A la sombra del feminicidio

Las lamentables muertes de Katherine Gómez y Brizz Maylen Salcedo han resucitado un debate que se encontraba latente en nuestro país. Desde su inclusión en el Código Penal, este término no ha dejado de causar cuestionamientos, pero ¿por qué este delito genera tanta polémica en nuestra sociedad?

Por: Valeria Carhuayo

*Nota realizada para el curso Taller de Reportajes.

En junio del 2018 las calles del Centro de Lima se llenaron de cientos de velas y flores. Manos alzadas llenas de pintura roja coreaban al unísono “Aquí, allá, el miedo se acabó”. Una imagen y un nombre se encontraban presentes en la mayoría de pancartas que se alzaron incansablemente por horas. Ocurría la marcha por el fallecimiento de Eyvi Ágreda, una joven de 22 años que fue quemada viva por su acosador. Cinco años después, esas calles por las cuales una vez transitaron miles de mujeres exigiendo que se respeten sus derechos, sirvieron para que el asesino de Katherine Gómez, Sergio Tarache Parra, pudiera consumar su crimen y escapar sin obstáculo alguno. La historia se había vuelto a repetir.

Cada vez que un caso tan cruel como los anteriores sucede en nuestra capital, el término feminicidio inunda las noticias con estadísticas y hasta consejos para reconocer a los agresores. Así, este delito se ha instaurado en nuestras mentes y su significado se ha vuelto familiar. 

Sin embargo, hace algunas semanas, en un programa de farándula de la televisión nacional, un supuesto especialista cuestionó la existencia del feminicidio afirmando que estos asesinatos no se dan por razones de género. ¿Tendrá razón? ¿Por qué sus declaraciones han generado tanta controversia, e incluso una exacerbada reacción de la exministra de la Mujer?

¿Morir por el simple hecho de ser mujer?

En el año 2013 se incorporó el artículo 108-A al Código Penal, el cual define al feminicidio como “el homicidio de una mujer por su condición de tal”. A primera vista esta explicación puede resultar ambigua y llevar a malas interpretaciones, sin embargo “dicho artículo debe entenderse como la muerte de una mujer por incumplir con un estereotipo de género”, explica Ingrid Díaz, doctora en derecho penal, en una entrevista para el canal Justicia TV. 

La interpretación de Ingrid también señala la gran carga social que posee dicho término, pues este delito no existiría si en nuestra sociedad hombres y mujeres recibieran un trato horizontal. Esto quiere decir que Katherine, y todas las demás víctimas de feminicidio, no fueron asesinadas por sus características biológicas ni por la relación que mantenían con el agresor, sino que ellos decidieron “sancionarlas” por incumplir su rol de subordinación y pasividad que como mujeres les han sido asignados. 

Pero los estereotipos de género serían sólo uno de los muchos factores por los cuales se configurarían estos crímenes. “Existen muchos ingredientes que permiten que se siga perpetuando la vulneración de los derechos de las mujeres, como qué tan normalizada tiene la violencia de género el feminicida por sus experiencias pasadas”, apunta Carolina Caballero, promotora de los derechos de la mujer de la Organización Manuela Ramos. 

Ola de violencia

Cada 48 horas una víctima de violencia de género en nuestro país muere, según informes del Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público. En lo que va del año, el Programa Aurora ha registrado 49 casos de feminicidio y 69 tentativas de este. Las cifras aumentan estrepitosamente cuando hablamos de la violencia física, sexual y psicológica a la que se enfrentan diariamente las mujeres. Un reporte del INEI publicado en el 2018 indicaba que más de la mitad de la población femenina de entre 15 a 49 años de edad había sido víctima de violencia familiar alguna vez en su vida. 

En lo que va del año el Centro de Emergencia Mujer (CEM) ha atendido 33,282 denuncias, de las cuales se estima que aproximadamente el 10% de los casos son reincidentes. Además, anualmente el Poder Judicial recibe más de 450 mil denuncias por violencia contra las mujeres e integrantes del grupo familiar. 

