La economía peruana se mantiene a flote gracias a la labor del BCR. Sin embargo, la brecha entre las cifras que muestran los informes y la realidad que se vive en los hogares mantienen abiertas las dudas sobre los verdaderos retos del país.
Por Rafael Ortega y Daniela Ramos
Pese a las diversas circunstancias que atraviesa el Perú, uno de sus ejes más sólidos sigue siendo el sistema económico. Desde hace más de dos décadas, la inflación se ha mantenido entre las más estables de Latinoamérica, lo que ha generado comentarios positivos dentro y fuera del país. Sin embargo, la percepción ciudadana no siempre acompaña ese optimismo que, en ocasiones, parece medirse únicamente en cifras.
Según un informe publicado en junio por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el Perú mantiene una de las tasas de inflación más bajas de la región, solo superada por Costa Rica. En abril de este año, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) destacó una inflación acumulada de 1.23%, la más baja de los últimos cinco años.
No obstante, pese a estos indicadores, el 2024 cerró con más de nueve millones de ciudadanos en situación de pobreza, según el INEI. Estas contradicciones, en torno al llamado “progreso”, reavivan el debate sobre cuál es, en realidad, la situación del modelo en el que vivimos.
La fórmula del BCR
El éxito de la macroeconomía peruana no es casualidad. Desde la Constitución de 1993, el Banco Central de Reserva (BCR) goza de independencia, lo que le otorga la autonomía necesaria para mantenerse al margen del caos político habitual.
Para la economista senior del Instituto Peruano de Economía (IPE), Paola Herrera, la independencia del BCR ha posibilitado que, “con un equipo altamente técnico e independiente”, se mantenga una inflación baja y estable. Asimismo, Herrera destaca que “incluso cuando el BCR subió su tasa de referencia durante los periodos de alta inflación, la subida no fue tan fuerte como en otros países de la región”.
La herramienta maestra de esta institución es la tasa de interés de referencia, actualmente situada en 4.50%. Este acierto ha reforzado la confianza de los mercados y la imagen internacional de Perú como un país macroeconómicamente estable. “Eso también hace que, cuando queramos pedir algún préstamo a nivel internacional, no haya problemas en confiar en que seremos buenos pagadores”, añade la economista.
Asimismo, para Daniel Barco, economista y exfuncionario del MEF, el éxito del BCR se sostiene en una regla básica: la inflación depende de cuánto dinero se crea frente a lo que realmente se demanda en circulación. “Si el Banco Central crea mucho más dinero del que la economía necesita, la inflación sube”, afirma. En su opinión, la estabilidad de las últimas décadas responde a que la entidad ha tomado decisiones acertadas.
Esta disciplina monetaria no solo reduce la volatilidad de precios, sino que facilita la planificación económica tanto para empresas como para familias. “Una inflación baja permite una mejor planificación financiera, refleja que no hay riesgos fiscales descontrolados y evita el malestar que generan los aumentos rápidos de precios en la ciudadanía”, añade Barco.
Si bien este control de la inflación ha permitido que el poder adquisitivo de los peruanos empiece a recuperarse, esto se realizó con cierta demora frente a otros países de la región. En 2024, en el marco del roadshow de InPerú, Adrián Armas, gerente central de Estudios Económicos del BCR, anticipó que sería recién este 2025, cuando los ingresos reales de los peruanos recuperarían los niveles prepandemia.
Frente a esto, Barco comenta que “es bueno que la economía se acelere ligeramente. Sin embargo, ya cuando vemos el mediano plazo, lo único que estamos haciendo es recuperar todo lo que hemos perdido en los años pasados”.
Pese a que una inflación baja ofrece ventajas como la planificación financiera y la contención de desequilibrios fiscales, los aumentos puntuales en rubros como alimentos —que en julio subieron al ritmo más alto en 15 meses— muestran que la estabilidad macroeconómica no siempre se traduce en alivio inmediato para los hogares.
Matices económicos
Las políticas aplicadas por el BCR han convertido las cifras macroeconómicas del país en motivo de estudio a nivel internacional. Pero, al desmenuzar estos números, se evidencian alzas en los precios de diversos productos que no encajan con el presupuesto del bolsillo peruano.
