El politólogo Omar Awapara explica el panorama electoral de los próximos comicios y la preocupación que estos representan. Además, reflexiona sobre la crisis partidaria que atraviesa el país.
Por Matias Illescas
Con las elecciones generales de 2026 a menos de un año, la inscripción de 43 partidos, una cédula electoral que haría ver pequeña a una hoja A0 y denuncias de falsificaciones de firmas, la incertidumbre empieza a sobresalir dentro de la escena electoral.
Por ello, en Nexos conversamos con Omar Awapara, politólogo y secretario general de Transparencia, para que nos ayude a entender las circunstancias que afrontaremos en los próximos meses y alguna posible salida a esta crisis política.
Hablando sobre las elecciones del siguiente año y los 43 partidos que ya están confirmados como inscritos, ¿cómo cree que la cantidad de partidos influirá en el panorama electoral?
Es algo muy complicado desde dos puntos de vista. Desde la perspectiva de la oferta, lo estamos viendo en estas semanas con las denuncias sobre falsificaciones de firmas. 43 partidos es un número que no refleja realmente la calidad de la oferta. No existen 43 ideologías. No existen 43 líneas políticas, y vemos eso con mucha preocupación en Transparencia.
Lo que hemos estado tratando de hacer es promover la formación de alianzas, que más o menos se aglutinen los partidos en torno a algunos frentes o coaliciones. También pensando en lo que va a pasar después del 28 de julio una vez que asuma el nuevo o la nueva presidenta y, tenga que lidiar con ese nivel de fragmentación.
Desde el lado de la demanda, lo vemos con preocupación también y nuestro interés en las alianzas es porque es muy difícil para el ciudadano llegar a una elección con 43 opciones y miles de candidatos. Es imposible poder tener un voto informado y va a ser muy difícil el propio proceso de votación. Según la ley, un ciudadano tiene un minuto para estar en la cámara secreta y, con 43 partidos y seis elecciones en paralelo, se vuelve complicado pensar que esto vaya a ser así. Va a haber lugar para mucho error involuntario, probablemente va a haber mucho voto viciado y por ello un proceso de escrutinio eterno. Las mesas de votación no van a cerrar hasta muy entrada la noche. En general es un proceso electoral que vemos con bastante temor.
¿A qué se debe el hecho de que cada año aumentan los partidos inscritos?
Hay una serie de factores estructurales y también coyunturales. En el Perú tenemos una crisis del sistema de partidos y de representación política en general desde hace treinta años por lo menos, lo que ha permitido la proliferación de movimientos personalistas de vehículos electorales que solo se basan en llevar la carga de un individuo. Si tuviésemos dos, tres o cuatro partidos fuertes, una persona no tendría el incentivo de crear su propio partido, sino más bien de sumarse a una fuerza política y de inscribirse en el partido X o Y.
Lamentablemente, no existe eso. Entonces los propios resultados electorales se traducen en un incentivo para decir “quiero incursionar en la política, tengo un grado de chance de salir presidente de la República”. Sobre todo cuando vemos casos de outsiders como Pedro Castillo, que no era realmente conocido hasta enero del 2021.
Por otro lado, también hay una regulación pobre y una serie de incentivos que hacen que un partido político pueda ser casi como una empresa. Fundar un partido político para luego lotizarlo de alguna manera y vender puestos en una lista parlamentaria, para alcaldías o gobiernos regionales. Se vuelven como franquicias y no realmente partidos políticos. Hay una serie de incentivos negativos que espantan más a la gente. No se crean lealtades, no se crean organizaciones que persistan en el tiempo, y todo eso hace que el ciclo sea muy volátil y frágil, y que en cada elección tengamos otra vez nuevos pretendientes a llegar al poder.
Probablemente de los 43 partidos, se formarán alianzas, así que ahí puede bajar ese número. Pero, también, luego de las elecciones, ¿muchos de estos partidos probablemente morirían?
Deberán morir, van a perder la inscripción. Salió un informe en Perú 21 de un trabajo que realizamos –en Transparencia– con Ipsos. Hay un 70% de probabilidades, más o menos, de que solo entren de dos a cinco partidos al Congreso. Eso significa que, aproximadamente, cuarenta partidos políticos van a perder su inscripción. Otro incentivo negativo es que esa inscripción no la pierden hasta pasada la elección subnacional de octubre del 2026.
Entonces, aun perdiendo esa elección y la valla, pueden competir en la siguiente elección regional y municipal, donde además van a haber nuevos porque los partidos siguen en el proceso de inscripción. Ya no entran a la etapa de la elección general, pero todavía llegan habilitados a formar parte de las elecciones subnacionales.
¿Cuál podría ser la manera en que los partidos vuelvan a tener ideología más allá de simplemente ser el vehículo de un personaje?
