Los fanáticos del deporte rey suelen pensar que, cuando el balón rueda, todos los problemas del mundo desaparecen. Sin embargo, en el contexto peruano, en donde las organizaciones encargadas están envueltas en destapes de corrupción y mala gestión, es difícil que la ‘caprichosa’ sonría.
Por Julio Andía y Lucía Céspedes
Por cada polémica de la Federación Peruana de Fútbol llora el hincha nacional, el jugador se detiene en la cancha y espera la repercusión que se avecina. “La pelota no se mancha”, decía Maradona pero, entre las acusaciones de corrupción en el máximo organismo del fútbol nacional, la mala organización demostrada en los últimos años y la inestabilidad política del Gobierno central, aparece un panorama en el que nuestra imagen queda cada vez más manchada en el plano internacional. La reciente revocación de Perú como sede del Mundial sub-17 y la sanción al expresidente Manuel Burga se suman a una larga lista de escándalos que tienen un claro perdedor: la FPF.
La situación es compleja. “Se ha perdido la oportunidad de mejorar la infraestructura deportiva de algunos estadios. La imagen de un desarrollo nacional de los campeonatos ha quedado arruinada”, comenta el periodista de Movistar Deportes Horacio Zimmermann. ¿El motivo? Hay muchos pero, para Pedro Ortiz Bisso, experto en este deporte y profesor de la Universidad de Lima, uno de ellos es que la política y el fútbol están hoy demasiado mezclados.
El comienzo del fin
A finales del 2019, Perú recibía una noticia caída del cielo: se convertiría por segunda vez en su historia en sede del Mundial Sub-17 en el año 2021. Los beneficios eran destacables. Se tenía la posibilidad de mostrarnos ante el mundo como un buen anfitrión y gozar del agrado de la FIFA, la que nos volvía a confiar un evento de este calibre. Sin embargo, la pandemia por COVID-19 pospuso la organización de esta fiesta del fútbol en las categorías sub-17 y sub-20 para el año 2023. En este tiempo, la planificación de la competición de la Copa del Mundo juvenil estuvo a manos del Gobierno peruano y del Instituto Peruano del Deporte. Ambos trabajarían en conjunto con la finalidad de mejorar la infraestructura para el desarrollo del torneo y cumplir con los compromisos establecidos.
Con el ciclón Yaku presentándose desde inicios del año, se agravó la situación debido a las inundaciones y estragos de los huaicos a nivel nacional.“Llevar a cabo un campeonato mundial en el contexto en el que nos encontramos creo que era un despropósito”, mencionó Pedro. Entre idas y venidas, al final, la Federación Internacional de Fútbol Asociación nos retiró como organizadores del evento.
Apunten a la cabeza
No obstante, la FPF no es la única vinculada a fracasos en temas organizacionales. Recientemente, la Federación Peruana de Atletismo presentó su renuncia a la realización del Mundial Sub-20 que se iba a realizar en el país a fines de agosto del 2024. Esto debido a la inestabilidad política que vive Perú y que refleja no estar en condiciones aptas para el desarrollo del evento deportivo.
Con la revocación de la sede del Mundial Sub-17 de fútbol, la institución lanzó un comunicado donde culpa directamente al Estado peruano, mencionando que “las funciones del Gobierno se centraban en la inversión en infraestructura de las sedes públicas”, y destacando de este modo que “su unidad de ejecución no logró cumplir con los procesos en los plazos establecidos”. La pelota está en juego, pero parece que el Gobierno y la Federación no se dan cuenta de que pertenecen al mismo equipo.
Sin embargo, para Zimmermann la responsabilidad recae directamente en el ente deportivo. “No puedes lanzarte a una candidatura de un Mundial sin tener la certeza de que el Estado te va a respaldar en el tema económico. No todo es la ‘Copa Perú’, necesitamos gente que de verdad quiera gestionar algo en pro del fútbol peruano”, comentó.
Asimismo, con la contínua postergación del inicio del Torneo de Promoción y Reservas, donde los menores de 21 años pueden demostrar su talento y abrirse puertas en el mundo futbolístico, la meta de crear un sistema formativo adecuado en el país se ve cada vez más lejana. “Un campeonato de reservas con doce fechas no puede formar a ningún futbolista a un óptimo nivel, los jóvenes necesitan competencias y la Federación solo acorta su tiempo y aplaza su desarrollo profesional”, añadió Horacio.
Diferentes dirigentes, problemas de siempre
El 4 de abril, la Comisión de Ética de la FIFA sancionó al expresidente de la FPF, Manuel Burga. A raíz de su mandato al frente de la organización entre 2002 y 2012, se le abrió una investigación por haber participado en “una serie de sobornos y haber aceptado beneficios pecuniarios indebidos” durante su gestión. La sentencia es contundente: está suspendido de cualquier actividad relacionada al fútbol de por vida y debe pagar una millonaria multa de 1 millón de francos suizos, lo equivalente a más de 4 millones de soles.
El nuevo veredicto cae como un balde de agua fría no solo para el exfuncionario, sino también para una Federación que, otra vez, se sonroja ante los ojos del mundo. Lo sucedido con la planificación del Mundial sub-17 regresa a la luz los fallos de una organización cuyas primeras manchas se encuentran en su propia cabeza. Sobre esto, Ortiz Bisso piensa que “la forma como está organizando el fútbol permite que estos malos mandatos se mantengan y hasta se perpetúen”.
El caso no es nuevo, la crisis tampoco. Contando a Manuel Burga, los tres últimos máximos cargos de esta institución están siendo procesados por crimen organizado. Edwin Oviedo, su sucesor en la entidad, es investigado por, presuntamente, ser el autor mediato de dos asesinatos a dirigentes sindicales. En la misma línea, Agustín Lozano, actual presidente de la FPF, tiene cargos vigentes por supuesta extorsión, organización criminal y coacción contra los equipos de la primera división nacional de fútbol. Tres presidentes en 21 años para una organización que no pareciera estar interesada en mejorar y cuya imagen es cada vez más negativa frente a los ojos de la FIFA.
Al final del túnel siempre hay una luz que deja esperanza, pero en este caso parece que tarda en llegar. Para Horacio Zimmermann, la solución a los años de mal manejo federativo están lejos de acabar. “No tenemos buenos dirigentes. Son muy pocos los que realmente buscan lo mejor para su club. Desde todo punto de vista que observe seguirá siendo lo mismo que vemos desde hace 30 años y que no ha cambiado en absoluto”, concluye.
El panorama es gris y parece que la única forma de que mejore es a través de las voces de los hinchas. Los gritos desesperados exigen una salida del círculo vicioso en el que esta institución se encuentra atrapada desde hace tres décadas. Al igual que sucede dentro del campo, la ilusión está puesta en las futuras generaciones de funcionarios que lleguen por amor a este deporte. La situación solo se recompondrá con gente comprometida. La pelota está en su cancha, sin defensas ni arquero; solo ellos y el balón.