Patricia del Río: “La curiosidad marca mi existencia y no le temo a los retos”

En lo que es una nueva etapa de su vida, la reconocida periodista explora aquellos momentos que definieron la persona que es ahora.

Por Rafael Ortega Alva

En 2021 dejó la cabina de RPP y decidió que el periodismo ya no sería su camino. Desde ese momento, ha publicado dos cuentos y una novela, descubrió su pasión por la natación en el mar y pasó por una de las situaciones más dolorosas de su vida al contraer cáncer. Miles de historias en una sola vida, que salieron a la luz después del cansancio que le provocaron más de 20 años en cobertura política. Patricia del Río, mayormente conocida por la radio, ahora nos cuenta sus claroscuros y los aprendizajes que llegaron cuando dejó de hacer entrevistas para empezar a escucharse.

¿No extrañas el periodismo?

No. No es que no me haya gustado mi trabajo, que disfruté todo el tiempo que lo desarrollé, sino porque la política hoy día no me interesa. Se ha vuelto un desastre, la calidad es muy baja. Desde la presidenta hasta esas fiscales que se sacan los ojos en el Poder Judicial. Antes había gente pensante y con quien podías debatir o interpelar, ahora todo esto se ha pauperizado. Para conversar con ese tipo de personas, mejor me dedico a otra cosa.

Son más de 20 años que has ejercido esta profesión, ¿hay algún momento que te haya hecho la persona que eres ahora?

No creo, esta es una carrera que se construye constantemente. Para mí, lo más significativo han sido las protestas en las que la ciudadanía ha logrado que los gobiernos retrocedan. Eso me parece sumamente emocionante. Siempre me ha gustado ejercer el periodismo cuando los derechos se hacen valer.

Sin embargo, no pensabas ser periodista…

Así es, mi pregrado es en Lingüística. Tengo un posgrado con mi título de maestría en Escritura Creativa. La literatura lleva conmigo muchos años…

¿Cómo terminaste por estudiar esa carrera?

Soy una lectora empedernida. Cuando ingresé a la universidad, pensé en llevar Derecho y me pareció un aburrimiento terrible (risas). Luego me enteré de que mis primas estudiaban Literatura y no pude imaginar mejor cosa en el mundo que, en mis próximos cuatro años, me las pase leyendo y que esa sea mi obligación.

Desde tu programa “Letras en el tiempo” hasta la creación de libros, ¿cómo surge esta nueva faceta?

Una vez que tuve la calma del periodismo y la coyuntura, publiqué dos cuentos infantiles que tenía guardados. Eran aquellos que le contaba a mi hijo. Después, salió “Jauría”, que es mi primera novela y que narra esa época de la guerra contra Sendero Luminoso, donde las violaciones de los derechos humanos venían de los terroristas, pero también de las fuerzas del orden.

Algo un poco polémico…

Sé que la gente no lo quiere escuchar. El Perú es un eslabón más de la cadena de un mundo donde se quiere tapar las cosas que no les gusta y prefieren meterlas debajo de la alfombra. Es justamente por eso que debemos insistir en no callarnos la boca.

Con esa forma de pensar, te han dicho de todo. ¿No te afecta?

El odio en redes sociales es gigante. Los seres humanos no estamos hechos para recibir ese feedback y no quebrarnos. No conozco a nadie que esos comentarios negativos no le pasen factura. Cuesta mucho adaptarse a esas formas de violencia tan viles y cobardes. 

Comentaste que la política ha perdido debate y que el odio en redes es cada vez más grande, ¿sientes que también el periodismo puede haberse influenciado? 

Totalmente. En chibolos que están haciendo streaming y que se van de boca lo puedo entender, todos hemos hablado cojudeces alguna vez en la vida. Pero, en periodistas cuajados, que ahora agarran micro y se dedican a hacer puré a otro colega, es algo bien dañino. He escuchado mentir sobre mí con una ligereza y sabiendo que no es cierto. 

Es terreno libre para la pelea…

Para la actuación y odio. A santo de qué en Willax tenían que dedicar una hora sobre mí. ¿En serio?  ¿Soy funcionario público? ¿He robado la plata de alguien? ¿De cuándo acá eso es noticia? Eso no lo voy a entender nunca. De verdad, ¡haz tu chamba! Nosotros podemos pensar de manera distinta. Ya está. Nadie te quiere quitar el trabajo. Quédate tranquilo. Es bien agotador, inmaduro, pero sobre todo triste.

Antes de comenzar la entrevista, decías que estudiar periodismo hoy es un acto valiente, ¿por qué?