Es bien difícil. Yo tengo una mirada un poquito más histórica. En el mundo, la mayoría de partidos políticos fuertes en la historia se originan de transformaciones complejas en la sociedad, de cambios bruscos como la revolución industrial o como la formación del estado moderno, que crean divisiones muy profundas en la sociedad. Jerarquías entre el proletariado y la clase empresarial que dan lugar a partidos de izquierdas o divisiones entre bandos más seculares y católicos. Por ejemplo, hay una democracia cristiana muy fuerte en muchos países de América Latina y de Europa.
Existe lugar también para agendas nuevas, para partidos verdes que defienden el medioambiente. Sin embargo, más que la ideología, también depende del profesionalismo, de la política y de los incentivos para atraer a este mundo gente que realmente está comprometida con una causa o con valores que buscan ver reflejados para bien de toda la sociedad, y no en nombre de intereses particulares. Y también creo que ahí hay una tarea de parte de la ciudadanía: asegurarse de filtrar, de tener la capacidad de no permitir que advenedizos usen la política como una plataforma para defender intereses propios.
¿No considera que sería más conveniente para formar partidos que el sistema fuera parlamentario?
Hay gente que sostiene un sistema parlamentario, acompañado de cambios en el sistema electoral: de cómo elegimos, que Lima no tenga 33 congresistas, sino que haya 33 distritos uninominales de candidato único que representen distintas porciones geográficas de la Gran Lima. Hay contribuciones teóricas que dirían que el parlamentarismo podría funcionar, pero normalmente ejerce mejor cuando hay solo dos partidos. Tendemos a pensar que esto se desempeña muy bien por el ejemplo de Gran Bretaña, donde hay dos partidos fuertes, pero en condiciones en las que frecuentan muchos partidos, y no tan ideologizados, es un poco más difícil pensar en eso.
Habría que ver, tenemos una fuerte cultura presidencial. Chile acaba de pasar por un proceso constitucional que no tuvo éxito en aprobar una nueva constitución, pero se discutió el sistema de gobierno y se coqueteó con la idea de ir hacia un semipresidencialismo o un parlamentarismo, aunque no llegó a darse el cambio. Pero hay gente que sostiene que esa sería una salida posible. Mi temor sería a que nunca se forme gobierno. Acá hay una crisis permanente.
Pero, a la larga, ayudaría a que los partidos se formen como algo más concreto. Eventualmente en el futuro, probablemente, podrían formarse partidos que de ahí terminen formando gobierno…
Sí, el truco es que, normalmente, en un sistema parlamentario, necesitas ganar una mayoría en la elección. Luego de esta, va una formación de gobierno dentro del parlamento. Dicha formación de gobierno funciona muy bien cuando hay un partido de mayoría que gana más de la mitad de los escaños, entonces no necesita nada para formar gobierno. Yo creo que ayudaría a consolidar ciertas líneas y principios, pero no hay nada que lo garantice. Podemos caer también en la incapacidad de más de un partido de formar una coalición que le permita formar gobierno.
Ahora que vamos a tener bicameralidad, ¿podría influir en los partidos?
Nosotros –en Transparencia– hemos estado a favor del bicameralismo, creemos que introducen elementos más de reflexión y una cámara más en el principio de separación de poderes también. Podría ayudar a formar cierta lógica parlamentaria de colaboración entre diputados y senadores; podría devolver algunas prácticas que hemos dejado en el pasado. Para el caso de los propios partidos, no estoy seguro. Eso ya depende mucho de ellos también, de la disciplina partidaria, la lealtad, de sus propios liderazgos.
Pero vamos a tener, en este nuevo esquema, dinámicas que no mucha gente recuerda porque la última vez que tuvimos Senado fue hace más de treinta años. Entonces, va a ser un experimento interesante. Creo que, en el agregado, debería ser positivo porque al menos aumenta el número de representantes –tenemos un déficit en ese sentido– y le baja un poco el ímpetu a un congreso que ha sido bastante volátil en su legislación en los últimos años.
Finalmente, se puede decir que el problema también es que el Congreso no tiene legitimidad…
Es verdad, la idea sería que, en su funcionamiento, el Congreso también demuestre un compromiso con el interés nacional que construye esa legitimidad. Los congresos en el mundo son impopulares, eso es algo natural, pero sí ha habido casos recientes en el Perú donde no eran de tal manera. En algún momento lo fueron por temas populistas cuando liberaron las AFP. No obstante, este llegó a tener una aprobación decente.
Hoy nos quedamos con la idea de que es un mal Congreso, con poca aprobación, pero no es algo inalcanzable. Y mucho depende también del propio ejercicio, del poder. Por lo tanto, va a depender de cierta madurez y responsabilidad política de quienes guían al poder, el construir esa legitimidad que se la ganan en las urnas, pero la pierden a los dos o tres días.