Perros callejeros: Cuando la raza te define

Con caricias y sonrisas son recibidos los supuestos cachorros de raza en el Centro de Lima. Por otro lado, los populares “chuscos” viven otras condiciones alarmantes. No obstante, el maltrato y el desprecio son algo común.

Por Moises Taboada y Eduardo Vidal

En la vereda, en la pista, en los parques, en la esquina. Todo el concreto limeño es el patio de los perros callejeros, incluso en aquellos restaurantes donde los peludos se acercan a mirarte con ternura saboreando anticipadamente el hueso de tu plato. Otros locales suelen tener a su propio “chusco” emblema, que duerme debajo de una mesa certificando –curiosamente– los altos potajes. Sin embargo, por más que uno quiera romantizar el panorama de estos animales, las nefastas condiciones y el desprecio persisten.

El jirón Ayacucho es una de las rutas peatonales más transitadas del Centro de Lima. Lamentablemente, una cuadra arriba en el cruce con Santa Rosa, los ambulantes y las carretillas de carga se cruzan con quienes ostentan pequeños peludos con etiqueta que, a vista de todos, son vendidos ilegalmente. “¿Lo quieres para hoy?”, nos pregunta un vendedor.

Cachorros ofertados en el jirón Ayacucho.

Cachorritos a “buen precio”

No solo son niños quienes caen rendidos ante la ternura de los cachorros. De hecho, jóvenes y adultos detienen sus pasos para adorarlos en multitud. El vendedor tiene su maña y logra encariñarlos haciendo rotar al can como si de un objeto se tratase. Otros, exhiben sus anchos y viejos catálogos con sus bordes desgastados para recibir un pedido más específico. Los padres de familia, también enternecidos, preguntan y algunos acceden al precio.

Un supuesto cocker está valorizado en 320 soles; un cachorro maltes en 350. Al costado, un señor ofrece un american bully –con una sospechosa somnolencia en plena mañana– a 600; el husky, 700. “¿No me estás grabando, no?”, nos cuestiona una vendedora mientras preguntamos. Un labrador hembra es exhibido a 350, la vendedora encargada nos comenta también de su hermanito macho que lo espera en su domicilio. El chihuahua es el más costoso de todos, pues su precio ronda los 800.

Una joven intenta regatear el precio. “En verdad, siendo totalmente honestos. ¿Qué precio le pones? Serio, te lo pregunto”, le cuestiona el vendedor con otro cachorro atormentado por el sueño.

A pesar de las constantes quejas y algún que otro operativo, esta actividad ilegal no ha cesado en 25 años. La impunidad persiste, pues solo durante la hora de visita han circulado, delante de estos vendedores, un policía y un fiscalizador municipal. Su respuesta, nula; sus miradas, discretas.

“Circulan estos agentes o policías y la gente se queja de la venta. El de la municipalidad te dice que esto lo ve la policía, mientras este señala al otro como el encargado. Se tiran la pelota una y otra vez”, declara Karina Trujillo, fundadora del refugio “Khalessy al rescate”.

Una alternativa al problema

Una cuadra atrás del festín del lucro, un pequeño espacio resguarda a dos organizaciones de rescate ”Khalessy al rescate” y “Asociación Patitas Abandonadas” que ofrecen cachorros rescatados de forma gratuita bajo un compromiso de adopción estricto, pero necesario.

Cachorros en adopción gratuita. Fuente: Facebook  “Khalessy al rescate”.

Hace unos meses, agentes de Fiscalización de la Municipalidad de Lima realizaron un polémico operativo en este jirón. Sin embargo, no actuaron en contra de los vendedores, sino contra los voluntarios de una de estas asociaciones, incautando a los cachorros. 

“A nosotros siempre nos molestan y nos quieren botar. Los fiscalizadores nos agreden. Otras veces, nos amedrentan estacionando el camión ahí delante de nosotros. No nos permiten dar en adopción. Sin embargo, los otros están vendiendo a vista y paciencia de todo el mundo. Y nadie les dice nada”, revela la rescatista.

Karina desempeña su jornada laboral en un mercado desde hace tiempo. Fue allí donde su corazón se compadeció al ver perritos y gatitos abandonados. Gracias a su inmenso corazón, los terminaba acogiendo, los cuidaba llevándolos al veterinario si enfermaban y, finalmente,  los anunciaba en adopción. Así empezó su camino como rescatista independiente y su valerosa labor la llevó a formar un refugio de mascotas.

“No es que tenga todos los recursos. A veces, colocamos una latita de donación voluntaria, con lo poco que se recauda ahí se compra alimentos, útiles de limpieza y se puede lograr esterilizar a unos cuantos. Pero también destinó mis recursos a esto”, aclara.

De vez en cuando, la rescatista suele involucrarse en casos más complicados. Una vez, cuenta ella, le informaron sobre unos cachorros dejados en un rincón que el dueño jamás limpiaba. Peor aún, solo cuando podía les daba de comer. El espacio era muy reducido y su situación muy grave, pese a ello no los querían entregar. “Hay mucha gente así que prefiere tener a los animales pudriéndose en su casa que regalarlos a otros que ofrecen todos sus cuidados”, cuenta.

