Las inversiones chinas en el país despiertan entusiasmo y ambición por un futuro mejor. No obstante, es hora de evaluar qué tan fuerte y posicionado se encuentra el Estado peruano ante el envolvente poder del gigante asiático.
Por Matías Illescas y Rafael Ortega
La inauguración del megapuerto de Chancay ha puesto al Perú nuevamente en los ojos del mundo. Con una inversión total de US$3 mil 600 millones por parte de la empresa china Cosco Shipping, el proyecto promete transformar al país en un eje del comercio internacional. Sin embargo, esta millonaria construcción no es un hecho aislado, sino una pieza más dentro de la creciente red de inversiones y negocios que China ha establecido en las últimas décadas.
Las apuestas por invertir en nuestro país son cada vez más grandes y diversas. Como menciona The Financial Times, China es actualmente el principal socio comercial del Perú, con una inversión que supera ya los US$30 mil millones. Sin duda, esta situación despierta el entusiasmo de la población por las múltiples oportunidades que esta alianza podría traer, aunque no todo es optimismo
Según el semanario Hildebrandt en sus trece, el gigante asiático tiene intenciones de seguir expandiendo sus negocios, lo que empieza a generar inquietud en algunos sectores estratégicos por los riesgos de depender tanto de un solo país. ¿Cuál es el precio de esta relación y hasta dónde es saludable permitir tanta injerencia?
El vecino al otro lado del Pacífico
China mantiene actualmente más de 200 empresas operando en el Perú, consolidándose como un actor clave en la economía nacional. La magnitud de los proyectos en los que está involucrada refleja el nivel de influencia que ejerce en sectores estratégicos. Ejemplos de su presencia incluyen el Metro de Lima, la minera Las Bambas, la Carretera Central y la hidroeléctrica de Chaglla.
Así, el exministro de Energía y Minas, Rómulo Mucho, destacó ante la prensa que la inversión china en el sector minero peruano había alcanzado los US$11.371 millones, cifra que supera a países tradicionalmente influyentes como Canadá, México o Estados Unidos. Esto representa, aproximadamente, el 25% de toda la inversión extranjera en el país.
Y si bien la minería es uno de los sectores más destacados, el interés chino se extiende también a otras áreas, por ejemplo, los medios de comunicación. Acuerdos con entidades como el Instituto Nacional de Radio y Televisión del Perú (IRTP), América TV y El Comercio, son ejemplos de cómo China amplía su influencia más allá de los sectores productivos.
“Es claramente positivo para el país tener un flujo de inversiones de esta naturaleza”, declaró a Nexos el exministro de Comercio Exterior y Turismo, Juan Carlos Mathews. Manifestó que China no solamente ha dirigido su atención a nuestro país, sino que lo ha hecho a toda América Latina. “El Perú es una nación pobre que necesita divisas: Entonces, bienvenida toda la inversión que pueda haber”, manifestó a Nexos el analista Carlos Novoa, quien además es docente de la Universidad de Lima.
Sin embargo, existen grises en el asunto que hace que no todo sea tan perfecto. El tema de la electricidad limeña es particularmente relevante. En el 2020, la empresa china Three Gorges Corporation compró Luz del Sur, y en el 2023, su similar Southern Power Grid, fundada en Pekín, compró Enel.
Por lo tanto, el Estado chino, dueño de esas dos corporaciones, monopoliza la totalidad de la electricidad capitalina. “Es algo que no debió ocurrir nunca, me parece absolutamente irresponsable”,indicó a Nexos el analista Francisco Belaúnde. Para el experto, esta situación problemática puede hacer vulnerable al país ante alguna discrepancia con los asiáticos.
¿Será que se le está dando demasiada luz verde a los chinos? Para Mathews, si bien la inversión extranjera es positiva, se deben tener ciertos cuidados: “El Perú está bajo un modelo de economía social de mercado, y como tal, el Estado no debe perder de vista que también cumple un rol regulador”. En ese sentido, entidades estatales como Ositrán, Sunat e Indecopi deberían garantizar y fomentar la competencia, fijar precios, asegurar el cumplimiento fiscal y velar por la transparencia. No obstante, Novoa sostiene que “el Estado peruano es débil y que no podría frenar ciertas cosas que China ya está haciendo”.
Independientemente de las regulaciones, la notable cantidad de inversiones extranjeras que llegan al Perú es un reflejo claro de que somos una economía abierta, dispuesta a aprovechar nuevas oportunidades. China, en particular, ha sabido capitalizar esta apertura para avanzar en sus metas relacionadas con la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), conocida a nivel mundial como la “Nueva Ruta de la Seda”.
