Cien velas desprenden un humo rojizo que hoy se esparce por todo el país en señal de reconstrucción. Nexos conversa con el historiador Daniel Parodi y la militante Fabiola Taipe para señalar las huellas y el rumbo restante.
Por Diego Cordero V. y Eduardo Vidal
Fabiola es aprista de pura cepa desde los ocho años. A esa edad, vio con mucha curiosidad en el escritorio de su abuelo un libro titulado “Haya de la Torre en 40 reportajes”. Lo leyó encantada y siguió asombrada investigando más y más la figura del líder. Ya no hubo vuelta atrás. Enamorada de su insignia y de toda la cultura ideológica e histórica de la estrella roja, se siente orgullosa y dispuesta a seguir construyendo política.
La Alianza Popular Revolucionaria Americana hoy cumple cien años y jóvenes como ella encarnan el regreso de un partido que estaba siendo enterrado en las urnas a pesar de su popular lema “el APRA nunca muere”. Tras el traumático deceso de un líder admirado, pero salpicado por suspicaces acusaciones de corrupción, sus militantes ingresan a la escena a pedido de un electorado cansado de rostros desgastados.
El cultivo de Victor Raúl
La primera semilla de Haya de la Torre fue sembrada en medio de torrenciales luchas y reivindicaciones. “La Revolución Mexicana en 1910, la Revolución Rusa en 1917 y la Reforma Universitaria de Córdoba en 1918 formaron parte de este contexto”, señala el docente e historiador Daniel Parodi.
Sin embargo, no solo era cuestión de influencia. Haya lo había vivido en carne propia participando en luchas obreras como la jornada de las ocho horas. En medio de un contexto de una gran agitación intelectual y universitaria, principalmente de la juventud latinoamericana, se engendró una abordar la gran problemática de Estados Unidos.
En esos tiempos, a la juventud solo le quedaba ser obrero ante la posibilidad de no poder ingresar a la Universidad Mayor de San Marcos y no encontrar vacantes en las escasas particulares. Sin embargo, Haya proponía que, ellos, los estudiantes se quedaran después de clases para enseñarles a los obreros y así no pierdan la oportunidad de aprender.
“Victor Raúl se negaba a aceptar esa realidad, decía que no y proponía algo. Era un hombre que vivió una vida austera, nunca tuvo millones. Siempre se entregó al pueblo”, destaca Fabiola quien ve en la imagen del líder un ejemplo de vida.
A continuación, el fundador del APRA emprendió distintos viajes al interior del Perú y de Latinoamérica. Entonces, llega el día. Hace exactamente cien años, 7 de mayo de 1924, se fundó la Alianza Popular Revolucionaria Americana en México. “Esta semilla significó la unión latinoamericana para enfrentar al imperialismo yanqui”, destaca. Sin embargo, su lucha a partir de 1931 iba a tomar otros derroteros.
El primer Haya fue marxista. “Tanto que en 1928 iba a intentar llevar a cabo una revolución armada en el Perú contra Leguía e instaurar el modelo de estado antiimperialista, lo cual es un paso muy cercano al socialismo”, aclara. No obstante, se avecinaba un giro inesperado.
En contracorriente, el APRA terminó contribuyendo mucho a la modernidad política en un país que estaba siendo prácticamente una sociedad del antiguo régimen con gobiernos militares autoritarios. “A pesar de esta intención, el líder era un caudillo carismático y ese elemento no fue muy democrático, por así decirlo”, señala Parodi. ¿Pero por qué Haya y el partido habían asumido esta personalidad?
Los lamentos
El militar Luis Miguel Sánchez Cerro asumió la presidencia del país en 1931 y consigo se aproximaba una Ley de Emergencia que suspendía las garantías constitucionales de derechos fundamentales. El objetivo, arrasar con el aprismo. “Comenzó a perseguirlos como a perros y a matarlos, en muchos casos”. Con estos intereses, señala el historiador, comienza un periodo turbulento de violencia que parecía no tener fin.
La primera tragedia sucedió en la Revolución de Trujillo cuando una turba aprista asesinó a una veintena de oficiales del ejército. Los militares, en represalia, mataron a miles de simpatizantes en las ruinas de Chan Chan. Más adelante, se produce el periodo de las ‘catacumbas’. “Haya establece una comparación con la época de los cristianos, a manera de metáfora, cuando estos eran perseguidos, pues los militantes se escondían bajo amenazas”, destaca.
