La arqueóloga peruana, y principal investigadora de Caral, explica los orígenes de su amor por la historia peruana, su lucha por la preservación de la cultura en una época de crisis política y ambiental y sus últimos proyectos.
Por: Alejandra Rosas
Ruth Shady se conecta a la videollamada de Zoom con una sonrisa y saludos muy cordiales. Si bien su apretada agenda y reuniones diarias obstaculizaron nuestra primera cita, ella nos atiende con el mismo interés que le pone a cada uno de sus trabajos arqueológicos y proyectos sociales. Durante una hora, Shady recordó con emoción y pasión sus últimos trabajos, remarcó su preocupación por la crisis medioambiental, y cómo planeaba afrontar las nuevas adversidades que le llegan con nuevos proyectos. Esta vez, la arqueóloga peruana más influyente del mundo contemporáneo, revalorizadora de Caral, y muchas veces mediadora entre comunidades y el Estado, nos abre las puertas de su pasado, presente y metas a futuro.
¿Cómo comenzó tu amor por la arqueología y cómo eso te llevó a uno de los descubrimientos más importantes del Perú contemporáneo con Caral?
Es un interés por conocer nuestra historia, eso lo tuve desde pequeña. Mi padre me llevaba a conocer pueblos cercanos a Lima, y me hacía comparar las evidencias arqueológicas con la forma de vivir actual. Me decía: “Mira, hija, cómo vivían tus antepasados. Los edificios están hechos de piedra, monumentales, y mira cómo viven actualmente. Las casas mal construidas y la pobreza de los hombres dentro”. Mi padre, quien era un hombre de Praga que vino al Perú enamorado por su historia, me hacía reflexionar, siendo una niña de solo 7 años. Yo llegaba a mi casa luego de las salidas con él y dibujaba, escribía sobre la historia de nuestros antepasados. En el colegio hablaba sobre ello y me miraban raro.
Como mujer arqueóloga peruana, has visto tu vida cambiar radicalmente gracias a tus hallazgos y logros profesionales. Sin embargo, esto también te ha traído riesgos o problemas en el camino. ¿Cómo logras sobrellevar esto con tu equipo?
Si tú me preguntas cómo salimos adelante, es porque he sido muy perseverante frente a los problemas y no paraba de buscar una solución. Por ejemplo, cuando trabajé en Bagua yo aún era muy joven y no tenía recursos económicos del Estado ni de ninguna otra entidad, tuve que tocar las puertas del Ministerio. Había en Bagua una estación del ejército y pedí que me dieran apoyo de soldados para las excavaciones, también me ayudaron con albergue. Con eso pudimos cruzar el río Marañón en balsas y pude ver como los Shipibos llegaban, me comunicaba con ellos y trataba de llegar a las cercanías donde los fines de semana ellos se congregaban y conversaban con los pobladores tradicionales. Todavía ellos se acuerdan de mí.
Pero en general, siempre hemos encontrado problemas. Como mujer, desde que empecé en los trabajos arqueológicos tuve problemas pero nunca bajé la cabeza y traté de seguir adelante. En una oportunidad, nos quitaron el local que teníamos, pero con ayuda de otras personas, interesadas en la historia y que se preguntaban por qué en el Perú no se veía el patrimonio cultural con la misma magnitud que en otros países, conseguimos otro local por cinco años de manera gratuita. Esto gracias al interés de otras empresas turísticas y personas externas.
Algo que te identifica mucho es tu manera de trabajar con las poblaciones a la par que tratas de seguir tus investigaciones arqueológicas. ¿Qué es lo que diferencia el estudio de una zona arqueológica cuando esta se hace junto a su población?
