Un evangelio con sabor popular

[Foto: ANDINA]

Aunque no se encuentre en cuerpo, su alma sigue en el corazón de todos los peruanos que luchan diariamente por salir adelante. En lo que sería su cumpleaños número 75, ¿por qué la imagen de Chacalón sigue tan presente?

Por Rafael Ortega y Ana Paula Arellano

El 26 de abril de 1950 —aquel año en que la ciudad imperial fue devastada por un fuerte terremoto y en la capital llegaron los primeros televisores de América Latina—, al pie del cerro San Cosme, en La Victoria, nació un personaje al que el tiempo acabaría envolviendo en una mística que no lo abandonaría ni siquiera después de su muerte. A través de las letras de sus canciones, una nueva Lima que apenas comenzaba a formarse encontró en él un espejo, y su nombre se volvería sinónimo de devoción: Chacalón.

Hoy, el país ha atravesado una serie de transformaciones visibles en el aumento poblacional, los grandes edificios o el auge de las tecnologías. Sin embargo, persisten situaciones que, más que cicatrices, parecen enfermedades crónicas de la República: desigualdad, informalidad y discriminación. En medio de este escenario reaparece el también llamado “Faraón de la cumbia”, el “Ángel del pueblo” o el “Cristo popular”, presente en altares, rezos y alabanzas. Su figura, al igual que la de Sarita Colonia, ha sido santificada por el imaginario popular. A 75 años de su nacimiento, ¿cuáles son las razones que lo convirtieron en leyenda?

Voz del pueblo, nace una leyenda

En el eco de una ciudad que no los esperaba, llegan millones de inmigrantes andinos con una maleta ligera y millares de sueños por cumplir a poblar las laderas de Lima en el siglo XX. Lorenzo Palacios Quispe nace no solo en un nuevo espacio, sino también en una nueva frontera: la que resiste desde los márgenes.

“Para hablar de Chacalón hay que tener en cuenta tres dimensiones: la persona, Lorenzo Palacios; el personaje, Chacalón; y el sujeto social que surge en Lima de 1950”, explica Arturo Quispe, sociólogo y autor del libro Estética chicha: nuevas sensibilidades, expresión y creatividad popular en Lima. Para el especialista, no es simplemente la creación de un nombre artístico, sino de un medio para conectar los diferentes barrios, buscando unir el calor andino con el frío de la ciudad.

A lo largo de su vida, a pesar de su enorme pasión por la música, nunca tuvo la posibilidad de estudiarla; solo podía sentirla en la sangre. Se desempeñó en otros oficios al alcance de sus manos: fue zapatero, repartió periódicos y también ganaba unas monedas como animador los fines de semana, además de cantar en bares y restaurantes. Chacalón comienza a vivir como un personaje construido desde el “nosotros”: una versión mística de su propia vida, que funcionaba como portavoz de todo un pueblo, junto a “La Nueva Crema”, a través de una mezcla de cumbia, huayno y rock que contaba viejas heridas.

Para Alfredo Villar, investigador y autor de Papá Huayco, novela que retrata la vida y obra de Chacalón, solo alguien que desarrolló en carne propia la marginalidad podía escenificar tan bien el sentir popular. La cárcel fue su casa durante un año, tras un desafortunado encuentro con un policía. Y aunque al inicio parte de la sociedad lo miraba con recelo, esa otra gente —la “olvidada”— nunca dejó de quererlo.

(La sociedad) veía tanto a Chacalón como a sus seguidores como personas casi delictivas (…) Estaba la idea que esas personas representaban a los achorados, a los que están en el limbo de la ley y el orden”, mencionó Quispe. Sobre el escenario, usó la tarima para aconsejar que dejaran el vicio y la delincuencia, pues él ya lo había vivido y logrado rehabilitarse.

Un santo entre nosotros

El 24 de junio de 1994, Día del Campesino, un joven Lorenzo Palacios de apenas 44 años falleció producto de un paro cardíaco. Aquel día, lágrimas inundaron las calles de Lima en el camino donde más de 20,000 devotos chacaloneros acompañaron el cuerpo desde la iglesia de Santo Cristo, en Barrios Altos, hasta el cementerio El Ángel en San Juan de Lurigancho. Sin embargo, a pesar de la pronta partida de la persona, su personaje se mantuvo y creó toda una mística alrededor. 

