La sangre posee cualidades invaluables para todo aquel que lo necesite en cualquier intervención médica. En un país donde el altruismo no se pone en práctica, el acto caritativo de salvar vidas permanece en un permanente jaque de nunca acabar.
Por Paolo Velita, Gerardo Zea y Andrea Lazo
Las emergencias siempre existen. Ya sean de madrugada, día o noche, nadie sabe cuándo la gravedad llamará a la puerta del presente. A veces, esos accidentes se tornan críticos. La gravedad de la lesión motiva a recurrir a transfusiones o extracciones de sangre inmediatas, debido a las pocas reservas que poseen los centros de salud. Aunque podría parecer un problema puntual, en el fondo revela una realidad mucho más alarmante: la falta de donaciones de sangre en el país.
La arteria del problema
Desde el inicio del siglo XXI, al Perú le ha costado adoptar el altruismo en las donaciones. De acuerdo a cifras estadísticas de la Dirección de Banco de Sangre y Hemoterapia (Diban), el país pasó de tener 0.08% en 1997 a 20% de donaciones voluntarias al 2024, con más de 96 mil muestras de las 481 mil 232 unidades de sangre recolectadas en total. Son casi tres décadas donde solo se ha alcanzado una quinta parte de este tipo de donantes. A pesar de ello, esto aún continúa representando una cantidad baja de voluntarios. Dicha cifra se ve influenciada por distintos factores que desaniman e impiden la donación.
Ya sea por páginas web, chats grupales o el boca a boca, la desinformación acerca del tema es un arma de doble filo. Esto puede traer consecuencias en la frecuencia de donantes en el país. Mitos como realizar la donación en ayunas, la exclusividad a personas no tatuadas, o contraer infecciones de transmisión sexual son algunas de las que circulan por estos espacios ya mencionados.
Para Joe Avendaño, director del Banco de Sangre del Instituto Nacional del Niño de San Borja (INSNSB), estas afirmaciones se deben de ir erradicando del consciente social, ya que se convierten luego en una fuerte barrera para atraer nuevos donantes. Asimismo, sostiene que los procedimientos son realizados por equipos estériles, por lo que no representa ningún riesgo de infección, siguiendo el proceso de extracción indicado. Eso sí, los potenciales donantes deben de ir bien alimentados, sin ningún tipo de enfermedad o medicamento prescrito. Esto para elevar las chances de conservar las muestras obtenidas a la hora de filtrar las unidades de sangre y plaquetas.
Asimismo, el simple ejercicio de donar estos elementos puede traer beneficios para nuestro torrente sanguíneo. En declaraciones para el portal web del Estado, Milagros Ramírez, exjefa del Banco de Sangre de la Institución Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN), la concesión permite la generación de nuevas células que renuevan la sangre, así como la regulación de los niveles de hierro en el sistema circulatorio. Además, la especialista sostuvo que estimula la generación de glóbulos rojos por la médula ósea, mientras se minimizan los riesgos de sufrir ataques cardíacos y cerebrovasculares al haber menor bloqueo arterial.
Una mirada a los vecinos del frente
El acto de realizar una donación sanguínea aún se encuentra anclado más a la urgencia que a la convicción. Las cifras anteriormente dichas nos lo confirman; sin embargo, ¿se percibe el mismo panorama en otros países de la región?
En Argentina, país donde hay retos similares a Perú, la situación ha mejorado a través de las políticas públicas claras. Según datos del Plan Nacional de Sangre de dicha nación, en 2007 solo el 13% de las donaciones eran voluntarias. Para el año 2020, esa cifra aumentó a más del 40% a nivel nacional, donde provincias como Santa Fe, Córdoba, Mendoza o Buenos Aires Ciudad superaron el 50% de estas. El elemento clave fue introducir la cultura voluntaria a través de la educación en salud y ciudadanía. Gracias a programas educativos en las escuelas secundarias, universitarias y espacios comunitarios.
Otro caso a destacar es el de Colombia que, a pesar de haber sufrido una crisis de donantes a inicios de siglo, logró incrementar la donación voluntaria en un plazo de 20 años. No obstante, la principal diferencia que existe entre novedosas realidades es que el país cafetero siempre ha tenido un colchón altruista del qué apoyarse.
