con intenciones autolesivas, añade la psicóloga.
No obstante, los jóvenes también suelen verbalizar sus sentimientos y hacer pedidos de ayuda. “Ya sea de manera concreta o ambigua, suelen comunicar sus situaciones riesgosas e importantes”, revela Roa.
De acuerdo con Galia Cochella, psicóloga clínica y jefa de la Oficina de Innovación y Calidad Educativa de la Universidad de Lima, si nos ubicamos en un entorno académico, más específicamente en un salón de clases, existen aspectos básicos para saber si se trata de alguna alteración o problema de salud mental. “El aislamiento social, su energía y un repentino descuido de su aspecto y aseo pueden llamar la atención e indicarnos que algo no anda bien” indica Cochella.
Además, como aclara Fiorella Roa, “las señales aisladas no necesariamente te advierten que una persona está en riesgo, pero si las englobamos y ubicamos en la realidad de cada persona, podemos identificar si algo hace ruido”.
“Ya han pasado tres años, la pandemia no te puede afectar”
103 días es el tiempo que pasamos en un hogar que, para muchos, fue más similar a una jaula que a un escudo de protección. Para ponerlo en contexto, en el tiempo que pasamos en confinamiento por COVID-19, pudimos haber ido casi tres veces caminando a Santiago, en Chile.
Esto, sumado a la presencia de un virus desconocido y a un panorama en donde todos conocíamos a alguien que había perdido la vida por la enfermedad, propició el ambiente perfecto para que la salud mental de una gran cantidad de personas se desplome.
Según información del Foro Económico Mundial, más de la mitad de peruanos sintieron que su bienestar emocional había empeorado durante esta crisis. Como explica Galia Cochella, psicóloga clínica y psicoterapeuta EMDR, los graves efectos de la pandemia en la salud mental de una persona no siempre son inmediatos, sino que pueden tardar en manifestarse. “La causa pudo haber sido una experiencia que tuve a los diez, pero el síntoma recién se expresa a los treinta”, ejemplifica.
“¿Cómo te va a conmocionar algo que viste en internet?”
¿Cuándo fue la última vez que viste un hilo en X (antes Twitter) que te afectó? La gran popularidad de plataformas públicas como Instagram, Facebook, TikTok, entre otros, ha provocado un desborde de información muy difícil de controlar que puede tener consecuencias bastante importantes sobre el bienestar emocional. Hoy por hoy, no es necesario sumergirse mucho en este mundo virtual para encontrar desde mensajes de odio, hasta imágenes y videos con contenido altamente susceptible.
Faltas de respeto, estafas, insultos, contenido audiovisual violento: el catálogo de factores que pueden interrumpir la tranquilidad de una persona es variado. Además, no es necesario estar en el epicentro del huracán para que te afecte la toxicidad que a menudo desprende.
Según la psicóloga Cochella, si estás afrontando un problema que coincide con un tema que genera burlas o memes en las redes sociales, entonces “tú definitivamente sentirás que se están burlando de ti también”.
Ante esto, la conclusión no pasa por desconectar todos tus perfiles, sería complicado debido a la necesidad actual de comunicarse con otras personas. Para Yuri Cutipé, médico psiquiatra y exdirector ejecutivo de Salud Mental del Minsa, la sobresaturación de información que existe hace que los medios sociales sean difíciles de controlar, por lo que la respuesta pasa por la educación.
“Hay estudios que han mostrado que las redes sociales pueden jugar un rol positivo de prevención, pero también pueden jugar un rol negativo al difundir información de riesgo que podría alentar una ola de suicidios”, explica.
“No soy psicólogo. No puedo ayudar a nadie”
Impedir un suicidio está al alcance de todos. La capa de héroe puede llevarla un profesional en salud, un policía o, incluso, un amigo que esté dispuesto a escuchar, mostrar empatía y brindarte su hombro. En el Perú, entre dos y tres personas diariamente se quitan la vida. Prevenirlo es una responsabilidad compartida que recae en todos, a pesar de que a veces no conozcas a la persona.
Es importante entender que quien autogestiona su muerte no lo hace porque no desea vivir, sino porque “el nivel de dolor y sufrimiento que está pasando es tanto que no lo puede gestionar”, detalla Fiorella Roa, psicóloga y subdirectora de Sentido.
Ante esto, “algo que sirve mucho es acompañar a la persona para que pueda regular sus emociones y tratar de hacerle sentir que está en un espacio seguro”, aconseja.
No necesitas saber tener grandes estudios en medicina para evitar una muerte, simplemente debes escuchar y prestar atención a lo que pasa a tu alrededor. Como narra Galia Cochella, psicóloga clínica y psicoterapeuta EMDR, “cuando hablamos de una persona con una intención suicida, estamos refiriéndonos a alguien que ya está desbordada. No es que haya experimentado un problema ayer y hoy tenga la intención de acabar con todo”.
Detenerte un minuto en tu día para girar la cabeza hacia los lados o pronunciar un “¿estás bien?” puede cambiar el destino de aquellos luchadores silenciosos que no tratan de ganar la batalla de la vida, sino de vencer a la misma muerte. En medio de la oscuridad, cuando la salud mental escasea y aparecen las dudas, prevenir el suicidio es una tarea colectiva.