Varias autoridades y entidades ya han advertido el incremento de las cifras de feminicidio. Del 2020 al 2021, la Defensoría del Pueblo registró un aumento porcentual del 6.85% de este delito, es decir que el número de víctimas pasó de 136 a 146. Este año el Ministerio del Interior estima que la cifra se eleve a más de 150 casos. 

Ante este panorama es que esta problemática encontraría otra de sus razones de ser. “La tipificación de este delito cumple sin duda con un fin político, el cual es reconocer y visibilizar toda esta violencia estructural, desigualdades y opresión hacia la mujer”, afirma Carolina. Para ella, la importancia de este término también radica en el total reconocimiento del agresor y la sociedad como culpables de estas muertes. 

Sociedad polarizada

Las elecciones presidenciales pasadas mostraron la división, casi irreparable, de nuestra sociedad. Por un bando se encontraba Pedro Castillo, quien con un sombrero y lápiz en mano representaba la izquierda, y por el otro estaba Keiko Fujimori, izando su bandera naranja que encarnaba la derecha. Para muchos sólo existían enemigos a los que había que enfrentar, o destruir a toda costa para mantener su idea de lo que era el bienestar del país.

Esta polarización, en la cual no hay matices ni espacio para el diálogo, también se manifiesta cuando hablamos del feminicidio. “Somos un país de extremos, en donde un sector conservador de nuestro país asocia el feminicidio y cualquier otra política con enfoque de género con la izquierda y otras posiciones ideológicas que consideran relacionadas”, explica Francisco Nuñez, historiador y docente de la Universidad de Lima. Así pues, esta parte de la población no reconoce que los asesinatos a mujeres sean causados por una violencia estructural, sino que la responsabilidad recaería sobre la misma afectada. 

El comentario de Francisco se evidencia en opiniones de actores políticos como Maritza García, excongresista por el partido político de Fuerza Popular, quien en el 2017 aseguró que los feminicidios eran ocasionados por las mujeres cuando ellas hacían enfurecer a los varones con frases como “me voy” o “te estoy traicionando”. O las de Neldy Mendoza, que resurgieron en el año 2021 a raíz de su candidatura como vicepresidenta por el partido de Renovación Popular, quien indicó que “la violencia, incluso la muerte de la mujer, tienen una historia detrás… donde de repente nosotras hemos sacado lo peor de esa persona”. 

Este fenómeno se aprecia en mayor medida en las redes sociales. En el especial “#EstamosHartas” de El Comercio, se recolectaron comentarios que los usuarios dejaban debajo de sus posts relacionados a la temática de género: “Estamos cansados del feminismo compulsivo”, “La verdad es que muchas mujeres se dejan acosar”, “Estamos hartos de que nos acosen con su agenda gay”, “El Comercio de mal en peor… ahora también están las noteras feminazis”. Y así, 7 de cada 10 comentarios reflejaban ideas similares.

El otro bando de este enfrentamiento no se salvaría de los efectos de la polarización. Así lo denotaría el pronunciamiento de Ana Jara, exministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, a través de su cuenta de Twitter. En este mensaje tilda de imbécil al supuesto especialista invitado del programa “América Hoy” y le pide que se “guarde su opinión”. 

De este modo, la existencia del feminicidio parece convertirse en uno de esos debates interminables que cada tanto adquieren relevancia en la agenda política y mediática. Ha pasado más de un mes desde la muerte de Katherine. Su asesino ya fue capturado y se encuentra a la espera de su extradición. Dentro de poco, su nombre se irá desvaneciendo de todas las mentes al igual que pasó con Eyvi, Juanita, Marilyn, Ericka, Brizz, Diosangela y muchas otras. Las luces se apagan y las puertas de este debate se cierran momentáneamente, pero sin duda se reabrirán cada vez que falte una más de nosotras. 

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