De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Salud colombiano (INS), en 2004, la donación voluntaria representaba un 55.5% de los donativos; para 2024, el porcentaje se elevó a un 93.8% del total, de las cuales un 26.2% corresponde a donantes frecuentes (dos o más veces por año). Este aumento es fruto del trabajo constante de la Red Nacional de Bancos de Sangre y Servicios de Transfusión y la instauración en la consciencia de la población de donar sangre como un gesto solidario y desinteresado.
Por tanto, la comparación con estos países permite evidenciar la notoria diferencia. El Perú necesita una severa inyección de ímpetu para colaborar, siempre y cuando se desprenda de los intereses e imposiciones personales de por medio. Lo logrado por estas dos naciones del continente es el resultado de décadas de inversión en educación sanitaria, campañas constantes y una estructura de salud organizada. Los frutos no se obtienen “de un día para otro”, sino mediante políticas sostenidas en el tiempo, coordinación interinstitucional y una visión a largo plazo.
Además de ello, han comprendido que la donación de sangre no debe solo depender de una emergencia, sino de concientizar al ciudadano para que adopte esto como un hábito. La falta de relevancia en la formación estructurada en temas de salud, responsabilidad ciudadana y solidaridad desde la etapa escolar genera generaciones desinformadas, que crecen sin comprender la relevancia de la donación de sangre. Esta exclusión educativa no solo perpetúa la indiferencia. Además, reduce significativamente la capacidad de una respuesta consciente y solidaria de la ciudadanía ante las necesidades del sistema de salud.
Un torrente de oportunidades y posibilidades
Lo cierto es que el Perú aún tiene un largo camino por recorrer para mejorar sus índices de donación voluntaria. Aun debe construir una cultura solidaria, informada y libre de presiones en la que la donación. Por otro lado, debe considerarse una excepción ante una urgencia, sea parte de una ciudadanía comprometida.
En declaraciones para este medio, Carlos Peña Diaz, hematólogo miembro de la Sociedad Peruana de la Sociedad Peruana de Hematología, sostiene que se debe promover la donación de sangre desde el colegio, iniciando por los docentes. Al ser significativos en la cadena de enseñanza, son ellos quienes pueden poner incentivar la formación cívica y ciudadana de los más pequeños.
“Esos niños van a crecer en algún momento y, una vez que ellos sean adultos, van a inculcar a sus propios hijos, y va a haber un cambio generacional para que, en un futuro próximo, esto vaya a cambiar y exista una cultura como tal, como se ve en muchos países desarrollados”, apuntó Peña. Asimismo, para el médico es crucial que esta formación empiece desde la escuela. Eso para moldear nuevas generaciones con una comprensión más profunda del impacto que tiene su participación, y así gestar un cambio apuntando al futuro.
En simultáneo, se debe pensar también en otro plan: atraer a los donantes y no soltarlos. Para ello, las ideas no escatiman y algunas ya han sido ejecutadas. Desde el INSN de San Borja, se han elevado acuerdos con distintos centros comerciales como Real Plaza, La Rambla y empresas como Cencosud para el acondicionamiento de un espacio designado para captar las concesiones sin tener que ir al centro médico nacional o particular.
Asimismo, otra estrategia destacada por Avendaño es la creación del “Donamovil”, un vehículo que recorre diferentes distritos de la ciudad para extraer muestras de sangre. De esa forma, facilita el acceso de la ciudadanía por encontrar vías solidarias sin ningún tipo de excusa. Otro punto a tener en cuenta es la experiencia que supone ir a los centros de salud.
Volver más amigable, efectivo y ágil el proceso es un aspecto que se toma mucho en cuenta. Especialmente en el área que maneja el doctor Avendaño, quien constantemente trata con pacientes menores de edad. La punzada puede doler, pero el trato y el servicio es algo que puede ser determinante para mantener fidelizado al donante o alejarlo de una nueva oportunidad caritativa.
Las cifras nacionales son realistas, duras y críticas, pero las ideas por cambiar estos parámetros y estadísticas no son escasas ni poco creativas. Tan solo queda afrontar la situación en unidad, aliando la ciudadanía y la educación. Una combinación de las políticas públicas sostenidas con los programas educativos deben ir en una sola dirección: un gesto solidario. Uno que sea invaluable para aquel que la necesita con urgencia, un gesto que literalmente puede otorgarle vida a quien está perdiendo aquella batalla.