Los callejeros

Desde hace muchos años, circula la información de que existen cuatro millones de perros abandonados en las calles de Lima. No obstante, esta cifra corresponde a una estimación pasada que no cuenta con una metodología cuantitativa precisa. De hecho, no se maneja un registro oficial actualizado que pueda aportar a las investigaciones adecuadas, según críticas de diversos especialistas.

“Los perros expuestos en las calles no necesariamente son aquellos que carecen de dueños. En un estudio al que tuve acceso se monitoreó a un can como muestra, a través de un chip localizador, para conocer a dónde iba y el descubrimiento fue muy curioso”, aporta la médico veterinaria Silvia Paucar.

Resulta que el perro tenía dueño y era hogareño mientras el sol se mantenía. Sin embargo, cuando se acababa la jornada a las 11 de la noche, el señor sacaba al perro para que cuide su puerta antes de retirarse a otro lugar. A partir de ese momento, el can se juntaba con otros callejeros para rondar juntos toda la madrugada y dirigirse a la esquina acumulada de bolsas de basura. Al amanecer, el peludo regresaba a su puesto como si nada hubiera pasado.

“Una mascota no es un vigilante de la casa, tampoco es un negocio. Comprendo que esto es falta de educación”, sostiene Silvia sobre las prácticas que pueden ocasionar enfermedades tanto en los animales como en las personas.

Al respecto, no existe un departamento municipal encargado del control y bienestar animal. Por ello, Nexos se comunicó con la Municipalidad de Lima y un funcionario nos aclaró que ninguno de sus órganos se encarga de los cuidados sanitarios que estos animales involucra, ni siquiera el área de ambiente.

“En ese caso, te puedo decir que quien se encargaría de esto es cada municipalidad distrital de la mano con el privado”, declara un funcionario. De hecho, el plan de gestión propuesto por el actual alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, solo menciona a las mascotas –en el documento– para un concurso interdistrital de animales, un plan pedagógico para el respeto y cuidado, y la creación de una serie de albergues denominados “Casa de las mascotas”, cuyas edificaciones aún no se han realizado ni anunciado hasta el momento.

“El Ministerio de Educación debería impulsar una asignatura donde los alumnos aprendan todas las medidas de prevención necesarias para detener la transmisión de enfermedades que provienen de los animales. Además, de promover los cuidados que todo dueño debería tener para salvaguardar a sus mascotas”, sostiene la médico veterinaria.

Raza, raza y raza

En Facebook, abundan las populares comunidades locales de rescate y adopción animal que suelen tener entre 20 a 80 mil miembros. En estas, se puede observar y analizar una dinámica que destapa la conveniencia. Cuando se trata de un perro de raza, las publicaciones se inundan de reacciones y comentarios de usuarios exigiendo información para su adopción. Al contrario, si se trata de un perro chusco, el recibimiento depende –en su mayoría– de la semejanza de los cachorros a uno de raza.

Sin embargo, una gran parte de los miembros es bastante consciente. De hecho, en las publicaciones donde se ofrecen cachorros de raza, suelen aparecer comentarios de rescatistas que ruegan por la esterilización de los animales antes de ofrecerlos. “Por favor, cuídate de los lucradores. ¡Tiene que estar esterilizado!”.

A veces, los adoptantes le preguntan a Karina sobre la raza son los cachorros. “Señora, son mestizos así como nosotros”, les responde. Es común que estas personas ya no respondan.

“En el momento, cuando están chiquitos, a la gente les parecen bonitos. Les gusta, lo quieren, pero al final cuando crecen los botan a la calle. Mucha gente prefiere perros de raza y desprecia a quienes no. Existe falta de empatía con los animales, mejor dicho”, señala la rescatista.

Compra o adopción

En el jirón Ayacucho, muchos de estos animales ni siquiera correspondían a las razas alardeadas. Según reportes consultados de rescatistas, a estos canes se les solía maltratar con pintura y cortes en distintas partes del cuerpo para asemejarlos a aquellos más cotizados. Algunos compradores se dan cuenta de la estafa cuando el cachorro crece. Allí recae la cuestión del por qué elegir comprar a uno y dejar de adoptar a otro solo por la casta.

Brissa es una estudiante universitaria que venía con la ilusión a tope por adoptar a un cachorro. Investigó distintos centros de adopción y se contactó finalmente con uno que anunciaba el caso de una camada disponible. Se le exigió certificar algunas condiciones respecto a su edad y su domicilio, para después realizarle una entrevista a través de videollamada. Así fue como llegó a su vida su perrita Aura. “Me enamoré de ella desde un principio”, recuerda con anhelo.

“Siento que le puedo dar calidad de vida tanto a un perro de raza como a uno mestizo. Pero creo que se le da bastante atención a los que son de raza y los otros son dejados a lado”, declara la alumna sobre su elección.

La rescatista Karina, por su parte, ha experimentado de cerca todo el maltrato que involucra la venta. “Si usted quiere comprar un perro de raza, de los que venden allá (jirón Ayacucho), va a darle de comer a lucradores que mantienen a los perritos enfermos y a sus mamás enjauladas después de hacerlas reproducir y parir constantemente”, concluye la rescatista Karina.

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