La fragmentación de un país que va camino a romperse

Imagen de Aldair Mejía

Las crisis peruanas parecen historias que no dudan en repetirse. Sin embargo, parte de su reincidencia nace en el escaso intento de análisis de lo que ocurre en nuestra compleja realidad. Buscando desenredar la convulsión que nos acongoja actualmente, tres especialistas nos brindan su perspectiva.

Por: Stephano Jimenez y María Fernanda Simborth 

Desde la accidentada salida de la presidencia de Pedro Castillo el 07 de diciembre del 2022 y la toma de poder de Dina Boluarte, el panorama se muestra sumamente sombrío, con pedidos de la población que se mezclan con la violencia, el caos y la muerte. Más allá de repetir un discurso en el que se señalan responsables, es trascendental generar un análisis que recorra distintas visiones o posturas sobre lo que se está viviendo.

En qué momento se jodió el Perú 

Reconocemos junto a nuestras voces ciertos factores que desembocaron en el actual contexto que ya trae consigo el fallecimiento de casi cincuenta peruanos y la renuncia de cinco ministros. Para Fabián Vallas, analista, internacionalista y docente de nuestra casa de estudios, son las condiciones estructurales y coyunturales las que enmarcan la situación. Las primeras resultan de una punzante desigualdad entre las regiones costa, sierra y selva que se profundiza más en el sur, y que responden a un lacerante centralismo. Las segundas, sugieren la representación que significó Pedro Castillo  y a la que se aferra este sector de la población. “Los manifestantes saben que intelectualmente no está habilitado para ejercer el cargo de presidente. Pero existe la idea de que uno de ellos, poco representado en el gobierno, puede hacer un cambio estructural. Esa identidad social incluso borra lo negativo que pudo suceder bajo su gestión”, menciona.

Una mirada similar nos brinda Gonzalo Ramírez, periodista de El Comercio, pues es el sentimiento de arrebato de un voto limpio el que mueve la furia y el descontento. No obstante, no es objeto de justificación para la siembra del caos y encendido de la pradera por aquellos grupos que escapan de un reclamo pacífico. “En el sur hay un escepticismo sobre lo que hace el gobierno central en Lima. Y es entendible. Pero quienes instan a la violencia, lamentablemente, entienden las muertes como un vehículo razonable para apuntalar sus objetivos”. Por otro lado, Aldair Mejía, corresponsal de Agencia EFE, New York Times, The Washington Post, entre otros medios extranjeros, quien apareció en múltiples primeras planas al resultar herido en la pierna por un proyectil proveniente de la policía, cuenta:

“Hacia mí siempre hubo respeto. Las madres nos daban almuerzo; hacían su olla común. Hay que ser conscientes de que los reclamos de la población que pocas veces es escuchada vienen por parte de quienes, sin promover el desorden, quieren cambios, pero también por quienes aprovechan el contexto para generar caos. Hay gente que no quiere llegar a la violencia, existe miedo”.

Así, tenemos distintos participantes: quienes desean alzar su voz pacíficamente, otros quienes quieren continuar con sus actividades laborales y, como no, los que buscan azuzar el fuego. No olvidemos, además, a las fuerzas del orden, cuya respuesta ha atizado la polémica. A todo lo mencionado, se le suma la desinformación y escasa profundidad de análisis de ciertos medios de comunicación nacionales que pueden instaurar miradas que ahondan el crudo rechazo hacia el otro.

Sicuani, Cusco. Poblador alza el puño exigiendo la renuncia de Dina Boluarte. Imagen de Aldair Mejía.

Discursos fragmentados

El ojo está apuntando a Perú y es evidente cómo la información externa se orienta a aterrizar los hechos más que señalar culpables entre los manifestantes y la policía. Con cámara fotográfica en mano, Mejía relata que, más allá de quienes agreden a la prensa, se encuentran los que quieren que sus reclamos sean escuchados a través de los medios. “Hay esta asociación negativa con la prensa nacional. Sin embargo, con los que trabajamos para agencias internacionales o de manera independiente hay hasta cierto agradecimiento por tomarlos en cuenta”, sostiene.

Regresando a nuestro país, es relevante considerar el impacto de la diversidad de discursos que circulan a nivel nacional junto con la tendencia actual de polarizar la información que se consume según los propios criterios e ideologías; “cada uno ve lo que quiere ver”. Así, Vallas nos presenta la fragmentación de la información como un pilar fundamental. 

“En años pasados, existían medios masivos que recorrían todo el territorio con un discurso semejante. Hoy eso se ha perdido con los múltiples canales de comunicación. Existe un manejo de algunos medios que solo reiteran las agresiones policiales y no abarcan la otra cara de la moneda, que es la violencia que viven también ellos a mano de los manifestantes”, señala. Incluso previo a esta crisis, la cobertura también se encontró parcializada e indiferente hacia varios sectores del Perú. Esto, junto a los nichos regionales de data que circulan en grupos de redes sociales, ocasiona una desconfianza hacia el mundo de la información que se funda en las fracturas que aún conservamos.

Enfrentamientos en los exteriores del aeropuerto de Juliaca entre los policías y los manifestantes. Imagen de Aldair Mejía.

Merino vs Boluarte: ¿en qué se diferencian?