Es muy importante tener siempre enfrente a la población. Actualmente, estamos trabajando con las poblaciones para que conozcan la historia y el manejo del territorio, cómo fueron los gaviones naturales para la riqueza agrícola de Caral y la lógica detrás de la ubicación de la ciudadela. Para ello, tenemos un equipo llamado “relaciones comunitarias”, conducido por el antropólogo Carlos Leiva, quien lidera a la par de un equipo de gente de la zona. Lo que queremos lograr con este centro cultural es poder, en el futuro, ir instalando institutos tecnológicos, que formen a las nuevas generaciones en especialidades que les permitan procesar mejor el recurso que tienen en el área, como en una agricultura ecológica con los recursos naturales que no se encuentran en otras zonas. También buscamos que las comunidades sepan cómo promover el turismo.
Por otro lado, algo que hay que tener en cuenta es que hay intereses externos en esta zona. Con la importancia que tiene Caral a nivel global como patrimonio cultural, hay traficantes de tierra que están invadiendo o quieren tomar posesión de los centros urbanos. Por ello nuestro trabajo actual es encontrar soluciones que involucren a la misma población.
¿Qué podemos rescatar de tus hallazgos arqueológicos para poder seguir resurgiendo en etapas de crisis políticas, sanitarias y sociales en el país?
Lo que estamos viviendo no es algo recién ocurrido, lo vemos desde que se inició la República. Lamentablemente, no hemos cambiado. La visión del país sigue siendo la misma, donde la República dió beneficios a los criollos, sus parientes. A través de la vida republicana no se ha identificado los problemas o cuáles son los cambios que debemos promover. Ahora seguimos afrontando bastantes dificultades porque se nos viene un cambio climático, y debemos saber qué haremos frente a las limitaciones alimentarias. Los académicos debemos trabajar en estos problemas actuales y no quedarnos encerrados en nuestro mundo académico, debemos tener una visión del país y sugerir la identificación de los problemas más presentes en él.
¿Qué crees que se puede rescatar de la forma de vida de las poblaciones con las que trabajas para poder encontrar soluciones a la crisis ambiental que vivimos?
No hay ni siquiera una visión adecuada de este país que es megadiverso, y donde las afectaciones van a ser diferentes en cada parte del territorio. Deberíamos tomar diferentes acciones específicas en relación al cambio climático. En otros países como Israel ya están convirtiendo el agua del océano para que sea de consumo humano. Nosotros, que eventualmente nos quedaremos sin agua en toda costa, más las futuras sequías que impedirán que tengamos alimentos disponibles, no estamos previendo nada, a pesar de que ya hay un conocimiento tradicional adquirido en el pasado.
Muchos tienen esta noción de que el Perú no invierte mucho en planes culturales y por ende arqueológicos. ¿Qué tan complicado puede ser tratar de conseguir financiamiento del Estado peruano para la investigación arqueológica?
Efectivamente no se tiene ninguna atención para ver qué es lo importante en el país. El saber identificar los problemas, y a esos mismos buscarles solución. Cultura es una de las carteras que menos presupuesto recibe. Cuando se aplicó una encuesta a los turistas que venían al país hace unas décadas y donde se les preguntaba por qué elegían al Perú como destino turístico, más del 90% de ellos respondieron que era por su patrimonio arqueológico. Pero de los impuestos que los turistas dejan en el país, el 100% va al Ministerio de Comercio Exterior y Turismo.
Para finalizar, ¿cuáles son tus proyectos a futuro y qué rol cumplen en el desarrollo del patrimonio humano y cultural del Perú?
Nosotros estamos trabajando, no solamente en poner en valor los centros urbanos sino también en mejorar las condiciones de vida y crear un modelo de desarrollo que sirva como tal. Últimamente, me han invitado a viajar a Chachapoyas para poder analizar y sugerir cambios para las dificultades que está teniendo la población. Acá no solamente nos enfocamos en el área, sino en tratar de apoyar a las comunidades en cada parte del país, y eso es lo que debemos tener en consideración en las políticas del estado donde los sectores diversos como agricultura o cultura necesitan más ayuda.