Aun con el fútbol como protagonista, un deporte distinto emerge en el panorama nacional. El fútbol flag, una adaptación dinámica del fútbol americano, desafía la falta de visibilidad y recursos para trazar su propio camino.
Por Alejandro Piña y Matías Illescas
El fútbol americano aún es un deporte poco difundido en nuestro país. Para muchos, su imagen se limita a los tacleos violentos, el Super Bowl y a un balón ovalado difícil de entender. Sin embargo, detrás de esa percepción hay una disciplina compleja, estratégica y con variantes que hoy comienzan a ganar terreno. Una de ellas es el fútbol flag, una adaptación que surgió originalmente como deporte de militares pero hoy en día ha desarrollado una categoría masculina y femenina. Como este, existen muchos otros deportes que en el Perú se ven opacados por el fútbol y, en menor medida, por el vóley.
La falta de visibilidad, los pocos recursos o hasta una despreocupación de la federación de la que dependen, son obstáculos diarios para los practicantes de estos deportes. En un ecosistema dejado de lado, olvidado, los entusiastas del fútbol flag lograron que el deporte haya comenzado a crecer, y no solo eso, sino que haya llegado a la gran escena del deporte internacional.
El juego invisible
Aunque no lo parezca, el fútbol flag lleva existiendo desde hace muchos años. Surgió alrededor de 1930 con el nombre de “Touch and Tail football” (“Fútbol de Toque y Trapo” en español) y era un juego donde cada jugador llevaba un trapo en la parte trasera de su pantalón, y el objetivo de la defensa era remover ese trapo para detener la jugada.
Sin embargo, el desarrollo más significativo del juego se dio durante la Segunda Guerra Mundial, alrededor de 1940. El juego era una actividad recreativa creada específicamente para los militares estadounidenses, con el objetivo de mantenerlos en forma, pero a la vez evitar lesiones.
Después de la guerra, el deporte pasó de llamarse “Touch and Tail football” a “Flag Football”, o fútbol flag en español. Los militares que lo habían practicado durante su servicio contribuyeron a su difusión en los ciudadanos. Una de las primeras ligas del deporte se estableció en Missouri, marcando el inicio de la organización más formal del deporte.
No fue sino hasta 1971 que empezó a consolidarse una estructura competitiva del deporte con la National Touch Football League (NTFL), la cual sentó las bases para el desarrollo de este deporte a nivel nacional en Estados Unidos. Con el paso del tiempo, se desarrolló el sistema de cinturones y banderas que se usan en la actualidad. Con ello, se uniformizaron las reglas y el equipamiento, favoreciendo su expansión en el mundo.
Así llegó también a nuestro país alrededor de 2010, impulsado en parte por el éxito que tuvo en México. Y en 2018, se fundó la Liga Peruana de Fútbol Americano (LPFA), reconocida por el Instituto peruano de Deporte (IPD). En ella juegan ocho equipos y tres categorías: masculina, femenina y sub-18 y entre los equipos más conocidos están Panteras, Black Diamond o Angels.
Se trata de una liga en crecimiento con altas expectativas, especialmente tras el reciente reconocimiento del fútbol flag como deporte olímpico. Como comenta Telmo Tejada, coach de la defensa de Panteras, “ahora tenemos apoyo del IPD, hace unos meses se contactaron con nosotros a través de la directiva y, así como nos están apoyando, nosotros estamos reforzando con la enseñanza a niñas (…) Porque a través de los jóvenes es que se desarrolla un deporte”.
Sin embargo, el soporte que les dan actualmente no es suficiente, ya que recurren a sus propios medios para comprar su indumentaria, uniformes y alquilar la cancha. Después del fútbol, y algunas veces el vóley, los demás deportes terminan siendo olvidados.
El peso de no ser solo fútbol
Entre tantas disciplinas que han sido relegadas por un público que solo tiene ojos para el balompié, es imposible no detenerse en el caso del fútbol flag. Por más que tenga reglas claras y esté vinculado a una disciplina de gran peso internacional como el fútbol americano, sigue siendo invisible para gran parte del país. No tiene presencia en noticieros, no ocupa espacio en los medios y mucho menos se discute en los círculos tradicionales del deporte peruano. Esa falta de visibilidad no solo lo relega del interés general, sino que también lo desconecta del apoyo institucional y económico que necesitan este tipo de iniciativas.