Si bien esta etapa es recordada con mucho orgullo, provocó una reclusión en el partido. “Al APRA le decían la secta”, destaca el docente refiriéndose al sobrenombre peyorativo instaurado por el diario El Comercio. “De alguna manera procedían, no sé si como el término, pero sí como un núcleo muy cerrado porque eran tan perseguidos que se llegaron a vincular como una gran familia que se apoyaba mutuamente”, apunta el historiador.
Aquel periodo de violencia implicó que las manos apristas se manchen con sangre. El horror azotó las calles cuando se adjudicaron los magnicidios a los esposos Miró Quesada, el director del diario La Prensa Francisco Graña y al propio Sánchez Cerro.
¿La traición?
“Este primer Haya es marxista, pero hay un tema. Él se había separado de la Internacional Comunista y de Moscú en el año 27. Entonces, este distanciamiento era visto como una herejía que colocaba al líder aprista en una posición muy vulnerable”, sostiene Parodi.
Sin embargo, el viraje ideológico era lo de menos. En Good Bye, Mister Haya se compila distintas cartas de militantes importantes que renunciaron al APRA por un motivo. Para estos, sí se había cometido deslealtad. El problema era con quiénes se estrechaban las manos. Aquella acusación gira en torno a dos alianzas muy cuestionadas: la primera con Prado y la segunda con Odría.
“Los principales gestores de esta primera alianza fueron Rómulo Meneses y Ramiro Prialé porque eran los únicos apristas que estaban libres en Lima y que pudieron negociarla”, sostiene el historiador. Pero nadie dudaba del respaldo popular. “El APRA era uno de cada tres votos. Entonces, la dirigencia podía señalar a quién elegir y tú sabías que un tercio de los electores terminaría por endosar a tal. Con ese tercio ibas a ganar”, señala Daniel.
El partido quería, finalmente, regresar tras 25 años de persecución. “La amnistía política significaba que puedan salir los presos de las cárceles, que los deportados puedan volver y que el APRA pueda participar en la política peruana. Fue un pacto democratizador”, enfatiza.
Con respecto a la polémica, Parodi señala que las alianzas políticas no las haces con tus iguales, sino con tu diferente. “Obviamente, Prado representaba un sector oligárquico, pero uno más moderno y democratizante. Mientras que el APRA representaba un sector de la izquierda que se había moderado”, menciona el historiador.
Más adelante se viene la –todavía más– cuestionada alianza con Odría. Resulta que en las elecciones de 1962 triunfa Haya de la Torre con una mínima ventaja por encima de Belaúnde. “Este comenzó a acusar de fraude, así que los militares fueron a hablar con Prado para vetar al líder aprista una vez más”, indica Parodi.
Los militares consiguieron su objetivo, pero Haya de la Torre logró acordar fructíferamente con Odría. “Cuando este estaba anunciando en televisión al país, se produjo el golpe de Estado de los militares reformistas”, declara.
“Sí hay una moderación en el APRA porque venía de ese periodo de persecución. En primer lugar, ya no son los jóvenes de antes, son personas de 60 años. El tema generacional influye bastante. Estaban envejeciendo, no habían llegado al poder y querían hacerlo. Entonces, son más políticos, ya negocian. Están en otra dinámica, ya no son los revolucionarios de antaño”, destaca el docente.
“Tras el golpe de Estado, se produjeron unas elecciones condicionadas en 1963 porque había un veto contra Haya de la Torre. Ganó Belaúnde y su imagen fue aborrecida por el aprismo. Se la tenían jurada contra él”, considera el historiador.
Aquí destaca el, probablemente, error más grave del partido en su historia. Tras aquella grieta con Belaúnde, el objetivo del APRA –en posición mayoritaria aliada con la cédula conservadora odriista– se definía en obstaculizar el gobierno del acciopopulista y sabotearlo con miras a las elecciones del 69 para Haya de la Torre. “Pésima, mezquina y equivocada política que finalmente le dio un pretexto a Velasco para dar el golpe del 68”, señala. Al final Victor Raúl no pudo conseguir sentarse en el sillón presidencial.
¿Y después?
Parodi suspira un afligido “ay” durante varios segundos al ser consultado sobre qué vino después de la muerte de Haya de la Torre. Su respuesta deja desconcierto. “La intención, su lucha y la del APRA desde el año 30 hasta el 79, básicamente, fue por la democracia con justicia social. Sin embargo, esta utopía jamás se logró”, sostiene.
“El Perú no ha logrado convertirse en una república democrática. Aunque formalmente lo sea, de fondo no lo somos y nuestra crisis institucional nos convierte en un remedo precario y circense”, sugiere el docente.
