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La ansiada espera: Causas y consecuencias del no haber vuelto a clases a tiempo

Casi año y medio después de iniciada la pandemia, el Ministerio de Educación anunció el retorno paulatino a las clases de manera semipresencial en Lima Metropolitana. Nexos conversó con expertos para conocer a detalle las trabas que hicieron demorar este proceso y el costo de haberlo dilatado.

Por: María Fernanda Simborth y Mathías Panizo

La crisis en educación no es solo producto de la pandemia, sino de un retraso importante que frenó por décadas el desarrollo del sector, principalmente previo al año 2000. En estos últimos 21 años se ha incrementado crucialmente el gasto público por estudiante, tanto en el número de alumnos y su rendimiento en pruebas internacionales como también en el posterior acceso a las universidades. Si bien se impulsaron reformas de gran peso, estas cayeron en el centro del caos político que habita en nuestro país. En el último quinquenio, 8 ministros de educación han sido nombrados y, muy a pesar de ello, este ha sido una de las mejores épocas del rubro.

Hoy, casi al año y medio de la primera cuarentena y con un nuevo gobierno, la vuelta a clases presenciales es una necesidad impostergable y, por fin, se han dado los primeros pasos. El Ministerio de Educación (Minedu) ha previsto el retorno a las aulas de manera semipresencial a partir de la próxima semana, primeros días de septiembre, para 1,779 colegios en Lima Metropolitana y Callao. Volver a las escuelas era necesario, de otro modo, las consecuencias hubieran sido irreparables. Parte del daño, sin embargo, ya está hecho.

¿De dónde vinimos?

Para comprender mejor los lastres que demoraron la vuelta a clases mientras que bares, cines y casinos siguen con las puertas abiertas, hay que entender cómo se ha desenvuelto el sector a lo largo del tiempo. Para Paul Neira, fundador de The Learning Factor y socio fundador de EstudiaPe – organizaciones enfocadas en el desarrollo de la educación en el Perú -, uno de los detalles primordiales es la falta de inversión a la cual se ha sometido este sector en el país. Para el año 2000, el gasto en educación per cápita era de tan solo S/ 861.9, según el Ministerio de Economía y Finanzas. Para el 2018, el gasto por estudiante se elevó a S/ 3,027 en primaria y S/ 4,284 en secundaria. Siempre por debajo de la media regional.

“Habíamos tenido un vacío complicado de inversión. Y cuando no tienes inversión en presupuesto, lo que sucede es que acostumbras al cuerpo del sistema educativo a funcionar con muy poca plata”, comenta Neira. “Han sido cuarenta y cinco años de haber acostumbrado a un cuerpo a vivir con 100 calorías, cuando necesitaba 2000. Entonces, cuando uno le pide que empiece a manejarse en una situación de estrés, como la que significa la pandemia, el sistema no tiene el resto de fuerza y evidentemente no le da para funcionar”, agrega.

Sin embargo, el sector tuvo un incremente importante en su inversión. De hecho, creció aproximadamente en un cinco por ciento anual entre el 2000 y el 2012.  Pero como lo describió Hugo Ñopo en Análisis de la inversión educativa en el Perú desde una mirada comparada, “la realidad es que las inversiones que se han hecho en el mundo han sido mucho más altas. Así, nuestra ‘apuesta por la educación’ se configura como un esfuerzo simplemente modesto desde una perspectiva global. Seguimos rezagados”.

Por otro lado, Neira también retoma la crisis política que agobió al país el 2017. Luego de años de elaboración de la reforma que planteaba la meritocracia en los docentes (impulsada durante el segundo gobierno de Alan García), el ahora presidente Pedro Castillo y otros dirigentes sindicales lideraron, en ese entonces, una interminable huelga en contra, resultando en una constante caída de ministros del sector. “El 2017 era el primer año en el que se aplicaba la primera evaluación meritocrática en el marco de la ley. Era la primera vez en la historia del Perú en la cual, si un docente no pasaba la evaluación, tendría consecuencias”, explica Neira.

En el 2020 arrancó la pandemia y luego las cuarentenas, pero el sistema educativo ya venía golpeado. “Lo que ha hecho la pandemia es desnudar no solo los problemas de los últimos cinco años, sino toda esa carga anterior que era invisible. Y el problema más grave es que continúa invisible. A diferencia de la crisis de salud, la de trabajo o la económica, la crisis de educación continuó sin verse. ¿Por qué? Porque simplemente cerraron las escuelas”, menciona Neira. Hoy, esta problemática recién va obteniendo protagonismo.