Y es que también la situación actual nos hace rememorar lo acontecido hace tres años atrás. No obstante, existe un diferencial que conlleva a definir otra realidad entre ambos escenarios que, ante todo, llevó a un cambio de mando necesario. “En el Perú, lo que pasa más cerca a la capital, más resuena a nivel político y social en el país”, expone Vallas, quien agrega que el mismo centralismo estructural que ha tenido la república continúa resonando.

Es decir, lo que repercute cerca afecta a nivel nacional, pero al ser pueblos más alejados y menos integrados al poder político, generan otro tipo de respuesta que no llegan del todo a ser concretas. Asimismo, una distinción entre lo que fue el breve gobierno de Merino y el actual mandato de Boluarte es el tipo de protesta que se llevó a cabo. “En ese entonces, la idea no era quemar el Congreso, no era romper o saquear, como muchos grupos hoy alegan. Los muertos fueron personas manifestándose en la calle”, menciona Fabián Vallas respecto a las marchas del año 2020. Actualmente, se necesita investigar quiénes eran los fallecidos, pues entre ellos se encuentran diferentes perfiles como un médico, una activista, un policía, entre más personas.

Por otra parte, en las regiones del Perú como en Cusco, Juliaca y Puno tienen claro sus objetivos y exigencias con estas manifestaciones, algo que Aldair Mejía pudo presenciar de manera notable. “Perú no es Lima sino es todo el país, la gran diferencia es que ellos tienen claro lo que están pidiendo, de una forma muy cerrada”, resalta el fotoperiodista. Y es que como afirma Gonzalo Ramírez, existe desde bastante tiempo atrás un descontento generalizado y los objetivos cada vez son más claros. Los pedidos de la renuncia de la actual presidenta, las nuevas elecciones, el cierre del congreso y una nueva asamblea constituyente son algunos de los mensajes que, día a día, se van difundiendo, pero que no necesariamente son del todo eficaces para una solución.

Hasta la salida

Es claro que la convulsión social que nos sacude trae estragos irreversibles, como es la muerte de varios peruanos, independiente de si son manifestantes o policías. Agregado a ello, los destrozos ocasionados más las actividades turísticas suspendidas revelan una pérdida económica de 300 millones de soles, según indicó el Ministro de Economía y Finanzas, Alex Contreras. Él además resaltó que todo ello afecta directamente a la población del Macrosur, específicamente a Puno, una región cuyo índice de pobreza asciende a un 43% de personas. 

Entonces, ¿qué posibles salidas existen? Para Gonzalo Ramírez, es necesario separar la paja del trigo, entender que así como han fallecido personas inocentes a mano de las fuerzas del orden, hay además quienes las han agredido hasta la fatalidad. Por otro lado, el gobierno de Dina debe pensar muy bien su estrategia. “Se han borrado los grises. Si renuncia Boluarte, ¿a quién van a colocar? Nunca habrá satisfacción por ninguna de las partes. La salida más lógica para mí es apechugar hasta las próximas elecciones.”

Una mirada parecida, más orientada a una introspección organizacional es la que nos deja Fabián Vallas. “Pienso que Dina no debe renunciar pues, si cede, nos vamos al caos político y el número de muertes, que ya es lamentable, puede aumentar. Un país que quiere desarrollarse debe cumplir con sus normas sociales”. El reto, para él, es calmar a la población y un paso para llegar a ello fueron las disculpas públicas que pidió la presidenta. 

Madres en las manifestaciones bajo la lluvia en Chicacupe, Cusco. Imagen de Aldair Mejía.

“La justicia tiene que actuar de manera inmediata; individualizar los casos, saber los nombres de las personas que mataron y por qué. Además, es importante dialogar con los sectores más perjudicados. ¿Cómo hacerlo, si tampoco existen líderes visibles? Se va a tener que recurrir a los gobernadores regionales y, por último, a la Iglesia Católica como mediador”, comenta el analista. Otro punto trascendental que señala es el descuido del gobierno en cuanto a la formación policial. Así, Vallas hace hincapié en la importancia de la capacitación de las fuerzas del orden en técnicas modernas que se utilizan en otros países, como es el uso del sonido para aplacar a las multitudes. “La solución no puede ser la bomba lacrimógena o la bala. Antes existían, por ejemplo, los rochabuses. Hay una dejadez de la institución que logísticamente no está preparada para controlar manifestaciones; falta entrenamiento y equipos. Tienen pocas alternativas para intervenir. Eso hay que cambiarlo”.

Por otra parte, Aldair Mejía, nos deja una reflexión bajo su propia experiencia en Cusco, Juliaca y Puno. “El impacto en mi pierna derecha me dejó en mal estado. Pareciera ayer que he estado cubriendo la situación, porque no se ha calmado mucho desde entonces. Si bien todos tienen opiniones diversas, hay que tomar en cuenta lo que pide la población: más allá de la renuncia y el adelanto de elecciones, hay que dar lectura a aquellas exigencias que, por décadas, son obviadas”, concluye con rasgos de esperanza. 

Y es que si bien muchos afirman de que lo que acontece se trata de “la hora de los pueblos”, en lo que coinciden Aldair, Fabián y Gonzalo y que muchos pueden familiarse, es que es trascendental reconocer que somos un país tan diverso y con distintas necesidades que se vuelve difícil estar de acuerdo. A pesar de que varios sectores de la población están resentidos con el Estado gracias a su abandono, este escenario no sugiere un menosprecio hacia ellos. El desafío es muy complejo, pero no imposible. 

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