Por ello, lo pendiente es lograr que alguien tome la batuta. “¿Cuál va a ser el proyecto de democratización más importante del siglo XXI? Ese es un gran signo de interrogación… ¿Quién toma la posta de Haya de la Torre?”, se cuestiona Daniel.
La batuta
Fabiola Taipe Ramirez milita activamente desde los 14 años. Se crió en una familia simpatizante, pero ninguno de ellos había tomado el rumbo de la militancia. Actualmente, a sus 24, comprende la entrega diaria que significa construir un partido que pedía a gritos una renovación.
Para ella, la figura de Haya significó la luz que la guió a abrazar al partido. “Cuando era muy chiquita no había las posibilidades quizás de que pudiera conocer el partido y empezar mi militancia. Fue entonces a los 14 cuando decidí ir al Alfonso Ugarte a inscribirme”, recuerda con orgullo.
Primero, se integró a sus compañeros de todas las edades que la acogieron en el seno del partido. “Como es un partido democrático, hay muchos pensamientos distintivos, entonces tienes que conocerlos a todos”.
“El APRA se caracterizaba por su organización, era una militancia férrea”, apunta el historiador. En la actualidad, militantes como Fabiola destacan una estructura juvenil igual de elaborada. “Están los Chicos Apristas Peruanos (CHAP), conformada por niños de 7 a 14 años; el Comando Escolar (CEA); los Comandos Universitarios (CUA) y luego está el estamento adulto”, señala la militante.
Daniel señala, también, que una clave del aprismo de antaño fue aquella juventud fogosa dispuesta a todo. Fabiola, en su caso, comprendió este espíritu y emprendió la tarea de reactivar el CUA en su universidad. Allí fue donde inició su trabajo de hacer política universitaria como aprista. “He emprendido el camino dirigencial universitario y luego el camino juvenil del partido para promover a nuestros cuadros jóvenes y también a las mujeres, algo muy importante”, señala ella.
¿Grietas en la estrella?
El partido aprista llevaba siendo acusado y observado con desdén, incluso desde antes del suicidio del líder y expresidente Alan García tras las acusaciones por corrupción del caso Lava Jato. La crisis interna y el lodo que permanecía por estas denuncias provocaron un enorme distanciamiento con el electorado.
A pesar de la vinculación, cada vez más indeleble, del alanismo con la corrupción, Fabiola se suma a la corriente partidaria y actúa de escéptica frente a las acusaciones. “Se le investigó más de treinta años y no se le pudo probar absolutamente nada. Tuvo que morir para que recién unos tipejos pudieran decir cosas que ni siquiera tienen sustento alguno porque provienen de colaboradores eficaces que hablan para recibir reducción de pena”, asegura con fervor.
Más allá de los entretelones judiciales, el segundo gobierno de García (2006-2011) fue calificado como el más corrupto en las últimas tres décadas por el 35% de peruanos, según una encuesta de Transparencia Internacional. ¿Acaso levantarse no supondría alejarse de la figura del exmandatario?
En el 2021, el partido perdió la inscripción tras retirarse de la contienda electoral en señal de desacuerdo con el Jurado Nacional de Elecciones por haber rechazado los pedidos presentados para terminar las listas de candidatos al Congreso. Tras esto, el APRA anunció que era momento para reinscribir al partido con un marco renovado y liderado por jóvenes. Dos años después, la fuerza militante logró la reincorporación del partido en el Registro de Organizaciones Políticas del JNE tras cumplir los requisitos exigidos.
Sin embargo, de la reinscripción al respaldo popular hay un enorme camino pendiente por cruzar. Según el último sondeo de Ipsos en abril, la mitad de los peruanos tiene bajas expectativas, no creen que el APRA consiga tan solo un escaño en el próximo Congreso. La cuarta parte, por otro lado, considera que sí continuará en la política nacional y volverá a tener representación parlamentaria. En cambio, solo un 14% considera que volverá a ganar las elecciones presidenciales cuando tenga un buen candidato.
Sin embargo, estas cifras solo señalan expectativas, no aquel respaldo popular tan añorado. En la última encuesta dedicada a intención de voto (IPSOS), solo un 2% de la muestra señaló que votaría por el candidato del Partido Aprista Peruano.
“César Hildebrandt mencionó que el APRA tiene que recuperar a Haya de la Torre. Creo en la posibilidad de que el partido forme parte de un grupo de partidos políticos que finalmente conquisten la democracia, la institucionalidad, la justicia social para el Perú del siglo XXI”, concluye Parodi.