Historias que perduran en el tiempo

[Ilustración: Noelia Manrique / ChatGPT]

El mundo de la literatura se encuentra en constante cambio; sin embargo, existen ciertas obras que no pierden vigencia. Estos son los clásicos literarios, pero ¿qué los hace ser uno?

Por Noelia Manrique y Rafael Ortega

A puertas de la 29° edición de la Feria Internacional del Libro, existen ciertas obras que desde la primera edición se han encontrado entre los estantes de las librerías. Y no solo eso. Hasta el día de hoy, miles de personas siguen regresando a estos textos y, aunque en muchas ocasiones ya saben de qué va la historia, lo leen con el mismo cariño con el que lo hace una persona que lo revisa por primera vez.

La lista de obras de los clásicos literarios es amplia y su contenido, variado. Goethe, Allan Poe, Dostoievski, Homero o Gabriela Mistral son algunos de los nombres que se nos pueden venir a la mente cuando se habla de literatura. La Real Academia Española tiene hasta 10 formas de definir la palabra “clásico”, pero la verdadera pregunta es: ¿qué hace que una obra pertenezca realmente a esa categoría? En un mundo que no deja de producir textos —y donde la literatura ya no se limita al papel—, esta duda cobra más relevancia que nunca.

Sin fecha de caducidad

La Odisea, Romeo y Julieta, Las mil y una noches, Don Quijote de la Mancha, Crimen y castigo. Son solo algunos ejemplos de títulos que han trascendido las barreras del tiempo y que se han quedado en la mente de millones de lectores. Italo Calvino, en su obra Por qué leer a los clásicos, indicaba que la razón detrás de que estas historias se mantengan el tiempo estaba en la posibilidad de dar múltiples lecturas y cada vez encontrar nuevas cosas.

“Los libros clásicos son aquellos libros que nosotros nos arrancamos del pasado y los colocamos en el presente como si hubieran sido escritos hoy”, declaró el escritor y poeta, Jorge Eslava. Para él, la vigencia de estas obras radica en su esencia profundamente humana, no se esconden los amores, pérdidas, juegos y sueños. Sin embargo, su espacio en el tiempo no solo está en su carga afectiva. También indicó que gran parte del mantenimiento de ciertas obras se encuentra en el contenido académico que se ha hecho alrededor y que ha dado espacio para la crítica.

En el texto La importancia de la lectura de los clásicos que Alicia Stacco realizó para la Universidad Complutense de Madrid, una de las principales reflexiones se encontraba en el impacto que podrían tener estos en la sociedad. “Si algo está claro es que estos libros nos hacen más humanos y, por ello, más libres como personas”, indicó. Esta afirmación resume una idea clave: los clásicos no solo son obras literarias de valor histórico o estético, sino herramientas vivas que siguen moldeando nuestra manera de pensar, sentir y actuar.

“Si en el año 2025 seguimos leyendo El Quijote, las tragedias griegas o autores como Goethe, es porque esos textos encierran lecciones importantes para la vida. Son historias donde podemos reconocer las dificultades, la oscuridad, pero también su luminosidad”, declaró Alonso Rabí, literato y docente de Lengua y Literatura en la Universidad de Lima. Para él, los textos pueden nacer de determinada manera, pero es el tiempo el que se va a encargar de darle nuevos significados.

Más allá de los lectores

También sucede que mucha gente asocia un clásico como un libro que ha sido leído por multitudes o que, al menos, construyó una fiel comunidad lectora desde el principio. Sin embargo, según los expertos, la popularidad de una obra es un factor poderoso, mas no determinante para clasificarla como clásica o no. Para Eslava, hay libros de consumo que tienen un alto grado de lectoría, pero que, al final, no van a quedar como clásicos.

“Por ejemplo, Harry Potter es la saga más leída del último siglo; no obstante, no va a constituir un clásico de la literatura universal. Sino, más bien, será un fenómeno de la industria editorial porque se experimentó como nunca antes en términos de marketing y promoción. Por lo tanto, la cantidad de lectores no garantiza la calidad de un libro”, explicó el autor.

Una muestra de ello son los libros que, en su momento, fueron censurados y no pudieron masificarse hasta cientos de años después. Desde intrépidas lecturas feministas como Madame Bovary hasta picarescas novelas como el Lazarillo de Tormes y Don Quijote de La Mancha, estas lograron superar las restricciones impuestas tanto por las autoridades como la Iglesia y abrirse un espacio dentro del canon literario actual.