El costo de no haber vuelto a tiempo

Por ahora, el tema que está más presente en la opinión pública es el ansiado retorno a las clases, pero eso no lo soluciona todo. Ya existe un daño irrevocable en el retroceso de los niveles de aprendizaje. Paul Neira considera que al Perú le demorará “hasta quince años recuperar los niveles del 2019”. El grave efecto de este fenómeno es que, según explica Neira, “entre el 2021 y el 2032 es el bono poblacional (fenómeno en el cual la cantidad de jóvenes es la mayor posible, significando la mayor población económicamente activa) de nuestro país. “Al no abrir las clases, estuvimos realmente comprometiendo nuestro futuro”, alerta Neira.

Pero si bien lo académico tiene fuertes consecuencias, hay otras heridas profundas que se han abierto y no han llegado a ser atendidas. “Muchas veces nos hemos encontrado con situaciones muy tristes,con estudiantes que han perdido a su padre y la madre los ha abandonado. Esa es la realidad de las zonas rurales, en las que los estudiantes quedan en total abandono”, cuenta a Nexos Anyela Huamani, directora de la Institución Educativa General de Ollanta, del distrito de Santo Tomás, provincia de Chumbivilcas, Cusco. Ella también relata cómo, ante la indiferencia del Estado, “mensualmente aportamos un monto de dinero con todos los miembros de la comunidad y compramos datos”, ya que la conexión a internet no es ni gratuita ni estable.

Para Bethsabé Barra, exdirectora regional de Educación en la región Puno y actual profesora en la Institución Educativa Secundaria Santa Rosa, colegio de mujeres, la historia no es más positiva. “Si bien es cierto que en este primer trimestre el gobierno, a través de los órganos intermedios, ha entregado tablets, no han sido suficientes para nuestra institución. En este contexto se han motivado los traslados a otras regiones y provincias, y esas niñas trasladadas no han sido consideradas”, cuenta a Nexos. Por otro lado, la violencia familiar se considera la segunda pandemia. “Muchos vienen de hogares disfuncionales, en los que las mamás salen, las niñas se quedan solas. Muchas veces no cuentan con el apoyo afectivo de los papás. O peor aún, se ha originado violencia”, explica Barra.

Fabián Ramos, psicólogo clínico y docente del colegio Reyes Rojos, considera que la imposibilidad de ir a las escuelas por tanto tiempo ha encerrado a los alumnos en el espacio del hogar y esto también “ha tenido consecuencias porque la intimidad se ha restringido”. Y esto es algo con efectos muy profundos en el desarrollo, tanto para los niños como para aquellos que están pasando por su etapa de pubertad y adolescencia. “Cuando uno reduce la escuela únicamente a lo instructivo, además de un ambiente electrónico, se cancela esta parte tan importante que tiene que ver con el grupo de pares”.

Más allá de los conocimientos que puedan compartirse en las aulas, el propio espacio físico de la escuela tiene a su vez un peso importante en el desarrollo de los alumnos. “Hay una serie de aprendizajes no explícitos en la escuela que tienen que ver, simplemente, con la capacidad de acatar ciertas normas, de adaptarse a un horario, de manejar el autocontrol. Cuestiones que van desde lo más elemental hasta lo más elevado”, explica el psicólogo. La virtualidad ha dejado estos detalles de lado.

“La pérdida del vínculo humano y la cercanía del compartir, la posibilidad de entretenernos por menos, son cosas elementales que están en riesgo”, añade Ramos. Para Huamani, en Cusco es visible “el cambio de comportamiento de los alumnos por falta de disciplina y límites en el uso de dispositivos electrónicos. Hay falta de responsabilidad en el cumplimiento de los trabajos asignados”, relata. “El internet moldea la cabeza en función de la velocidad de la imagen, que va teniendo un impacto fuerte sobre algunas otras habilidades de concentración. Va a costar mucho en este regreso que alguien pueda dar un discurso de 25 minutos, o que una persona pueda leer un libro”, explica el psicólogo.

Con todo este tiempo alejados del aprendizaje explícito, del compañerismo y del autocontrol, así como de la distancia con una autoridad escolar y demás detalles que se pierden en la virtualidad, Ramos considera que los maestros deberán estar preparados para manejar socialmente las muchas situaciones problemáticas que se van a presentar en este retorno. “Pero tengo la impresión de que de eso no se está ocupando nadie”, finaliza el psicólogo. No se trata, entonces, de solo volver.

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