Lo que pasa es que la verdad ya no es un valor. Estudiar esta profesión es sumamente difícil. La gente no quiere escuchar lo que pasó, sino lo que cree que pasó. El hecho de que cualquiera pueda tener audiencia con un micro en su casa y una computadora hace que todo se vuelva más complicado.

Es una lectura un poco pesimista…

Estamos en épocas de transición. Los avances tecnológicos, la digitalización de la información y la inteligencia artificial, todas son cosas que han cambiado nuestros patrones de vida y consumo. Pero creo que vamos a encontrar un equilibrio y se va a depurar lo que está bien de lo que está mal. El periodismo que resulte de ese proceso no sé muy bien cuál va a ser. 

Si bien te conocen por la radio, ¿qué lugar tiene para ti la prensa escrita? 

Tiene un alma muy particular. El trabajo es mucho más largo, más elaborado y más en equipo. Hacer una comisión, irte cinco días a un pueblo, contar una historia con un fotógrafo, recorrer con la gente, dormir con ellos, es una experiencia maravillosa. Lo otro es llegar y hacer tu transmisión. No quiero decir que no sea importante, pero te aísla un poco del mundo. La prensa escrita fue donde empecé y me fascina.

Cuando uno pregunta quién es Patricia del Río, automáticamente dicen “periodista”, pero hay algo que sigue siendo novedoso: la natación de aguas abiertas…

Durante la pandemia, fui de las pocas personas que nunca hizo cuarentena. Salía a trabajar todos los días. Eran tiempos muy asfixiantes, porque a la radio llegaban, a cada rato, historias tristes de gente que se estaba muriendo. Cuando, a mitad de año, por fin nos dejaron mover un poco y se abrió la Costa Verde, bajé y me metí al mar. Necesitaba soltar. Quería sentir vida.

¿Te metías sola?

Al comienzo sí, bajaba siempre solita. Después descubrí que había un grupo de gente que nadaba y me uní a ellos, porque no es conveniente nadar sola en el mar nunca, ¿no? (risas) Y empecé a entrenar, cosa que no hacía antes. Me sirvió para pensar. Cuando uno nada, nadie se da cuenta si estás llorando. Me salían las lágrimas. Fue una época muy dura…

Mediados de año son épocas muy frías…

No me importaba nada. Además, en esa época, todo se detuvo y el mar estaba repleto de animales. A mí eso no me hace mucha gracia, me gustan más de lejos, pero igual iba porque uno sentía que el mundo estaba vivo. Luego, claro, regresaba al trabajo y era nuevamente escuchar sobre muertos.

¿Existe algún momento de tu trayectoria que te duela recordar?

A veces, por ejemplo, haberme peleado con estos argentinos ultraliberales, Nicolás Márquez y Agustín Laje, me duele, pero no por lo que hice. Yo no me arrepiento de lo que pasó. Lo que me parece un horror es que los colectivos feministas y LGBT me hicieron puré. A los que defendía me reclamaron que así no se hacía.

Cuando un periodista que es de derecha dice algo que puede ser polémico, lo cubren a capa y espada. Cuando alguien es de centro-izquierda, como yo, y dice algo que a ellos le parece ofensivo, son los primeros en chancarte.

Y en esos momentos de tristeza, ¿hay algún espacio de felicidad al que regresas?

Tres lugares. Mi pareja, mi hijo y el mar. 

Siempre el agua…

Cuando he tenido épocas muy duras, con mucha carga de preocupaciones o estrés, cuando estaba en el hoyo de alguna tormenta, nadaba más. 

Uno de esos momentos más duros debe haber sido pasar por el cáncer…

Por supuesto. Un diagnóstico así siempre hace que le veas las orejas al lobo. Supe pronto que de eso no me iba a morir porque mi cáncer había sido detectado a tiempo, pero uno sabe lo que significa tener esta enfermedad. Pasé por operaciones y tratamientos. Me asusté. Uno se siente muy vulnerable, frágil.

¿Ahora cómo ves el mundo?

La vida es bella. Es linda. Nos llenamos de expectativas y de cosas, ¿para qué? Todo eso lo pagas con horas-hombre de trabajo. No necesitamos más para ser felices. Hay que aprender a vivir con poco, tener a tus familiares sanos es un motivo de celebración.

Antes mencioné que a Patricia del Río le dicen “periodista”. Pero, después de hablar de tantos temas, si dijese tu nombre, ¿cómo lo definirías?

La curiosidad marca mi existencia y no tengo ningún miedo a tomar retos de todo tipo. Profesionales, deportivos o personales. Eso es lo que me define, pero creo que ahora sí me atrevo a decir algo que antes me demoraba en asimilar: soy una escritora.

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