Tras largas décadas bajo el uso exclusivo de sus compañías, varios personajes clásicos pasarán a ser de dominio público. La pérdida de su exclusividad abre un gran abanico de posibilidades y dudas sobre lo que se hará con estas populares figuras que por años se han robado el corazón de grandes y chicos.
Por: Néstor López
Pocos imaginamos ver al Pato Donald o a Bugs Bunny transformados en seres espeluznantes que roban el sueño a más de uno. Pues esto ha sucedido con “Winnie Pooh: Miel y Sangre”, película que llegó a nuestras carteleras el 2 de marzo y ha sido un rotundo éxito taquillero que puede ser el comienzo de otras terroríficas adaptaciones. El popular osito robusto y amarillo es protagonista de una retorcida versión en la que su papel es la de un asesino serial. Y es que este pasó a ser de dominio público el primero de enero de 2022, lo que significa que ahora cualquiera tiene el aval de adaptar y comercializar con él con total libertad.
Este año y el próximo más figuras que continúan entreteniendo a nuevas generaciones perderán sus derechos de autor. Así, las grandes compañías que por años las han tenido como símbolos de sus casas y han ganado millones utilizándolas en distintas plataformas se verán afectadas. Para desengranar esta situación conversamos con Martín Moscoso, experto en derechos de propiedad intelectual y docente de la Universidad de Lima.
El meollo de los derechos
Para algunos, quitar la exclusividad de personajes tan representativos de la cultura popular no solo atenta contra su propia esencia, sino la de la sociedad. Se realizan adaptaciones poco fieles a nuestro imaginario. No obstante, como explica Moscoso, la lógica detrás de permitir el dominio público de los mismos se basa en el derecho al acceso y disfrute de todas las obras que componen nuestro patrimonio cultural universal.
Si bien no todos los países tienen una ley uniforme en cuanto a los plazos de vencimiento de los derechos de autor, en la mayoría estos duran hasta 70 años posteriores al fallecimiento del creador. “A través del Convenio de Berna se ha establecido un mínimo de años de protección, sobre el cual las naciones firmantes pueden decidir si incrementar los plazos o no”, nos aclara Martín. Por otra parte, Estados Unidos, cuna de varios personajes con los que hemos crecido, estableció un periodo de protección de 95 años posteriores al lanzamiento de la obra. Fue a finales de la década de los años 20 que se inició la era dorada de la animación estadounidense, por lo que no es casualidad que en estos años venideros numerosas figuras emblemáticas entren al dominio público.
El inolvidable Pinocho, el mítico Gato con Botas o la princesa Blancanieves ya se encuentran libres para dar rienda suelta a la imaginación y crear nuevos contenidos y negocios en base a ellos con total legalidad. A la lista se añadieron el año pasado Winnie Pooh y Bambi, del que ya se está preparando una sangrienta adaptación cinematográfica. Ante este escenario, lo que trasciende a la obra original es el valor con el que conocimos a estos amigos de la niñez y el significado que guardamos en nuestra memoria. “Cuando una obra entra al dominio público, lo único que queda intacto para el autor original son sus derechos morales, es decir, el reconocimiento perpetuo como creador; el resto de derechos como los económicos y patrimoniales se ponen al alcance del resto”, comenta el experto.
Miska, muska, Mickey Mouse
Sin duda el caso que más intriga genera es el del ratón más popular de la historia. La figura más célebre de Disney, que ha acompañado a la empresa multinacional desde su creación, perderá sus derechos de autor el primero de enero de 2024. Las alarmas han saltado entre los fans al no saber exactamente cómo se verá afectado el novio de Minnie Mouse y qué impacto tendrá esto en la compañía. Sin embargo, la versión que entrará a dominio público es aquel diseño pionero de Mickey en blanco y negro.
Al respecto de las distintas versiones que puede tener un personaje, Moscoso señala que cuando una obra es modificada, ya sea por el mismo autor o con su permiso y aporta una o varias características nuevas, será considerada como original y sus derechos de autor se protegerán desde cero. Es así que es común ver cómo dentro de la industria del entretenimiento se cambia constantemente el aspecto, origen u otras particularidades de las figuras animadas con tal de mantenerlas bajo su cobijo por más tiempo y, cómo no, generar más patrimonio e ingresos.
Probablemente veamos más reinterpretaciones que nos hacen mirar con nostalgia a nuestro niño interior. De lo que no cabe duda es que la magia detrás de ellos continuará no solo en las creaciones originales de sus obras, sino en nuestra memoria y corazones que van más allá de cualquier ley existente. La creatividad se destapa para darle un nuevo sentido a estos personajes cuyo resultado puede o no ser del agrado popular. Lo cierto es que, como dice Peter Pan, “todo el mundo está hecho de fe, confianza y polvo de hadas”.