“En la Biblia hay un discurso, hay discípulos. En el caso de Chacalón, tal vez no haya eso, pero hay una canción que narra la historia del migrante. Entonces, ya no es una canción, es una oración”, declaró Juan Carlos Vela, profesor de la Universidad de Lima con maestría en Estudios Sociales y Políticos Latinoamericanos. Para el docente, Muchacho provinciano no es un elemento más en el repertorio de la chicha, sino un espacio de identificación que ni el Padre Nuestro había logrado encarnar, pues este sí hacía referencia directa a la realidad que atravesaba el Perú.

“Es la religión popular (…) Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, no te llena. ¿Qué te llena más? Cuando dices, busco una nueva vida en esta ciudad, donde todo es dinero y hay maldad, con ayuda de Dios sé que triunfaré y junto a ti, amor, feliz seré. (…)  Le da algo contundente que es el tema de la esperanza que siempre está puesta en una oración”, añadió. 

“Hay varias hermandades que se han organizado en torno a la figura de Chacalón para rendirle homenaje todo el tiempo. Todos los años van a ver a su personaje querido (…) No solo es un ídolo, sino el ídolo del pueblo”, mencionó Quispe. Para el sociólogo, la canción más conocida del “Cristo Popular” no tendría el significado que tiene ahora si no fuese por la figura que hay detrás. La mística y el cariño radica más en su cercanía, en que era un amigo más y que siempre mostró en su actuar el sentido de igualdad. “No es el artista que normalmente se ve a lo lejos con esa aureola de grandeza, de superioridad o de arrogancia que se presenta con personas que en realidad no tienen nada” declaró.

A Papá Chacalón se le ve en murales, combis, polos, altares y rezos. Hay quienes siguen dejándole flores y cantando a todo pulmón sus letras con la esperanza de alcanzar el éxito, como lo hizo él. A diferencia de un político —en quien el pueblo deposita sus anhelos con la ilusión de que algún día cumpla—, esta forma de “mesianismo” se construyó de otro modo: a través de una historia real, marcada por el conflicto, que mostró a un hombre capaz de salir adelante sin olvidar nunca de dónde vino.

El muchacho provinciano sigue cantando

Los datos actuales confirman que el territorio peruano donde cantó Chacalón no ha cambiado tanto como quisiéramos creer. Según la Encuesta Nacional de Percepción de Desigualdades 2024, realizada por Oxfam y el Instituto de Estudios Peruanos, el 59 % de la población considera que el lugar donde se vive la infancia determina las oportunidades futuras. El mismo porcentaje siente que Lima toma decisiones sin considerar al resto del país. Y más de la mitad de los peruanos afirma que sus ingresos no alcanzan. Estas cifras no sólo revelan una desigualdad persistente, sino también una herida que no cierra. Así, la figura de Chacalón vuelve a cobrar sentido: como símbolo de lo que sigue sin resolverse, pero también como una afirmación de existencia para quienes aún viven en los márgenes del sistema.

Más que ídolo, Chacalón fue —y es— un héroe popular. Pero no uno lejano ni idealizado, sino un héroe cotidiano, imperfecto, al que se sentía cercano. Esa relación de igualdad fue clave: cuando cantaba en un escenario, sus seguidores no lo miraban desde abajo, sino de frente. Lo sentían como uno de ellos. Por eso peregrinan a su tumba, le prenden velas y le hablan como se le habla a un santo que también sufrió. En él se proyecta una forma de espiritualidad barrial, mística, que mezcla religión, calle y memoria colectiva.

Chacalón sigue siendo contextualizado, cuando uno lee sus canciones se nota que sigue teniendo validez para la gente de ahora, sigue teniendo sentido. La gente las sigue cantando, y no solo eso, la sigue sintiendo”, mencionó Vela. Asimismo, añadió que el país sigue atravesando por grandes problemas estructurales que no hacen sino mantener viva la esperanza que trajo el Ángel del pueblo.

Por eso, en cada crisis, su figura vuelve con fuerza. Cuando la ciudad se tambalea, cuando el desencanto con los políticos crece y la pobreza aprieta, Chacalón reaparece como una suerte de consuelo colectivo. Es un recordatorio de que, incluso desde los márgenes, se puede cantar, resistir y ser escuchado. Su voz, cargada de historia y dolor, sigue siendo un eco que acompaña a quienes aún buscan un lugar en el país que los vio nacer, pero que muchas veces se niega a reconocerlos.

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