En ese sentido, el periodista deportivo, Ricardo Montoya, explica que el problema radica en la relevancia que se da a los deportes. “En la medida que se entienda la importancia del deporte en un país y el nivel de influencia que tiene, creo que se va a adoptar como política de Estado destinar más fondos y más capacitación en distintos deportes para los diversos deportistas, de manera que eso sea mucho más plural”, indica.
Este fenómeno no es exclusivo. Disciplinas como el rugby, el hockey, el béisbol o incluso el básquetbol también se sienten marginadas dentro de la cultura deportiva peruana. En el país, si no es fútbol –y en menor medida el vóley–, la atención simplemente no existe. No importa cuántos partidos se ganen o cuántas medallas se obtengan: el silencio mediático es casi total. Si no fuera así, ¿por qué el tiro, nuestro deporte olímpico más exitoso, sigue estando tan olvidado? No se trata de rendimiento, sino de visibilidad, y ese es el gran punto ciego de nuestro ecosistema deportivo.
La falta de atención pública trae consigo consecuencias estructurales que resultan difíciles de revertir. La mayoría de equipos debe autofinanciarse, entrenar en espacios públicos y cubrir de su propio bolsillo gastos que en otros países son responsabilidad de federaciones o patrocinadores. Muchas veces, tienen que reciclar implementos deportivos, diseñar sus uniformes de forma casera o competir sin siquiera contar con un cuerpo técnico completo.
Lo que en otros lugares podría vivirse como una oportunidad de crecimiento, aquí se vuelve una lucha diaria por mantenerse en pie. A pesar de todo, el fútbol flag ha logrado resistir. Aunque no existen selecciones nacionales formales aún, varios equipos entrenan por su cuenta y organizan torneos locales con pasión y dedicación. No ha sido fácil, pero el esfuerzo colectivo ha dado frutos para mantener vivo este deporte en el Perú. Y aunque ha sobrevivido con lo justo hasta ahora, se avecina un escenario donde todo podría cambiar para quienes han luchado por mantener el flag contra todo pronóstico.
Ante los ojos del mundo
Este deporte está a punto de vivir un momento histórico en el Perú: por primera vez, la disciplina formará parte de unos Juegos Panamericanos, y será nada menos que en Lima 2027. Esta oportunidad no solo coloca al flag en el mapa deportivo nacional, sino que también abre puertas para que miles de jóvenes descubran un deporte lleno de estrategia, velocidad y pasión, lejos de la violencia del tackle tradicional. La expectativa crece y la comunidad local está lista para demostrar que el flag tiene todo para consolidarse y desarrollarse.
Ante esta situación, Tejada comenta sobre la oportunidad que se abre con los siguientes Panamericanos 2027. “Para nosotros, el Panamericano va a dar pie a que podamos tener un mejor nivel. Porque en realidad vemos que hay otros países como Estados Unidos y México que son potencias. Pero también están habiendo otros que están creciendo a nivel técnico”, detalla el entrenador, con la esperanza de que en nuestro país su deporte también crezca.
En paralelo, a nivel internacional, la NFL anunció recientemente que permitirá que sus jugadores participen en competencias oficiales de flag football en eventos internacionales. Este respaldo de la liga más importante de fútbol americano aporta un valor significativo a la disciplina, abriendo puertas para que este gane prestigio y se acerque a ser un deporte olímpico reconocido oficialmente.
Sin embargo, para aprovechar estas ventanas de oportunidad, el fútbol flag en Perú enfrenta el desafío de fortalecer su organización y profesionalizar su desarrollo. Esto implica crear programas de formación técnica, establecer competencias regulares y buscar alianzas estratégicas que permitan contar con recursos suficientes para crecer. Solo así se podrá sostener el entusiasmo actual y dar pasos firmes hacia un futuro más sólido y competitivo.