Juventud y giro a la derecha: ¿convicción o reacción?

(Ilustración: Adobe Firefly)

El juego político se ha trasladado a nuevos escenarios como las redes sociales, donde la juventud muestra una creciente afinidad por la derecha conservadora. ¿Se trata de una verdadera convicción ideológica o solo una reacción contra el status quo?

Por Cynthia Carmen

Personajes como Javier Milei en Argentina y Donald Trump en Estados Unidos no solo comparten una corriente ideológica, sino también un tipo de seguidores que no necesariamente los respaldan por sus propuestas, sino por sus personalidades y lo que representan.

Por ende, el enfrentamiento entre derecha e izquierda se ha trasladado a las redes sociales, donde los jóvenes, a menudo señalados como “apolíticos”, han cobrado un rol protagónico. Su apoyo a figuras de la derecha no siempre responde a una adhesión ideológica, sino a una reacción frente al discurso progresista dominante, lo que está redefiniendo el panorama político actual.

De Che a Milei 

A lo largo de la historia, la juventud ha sido un motor de cambio político y social. En los años 60, los movimientos socialistas y marxistas ganaron fuerza entre los jóvenes europeos, impulsados por el auge de las teorías críticas y el rechazo a los sistemas conservadores. En Estados Unidos, la guerra de Vietnam dio origen a un reclutamiento juvenil que, a través del movimiento hippie, promovía el pacifismo y la contracultura. En América Latina, las universidades fueron escenarios de luchas influenciadas por el marxismo, con manifestaciones y huelgas que buscaban transformar las estructuras de poder.

Con el paso del tiempo, estas doctrinas fueron mutando. La izquierda pasó de un discurso revolucionario a un progresismo que prioriza la lucha por los derechos de las minorías, el feminismo, el ambientalismo y la justicia social. Aunque estas causas han ganado terreno en los espacios políticos y culturales, también han generado resistencia en ciertos sectores que perciben en ellas una nueva forma de imposición ideológica.

En este contexto, ha surgido una reacción: una derecha renovada que combina un modelo económico liberal con un conservadurismo cultural. Su atractivo no radica únicamente en la defensa de valores tradicionales, sino en la confrontación con lo que consideran la nueva ortodoxia política. En redes sociales, foros y espacios de debate, esta postura ha calado entre sectores jóvenes que encuentran en ella una forma de provocación y desafío.

Para muchos, esta corriente representa una manera de diferenciarse del discurso dominante y así desafiar lo establecido. Más que una adhesión ideológica firme, en varios casos parece responder a un impulso de confrontación frente a un panorama en el que el progresismo se ha convertido en la norma dentro de ciertos círculos políticos y académicos.

La rebelión desinformada contra el sistema

Para comprender este fenómeno, se debe tener en cuenta que las condiciones actuales han propiciado su aparición. Sobre la cercanía de la juventud internacional actual a los temas políticos, un informe de Pew Research Center detecta que una proporción significativa de jóvenes se informa sobre política únicamente a través de las redes sociales. Dentro de esa estadística, más del 50% mantiene un nivel de conocimiento bajo sobre esta rama. Dicho informe revela que depender de una única fuente de información puede limitar su comprensión profunda de los temas políticos.

Carlos Novoa, internacionalista y periodista peruano, señala que nuestra sociedad encuentra poco interés por el ámbito político, lo cual contribuye al auge de la desinformación. “Si etiquetar a alguien como de derecha, izquierda o progresista sin conocimiento, contexto ni base genera desinformación y luego fomenta teorías infundadas, entonces enfrentamos un problema de percepción política”, define.

Si bien esto ya representa un problema, las plataformas sociales lo agravan. En una sociedad marcada por la inmediatez, las tendencias y la influencia de figuras mediáticas, el acceso a la información queda aún más expuesto a las fake news y la polarización política. En consecuencia, se refuerza el desconocimiento académico y serio de las corrientes ideológicas. “Estamos en medio de una batalla ideológica. Para algunos, la centroizquierda fracasó, lo que ha impulsado el auge de la derecha, respaldada por figuras como Trump y Milei. Esto ocurre también en España y otros países de Europa, y Perú no será la excepción”, complementa Novoa.

Históricamente, el plano internacional ha experimentado un vaivén marcado por procesos políticos, sociales y culturales, en el que la derecha y la izquierda se contraponen, ganando y perdiendo fuerza respectivamente. “La historia es cíclica. Ha habido periodos en los que países como EE.UU. y varias naciones europeas se mostraron abiertos a la inmigración, pero no todos lo aceptaron. Esto alimenta la reacción de quienes se vieron afectados negativamente, dando fuerza a posiciones en contra”, indica el internacionalista.

Si hablamos de un ejemplo más cercano, podemos señalar la migración venezolana en América Latina. Tras años de asentamiento masivo y los problemas surgidos en países como Colombia, Chile y Perú, han surgido voces de protesta que la señalan como un error de gestiones anteriores. “Actualmente, un político necesita apelar al odio o atacar a otra corriente, culpándola de los males sociales del país. En este contexto, surge un discurso de derecha que cuestiona todo lo hecho hasta ahora en política”, sostiene nuevamente Novoa.

El discurso de la cólera

La política reactiva nace como una respuesta de un contexto que se percibe como injusto o fallido. Es así como personalidades políticas como Donald Trump, Nayib Bukele y Javier Milei salen a relucir en sociedades llenas de hartazgo frente a sus propias problemáticas. Al sumarle el poder de las redes sociales, este régimen se ve alimentado por algoritmos que premian el contenido provocador, emocional y polarizante. Es común ver ediciones virales creadas por simpatizantes, donde se destacan frases repetitivas y provocadoras de estos personajes, pero sin ninguna reflexión política. 

“Si Trump dijera lo mismo sin el énfasis y la intensidad que le pone, no habría tenido el mismo impacto, especialmente entre los jóvenes. Lo mismo ocurre con Javier Milei. Un político actualmente necesita gritar, levantar la voz y acentuar sus palabras porque ha identificado un problema, le ha asignado un culpable y ese culpable debe ser odiado para atraer seguidores”, explica el periodista. Tras este discurso enérgico y emocional, se esconde un problema mayor. ¿Qué ocurre cuando la política está basada únicamente en discursos reactivos y no ideológicos? ¿Cómo se agrava el problema si las nuevas generaciones de votantes se rigen por este estilo de política?

“Es un gran riesgo que ya ha provocado o provocará un aumento del radicalismo tanto de derecha como de izquierda, así como un distanciamiento de los sectores de centro, que buscan el consenso y la conciliación de posturas”, detalla Novoa. En un escenario político cada vez más polarizado, donde el discurso se construye sobre la reacción y no sobre propuestas concretas, la juventud se convierte en un actor clave en la configuración del futuro.

El auge de figuras como Trump y Milei responde no solo a una adhesión ideológica, sino también a una necesidad de confrontar el discurso dominante y encontrar representación en la disrupción. Sin embargo, cuando la política se basa en la emoción más que en la razón, el riesgo de radicalización aumenta, debilitando los espacios de consenso y alimentando una sociedad donde la confrontación prima sobre el debate. En este contexto, la pregunta queda abierta: ¿seguirá la política guiándose por la indignación o podrá recuperar su capacidad de construir verdaderos proyectos de cambio?

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