Este ambicioso proyecto global de infraestructura, que constituye uno de los pilares fundamentales de la política exterior del presidente de China, Xi Jinping, tiene como objetivo principal fortalecer la conectividad comercial entre los países y ampliar la influencia del gigante asiático en varios continentes.
La nueva Guerra Fría
“Los verdaderos amigos siempre se sienten cerca el uno del otro, sin importar la distancia que los separe”, afirmó Xi Jinping en una conferencia de prensa, refiriéndose a la relación de China con América Latina. En el caso de Perú, este sentimiento no solo se percibe, sino que se está materializando.Sin embargo, este vínculo también ha generado reacciones mixtas en otros países, particularmente en aquellos que se sienten afectados por el estrechamiento de los lazos entre el Perú y China. A raíz de esto, han empezado a tomar medidas, en algunos casos, defensivas.
El gigante asiático ha cultivado una relación mucho más cercana con América Latina que los Estados Unidos, cuyas autoridades, en los últimos 16 años, parecen haber olvidado la región. Desde que Xi Jinping asumió el poder en el 2013, sus frecuentes visitas a Latinoamérica superan en número a las de los presidentes estadounidenses Barack Obama, Donald Trump y Joe Biden, en más de 15 años. Así, en poco más de una década, el mandatario chino fortaleció la presencia de su país en la región. “China está aprovechando las oportunidades que la gran potencia estadounidense está dejando”, recalcó Novoa.
Recientemente, el presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, por medio de uno de sus asesores, manifestó la posibilidad de implementar aranceles hasta del 60% en cualquier producto que pase por el puerto de Chancay. Así, esta “amenaza” ha generado incertidumbre en nuestro país por las implicaciones que podría tener. Ante esta medida, el líder chino expresó su disconformidad durante el Foro de la APEC, calificando la propuesta como un “retroceso histórico”.
Para Jaime de Althaus, analista político y antropólogo, esta propuesta no solo es peligrosa para el país, sino que también atentaría contra los intereses del propio Tío Sam: “De esa manera, Washington estaría colaborando para que el Perú y otros países se detengan más en China. Sería absurdo y contraproducente para ellos mismos”, destaca.
Además, el analista sugirió la posibilidad de coordinar estrategias conjuntas, tanto en América Latina como en Europa, con la finalidad de protegerse ante las presiones económicas estadounidenses. “Las políticas proteccionistas, a la larga, nunca funcionan porque destruyen la competencia interna”, añadió en una entrevista para Nexos.
Aunque con cierta demora, Estados Unidos ha empezado a actuar en la guerra comercial que tiene como centro a nuestro país. Así como China está presente en Chancay, Washington ha manifestado su interés por invertir en el proyecto del puerto de Corio, en Arequipa. Pero las inversiones no se quedan ahí.
Según información del gobierno peruano, los estadounidenses ya están pensando invertir en la planta de hidrógeno verde proyectada en Arequipa, en el Proyecto Especial Integral Majes Siguas, en el Parque Industrial Minero Pampa de Capac, e incluso, en la estación espacial que se construirá en la ciudad de Talara, en Piura. Además, en Latinoamérica, Estados Unidos también pretende financiar un megapuerto en Valparaíso, en Chile.
“No sé hasta qué punto conviene involucrarnos tanto en el juego geopolítico. Creo que el Perú debe mantener una postura de neutralidad. Si las inversiones vienen de China, Estados Unidos, Europa o Corea, todas son bienvenidas”, declaró para Nexos el director del Instituto Peruano de Economía (IPE) y miembro del directorio del Banco Central de Reserva (BCR), Diego Macera.
En esa misma línea, con 23 tratados de libre comercio vigentes en el 2025, Belaúnde sostiene que no es el Perú el que debe salir a buscar las inversiones extranjeras, sino que la iniciativa tiene que recaer en los países interesados. “Finalmente, los que tienen que invertir son ellos, ¿no?”, añadió.
Las intenciones de Estados Unidos para invertir en Perú parecen ir más allá del comercio; también están motivadas por el temor de una posible influencia militar china en Latinoamérica. Así lo señaló Laura Richardson, jefa del Comando Sur de la Armada de Estados Unidos, quien advirtió que el puerto de Chancay “podría utilizarse como una instalación de doble uso”, aludiendo a su posible impacto geopolítico. No obstante, el embajador chino en el Perú rechazó categóricamente la afirmación de la militar estadounidense.