Por ejemplo, según Rabí, recién es a partir del siglo XIX, casi doscientos años después de su publicación, que la lectura de El Quijote empieza a cambiar. Poco a poco, la academia se orientó a examinar su estructura encontrando que era un libro que, de alguna forma, fundaba la novela moderna. “Es un libro riquísimo y casi inagotable en cuanto a recursos. El texto no nace como clásico, pero los lectores y las lecciones que encierra lo convierten en uno”, declaró el literato.

Mientras que, enfocándonos en la actualidad, sucede todo lo contrario. Múltiples libros se han vuelto virales gracias a las redes sociales y a los pocos meses de su lanzamiento ya son bestsellers. No obstante, la verdad es que esto no garantiza que realmente vayan a ser obras maestras que perduren en el tiempo. De acuerdo con Eslava, por la inmediatez de estos tiempos, las temáticas que abordan son muy ligeras, dejando de lado la posibilidad de escribir historias profundas, reflexivas y qué hablen sobre los grandes ideales de la sociedad.

En ese sentido, aunque la popularidad puede ser un factor importante para que grandes narraciones no se pierdan en el tiempo, los especialistas consideran que es más aún relevante su facultad para trascender, así como su poder para dejarnos pensando en su mensaje. Entonces, al mirar cuáles libros de las décadas recientes podrían calzar dentro de la categoría de clásico, surgen demasiadas dudas.

Un nuevo capítulo

Actualmente, la forma de leer ha cambiado. Los textos siguen siendo textos, pero la manera en que los lectores se acercan a ellos ya no es la misma. La oralidad, a través de los audiolibros o podcasts narrativos, va recuperando nuevamente el espacio que perdió siglos atrás. Además, los e-books e historias nacidas en plataformas digitales cobran mayor relevancia a comparación de los libros en físico. Por lo tanto, en un contexto en el que cualquiera puede escribir y obtener miles de lecturas rápidamente, Eslava criticó que los títulos pierden trascendencia.

Para él, los nuevos clásicos serán las obras del siglo pasado de grandes novelistas como Mario Vargas Llosa, particularmente su disruptiva La ciudad y los perros. “Esta aparece en un momento en que la literatura en el Perú y en Hispanoamérica era muy diferente. Vargas Llosa llegó con un libro completamente novedoso y con técnicas narrativas que no se habían visto en la literatura hispanohablante”, comentó el escritor. 

Lo mismo opinó sobre el peruano Bryce Echenique. “Él es uno de los últimos clásicos peruanos. Tal vez Carlos López de Gregori podría hacerse un espacio como un clásico de la poesía. Pero en los últimos 40 años de la literatura nacional no he visto un escritor de gran peso”, confesó. En esa misma línea se perfila la lista de Rabí, pues para él los grandes referentes de la literatura peruana serán Julio Ramón Ribeyro, César Vallejo y José María Arguedas.

En cuanto al ámbito internacional, Eslava destacó que Roald Dahl, Gianni Rodri y Michael Ende serán futuros clásicos de la literatura infantil desde su punto de vista. Mientras que Antonio Tabucchi sería uno de los grandes representantes de obras para un público más adulto. Sin embargo, aunque son muy pocas, esto no quiere decir que en el siglo XXI no se hayan publicado obras de gran valor.

Dentro del colosal catálogo de libros lanzados al mercado en los últimos años, Rabí vislumbró una que otra historia que podría ganarse un espacio dentro del nuevo canon literario que las futuras generaciones tendrán como estándar. “Yo creo que hay clásicos. Por ejemplo, en la novela gráfica Maus, de Spiegelman sería uno, Watchmen sería otro, y así podríamos ir mencionando varios”, destacó el literato.

Entonces, aunque las tendencias actuales prioricen la viralidad, las temáticas ligeras y la inmediatez, resulta imprescindible mirar al pasado y comprender qué convirtió a una obra en un clásico. Así, al observar hacia dónde se dirige la literatura actual, será posible detectar si es que contaremos con nuevas obras maestras. Al fin y al cabo, tal como sucedió siglos atrás, no se trata solo de cuántos leen un libro, sino de cuánto de este permanece en quienes lo leen.

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