Marlon Brando: Los cien años del “canalla” que redefinió la actuación

Un siglo después, el rostro bonito de aquel Hollywood en blanco y negro es encumbrado como la imagen de una generación que sacudió los estándares de la interpretación dramática y de la ruindad.

Por Eduardo Vidal Chávez

En el firmamento del cine, pocas estrellas resplandecen con la misma intensidad de Marlon Brando. Su excepcional don –con su particular ardor– para conducir papeles de antología le ha servido para construir un agrietado legado que cumple su centenario. Sin embargo, un infame nubarrón de acusaciones y confesiones han enredado y abrasado su imagen.

El afamado “método”

Brando fue uno de los primeros grandes actores de la escuela neoyorquina Actors Studio como James Dean y Paul Newman. En sus inicios, aquella organización despertaba popularidad y misticismo debido a su célebre lista de miembros. La peculiaridad consistía en que no se impartían lecciones teóricas, tampoco existía la dinámica profesor–estudiante. 

Los intérpretes profesionales que formaban parte de la “escuela” ingresaban para practicar y exponer sus habilidades frente a la crítica de otros artistas e intelectuales. Sin embargo, el aire que todos respiraban olía a revolución, y el polvo que levantaban violentamente era la convención del actor clásico. 

“Es probablemente la escuela de formación más importante de la historia de Hollywood. Toma una serie de elementos teatrales a partir de la obra de Konstantin Stanislavski”, sostiene el docente Rodrigo Bedoya Forno, señalando a Marlon Brando como la imagen de esta revolución.

Para llegar a la verdad de un personaje, según la comprensión del Actors Studio, el intérprete tenía que conectar con los traumas, dolores, dificultades y elementos en particular que dan vida al ser ficcional. “Eso implica un complejo proceso de introspección lastimoso. La persona tiene que meterse en la piel del protagonista”, sostiene el profesor de la Universidad de Lima. 

Dos de los trabajos más formidables del actor, según la preferencia del docente, comparten algo en común, pues sus personajes en Un tranvía llamado deseo (1951) y “En Reflejos de un ojo dorado (1967) muestran una actitud por fuera, mientras, por dentro, reprimen una dimensión absolutamente compleja. “Con poquísimo, con un gesto, con una mirada, el personaje te decía absolutamente todo. Y eso creo que es una cosa que Marlon Brando conseguía muy bien”.

Marlon Brando como Túpac Amaru

A finales de los 70, en el país, se estaba gestando una película sobre la vida de Túpac Amaru desarrollada por una firma extranjera que apuntaba a el actor como José Gabriel Condorcanqui, según el anuncio de la productora para El Comercio. Sin embargo, el tentador elenco no se limitaba a ser conformado por una sola estrella, pues Jane Fonda interpretaría a Tomasa Tito Condemayta y Melina Mercouri a la revolucionaria Micaela Bastidas. 

Más allá de haber sido una declaración de intenciones, la realizadora –entre bombos y platillos– ya había ilusionado a muchos. Sin embargo, ninguna de estas tres estrellas se vistieron de caudillos.

El embustero como actor

Dos de sus más interesantes biografías “Songs my mother taught me” (Marlon Brando) y “The Contender” (William J. Mann) exponen un perfil que se alimenta de los propios testimonios del intérprete para revelar su desinhibición para engañar y manipular emocionalmente en su vida personal. Sus principales víctimas, las mujeres.

“Soy bueno en mentir con facilidad, dando una impresión de la realidad que no es y haciendo que la gente crea que soy sincero.” “Un buen estafador puede engañar a cualquiera, pero la primera persona a la que engaña es a él mismo”. Con estas líneas, Brando se desnuda para relacionar estrechamente la figura del embustero con la profesión actoral.

“Esta idea del actor, tal vez, como un ser repugnante o maltratador tiene mucho que ver en el caso de encontrarte con un personaje así. Porque tienes que asumir esas características para llegar a la verdad del personaje. En eso consiste esta técnica de actuación, en asumir parte de la identidad”, sostiene Bedoya sobre cómo Marlon encaraba los roles.

Esta vanguardia fue importante, según el experto, porque le dio la bienvenida a un nuevo tipo de héroe, uno mucho más ambiguo, complejo y con falencias. “Por lo tanto, más humano”, sostiene.

Genio y victimario

La protesta fue otra de sus consignas, siendo la más icónica su rechazo a la estatuilla de los Oscar por su legendaria interpretación en El Padrino. En esta ocasión, Marlon se había negado a asistir. En su lugar, le cedió su discurso a la activista indígena Sacheen Littlefeather con el objetivo de rechazar la ofensiva imagen que Hollywood exhibía de los nativos americanos.

Décadas después, Maria Schneider, su coprotagonista en El último tango en París, reveló que la perversa escena de violación en el filme fue real. El director Bernardo Bertolucci y el actor habían acordado someterla sin su consentimiento para conseguir lamentos genuinos. Esta versión fue posteriormente confirmada por el cineasta.

“Ahí ve uno esa ambigüedad del ser humano. Por un lado, un tipo que efectivamente defendió los derechos de los indígenas y, por el otro, a una persona que no tuvo ningún problema en violar a una mujer. Lo cual es terrible. Hoy en día tomamos conciencia de que hay ciertos límites infranqueables, por más que el actor te diga que lo necesita para su labor”, asegura Bedoya.

En su momento, el empoderamiento y la revolución de movimientos como el Me Too todavía no habían penetrado en la sociedad y en los medios de comunicación. Por esto, la confesión de Schneider no le sirvió de alivio para la depresión causada por la humillación. La actriz falleció en el 2011 a la edad de 58 años. “Felizmente, cosas como las que denunció ya no se pasan por agua tibia. Eso es algo positivo para absolutamente todos en la industria cinematográfica, incluso cuando todavía hay muchísimo más por mejorar”, afirma el docente.

El hombre del centenario nos confronta con la realidad de que los genios están llenos de contradicciones y son capaces de grandes hazañas como de atrocidades. “No podríamos entender a actores como Robert de Niro, Meryl Streep, Christian Bale o Joaquin Phoenix sin pasar antes por Marlon Brando. Si no lo conoces, evidentemente, se te va a complicar comprender sus trabajos”, concluye el docente.

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