Si bien el aumento de los costos es inevitable —determinado por diversos factores, tanto coyunturales del país como internacionales—, no deja de ser un aspecto relevante. Según informó el INEI en julio pasado, los precios al consumidor en la capital subieron un 0.23%.
Aunque pueda parecer un incremento poco significativo, este tipo de variaciones impacta en la economía diaria de millones de ciudadanos, ya que, mientras los productos encarecen, sus ingresos no necesariamente crecen al mismo ritmo.
“La inflación ha venido bajando, pero no hay que ver solamente este lado (…) Lo más importante que hay que ver está en los ingresos laborales, ¿cuánto gana una familia?”, declara Barco.
El exviceministro también resaltó que, si bien la inflación es baja y millones de ciudadanos han salido de la pobreza producto del progreso económico, lo cierto es que estos aún se mantienen en un estado de vulnerabilidad. “De cada 10 peruanos, 3 o 4, frente a un shock de pérdida de empleo o enfermedad, pueden caer nuevamente en la pobreza”, añade.
Frente a este escenario, no deja de ser importante señalar los altos niveles de precariedad laboral. Según IPE, la informalidad en el Perú se encuentra alrededor del 70%, un número que el Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo lo ha catalogado como un problema estructural. A pesar del “milagro económico” de los noventa, este no ha logrado hacer que existan empleos de alta calidad.
“En el Perú, aproximadamente el 40% de trabajadores gana menos del salario mínimo, justamente porque la gran mayoría está en la informalidad y eso hace que sea más difícil acceder a la canasta básica de bienes y servicios”, indica Herrera. Ambos especialistas coinciden que esta situación no ha hecho más que mantener en la precariedad laboral a millones de personas, afectando directamente su consumo.
El reto de convertir estabilidad en bienestar
El nivel de confianza que existe en la economía es tan decisivo como las propias cifras macroeconómicas. Aunque el país mantiene una inflación controlada y el crédito privado crece —que pasó de 0.4% en 2024 a 1.8% en abril de 2025, impulsado principalmente por las grandes empresas—, la percepción de inestabilidad política, social e incluso de seguridad ciudadana sigue afectando las decisiones de consumo e inversión.
En palabras del exviceministro, la incertidumbre política “reduce el tamaño de la inversión, lo que limita el crecimiento, frena la creación de empleo y obliga a muchas personas a aceptar trabajos informales o independientes”. A esto se suma uno de los problemas estructurales más profundos del país: el centralismo.
La concentración de las principales actividades productivas en Lima genera, según Barco, “una sensación de injusticia en las regiones que no han podido desarrollarse al mismo ritmo”. El no poder acceder a un empleo de calidad implica, en la mayoría de casos, migrar a la capital.
La inseguridad es otro factor que debilita la confianza económica. Herrera advierte que, más allá de la incertidumbre política, existe una “incertidumbre física” que se ha agravado en los últimos años, con episodios como atentados contra el sector minero y delitos que afectan a transportistas, bodegueros y empresas.
Este escenario desincentiva nuevas inversiones y, en consecuencia, limita la creación de empleos formales. Los especialistas coinciden en que, para que los buenos indicadores macroeconómicos se traduzcan en mejoras palpables en 2026, es indispensable generar más empleos productivos.
Para ello, Barco subraya la necesidad de eliminar los obstáculos que frenan el crecimiento empresarial, como un sistema tributario que incentiva a las compañías a mantenerse pequeñas, y de fortalecer los servicios públicos esenciales —justicia, seguridad y educación—. Sin un Estado más eficiente, advierte, “es difícil alcanzar progreso y equidad”.
En un contexto global donde el crecimiento proyectado para 2025 se ha revisado a la baja —de 3.0% a 2.7%, según la OCDE—, mantener la confianza de inversionistas y consumidores será clave. El reto del Perú no es solo conservar su estabilidad macroeconómica, sino convertirla en un motor tangible de bienestar para toda la población.
A finales de julio de 2026, el directorio del BCRP se renovará y la salida de Julio Velarde, tras casi dos décadas al mando, marcará el cierre de una etapa dorada para la economía peruana. Velarde deja un legado sólido de estabilidad monetaria que su sucesor deberá mantener, pero el verdadero reto de transformar esos logros en bienestar tangible para las familias peruanas queda en manos del Estado.