La disputa comercial en el Perú de estas dos potencias es responsabilidad de ellas mismas, y el Perú lo ha entendido así al buscar relaciones comerciales con distintos países, tal como sucedió en la última cumbre de la APEC realizada en nuestro país. En un contexto global marcado por tensiones comerciales y geopolíticas, el rol del Perú como punto de interés plantea desafíos y oportunidades. Mantener una postura neutral y estratégica frente a estos actores puede ser crucial para evitar que el país se vea envuelto en disputas que excedan su ámbito y capacidad.
¿Poder o dependencia?
“El Perú siempre ha dependido de alguna potencia. Primero fue España, luego Inglaterra, después Estados Unidos, y ahora parece estar ocurriendo lo mismo con China”, declaró Novoa. Según su opinión, el país aún no cuenta con las capacidades necesarias para alcanzar una verdadera autonomía frente a la influencia comercial de las grandes potencias.
El investigador del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL), Juan Pablo Cardenal, realizó un informe para el Instituto de la Paz de Estados Unidos en el que señala que el Perú no ha sabido aprovechar la oportunidad para empezar un proceso de industrialización, ya que los beneficios principales son comerciales, fiscales y de empleo.
Por otro lado, el documento dice que la relación entre ambos países se basa principalmente en la exportación de materias primas, lo que, en términos de generación de riqueza, no resulta del todo beneficioso. Según la Sociedad Nacional de Industrias (SNI) del Perú, el sector manufacturero viene afrontando una caída sostenida desde el 2014.
El año pasado, la industria sufrió una contracción del 6,7%, mostrando que “el nivel de producción industrial se encuentra en los mismos niveles registrados en el 2012”. Así, el impacto de la relación Perú-China en la última década no necesariamente ha sido positivo para el PBI, y en términos de industrialización.
Además de los grises relacionados con el aspecto industrial, surgen problemas derivados de la ineficiencia del Estado para garantizar una competencia equitativa. Un caso reciente y polémico es la negativa de la empresa china Cosco Shipping de ser regulada por Ositrán, lo que generó un desequilibrio frente a otros puertos de la zona que sí están sujetos a supervisión.
El pasado 14 de noviembre, Cosco publicó una lista de precios que mostraba que sus tarifas eran entre 10% y 15% más bajas que las del puerto del Callao. Este último, al estar regulado por Ositrán, enfrenta restricciones que le impiden reducir precios para competir, lo que evidencia el poder de la empresa china dentro de las reglas de juego del sector portuario nacional.
¿Estas excepciones, a largo plazo, podrían comprometer la soberanía del país? Para Macera, esto depende de la evaluación que se haga sobre la competitividad entre las empresas. Según él, si existe una verdadera competencia, no sería necesaria la intervención de un ente regulador.
Sin embargo, el exministro de Economía y Finanzas, Pedro Francke, en su habitual columna para Hildebrandt en sus Trece, cuestionó los mecanismos financieros y las negociaciones comerciales impulsadas por China, señalando que parecen estar diseñadas a su favor. Además, expresó su escepticismo ante la supuesta “amistad” que China ha mostrado hacia el Perú en los últimos años, sugiriendo que esta cercanía podría tener objetivos estratégicos más allá de lo declarado.
Las preocupaciones por una posible subordinación hacia China no son simples supersticiones generadas en el Perú. De hecho, en varias regiones del mundo, medios de comunicación resaltan la creciente dependencia de sus países con el gigante asiático. Belaúnde afirma que “esto se ha visto en otras naciones que han dependido bastante de China y que tienen serios problemas ahora”. La “trampa de la deuda” en Sri Lanka, el rescate de Rusia por la guerra con Ucrania y la adquisición del puerto griego del Pireo, son claros ejemplos de la creciente influencia del país de Xi Jinping en el mundo.
Si bien las inversiones chinas pueden impulsar el desarrollo económico, también surgen interrogantes sobre si el Estado será capaz de mantener neutralidad y soberanía ante el gigante asiático. El desafío está ahora en manos del Perú, cuyas autoridades deben aprovechar el interés de las potencias mundiales para fomentar la competitividad, porque brindarle todas las facilidades a un solo país, como advierte Belaúnde, puede llevarnos a depender de una potencia que tiene “ambiciones casi imperiales”.