La presidenta continúa tomando decisiones que la alejan de los intereses de la ciudadanía. El reciente aumento de su remuneración es solo un episodio más dentro de una larga lista de acciones que evidencian esta desconexión.
Por Matías Illescas
Este miércoles 2 de julio, a inicios del mes patrio, el Ministerio de Economía y Finanzas aprobó un decreto supremo que aumenta la remuneración de la presidenta Dina Boluarte de S/. 16,000 a S/. 35,500 mensuales. La aprobación de esta norma generó indignación entre los especialistas y gran parte de la población. Esto por ser percibida como una muestra más del gran nivel de desconexión del Gobierno nacional con la realidad de la sociedad peruana.
De esta forma, le suma un punto más a la gran lista de exabruptos que han protagonizado su gestión. Investigaciones en su contra y de sus familiares, declaraciones desafortunadas y sus decisiones cuestionables nos llevan a reflexionar sobre la disociación aparente que existe entre las ideas de la presidenta y las necesidades ciudadanas. No obstante, esa distancia entre el discurso presidencial y la realidad se ha hecho evidente en más de una ocasión.
Su mandato empezó con una serie de protestas en Puno que dejaron más de 50 muertos. Ante esto, la presidenta optó por hacer un llamado a una tregua nacional, negando que la policía haya disparado a los manifestantes. Así declaró que “Puno no es el Perú”. Esto generó una reacción negativa por parte de la población que evidenció, desde el inicio de su gobierno, la escasa vinculación de Boluarte con la situación social del país.
En ese sentido, las reacciones se exacerbaron cuando, en abril de 2024, La Encerrona reveló que la presidenta tenía relojes de marca Rolex, valorizados en miles de dólares cada uno. Esto desató, posteriormente, una investigación por presunto enriquecimiento ilícito para determinar el origen de dichos artículos de lujo.
Así como los relojes, la presidenta es poseedora de una pulsera de la marca Bangle y otros accesorios similares. Las estimaciones de la Fiscalía indican que las joyas y relojes de lujo de Boluarte podrían valer alrededor de de $400,000, lejos de los S/. 16,000 mensuales que recibía de sueldo en esa época.
Otro de los casos por los que se le investiga es el de las cirugías que se realizó en junio de 2023. El escándalo se desató porque Boluarte estuvo ausente de su cargo durante dos noches y una mañana, según contó el médico que la atendió, Mario Cabani, a Cuarto Poder.
La mandataria no informó oficialmente al Congreso ni al presidente del Consejo de Ministros sobre su ausencia, como manda la Constitución. Durante su periodo en la clínica, se publicaron normas y decretos supuestamente firmados por la presidenta. Esto llevó a una investigación por presunta omisión de actos funcionales y abandono de cargo.
Como forma de representación del rechazo, las encuestas se han mantenido durante los últimos meses con una aprobación de la presidenta de menos del 5%. En el último sondeo de Datum Internacional, publicado en junio del presente año, la mandataria registró un respaldo del 3% y en la encuesta de Ipsos del mes de mayo, se evidenció en la región norte un sustento del 0% de la población. Todos estos resultados reflejan un descontento generalizado y sostenido hacia Boluarte.
Sin embargo, las demostraciones de esta sensación no quedan ahí. En julio de 2024, durante el desfile militar por Fiestas Patrias, un ciudadano se dirigió a la presidenta de manera agresiva, a lo que ella respondió con un comentario inapropiado, generando el desconcierto de los asistentes al evento.
Todas estas situaciones generan incertidumbre entre los especialistas. “Es una total desconexión, muestra de una política que va a estar muy sola el día que deje la presidencia. Su poder radica en asegurarle la continuidad al Congreso y estar donde está ahorita, pero está enfureciendo a un país que ya está bastante molesto. No le auguro mucho futuro en el Perú, porque no hay nadie que la apoye, con justa y merecida razón”, declara el politólogo Eduardo Dargent para este medio.
Como respuesta a un dato de aprobación del 3% en diciembre de ese año, la presidenta se dirigió a las encuestadoras diciendo: “A los que me califican, que dicen que tengo 3% de aprobación, yo les digo: de una vez pónganme 00, así estamos empatados y nos vamos a penales”. Pese a la reacción dubitativa de la población ante esa declaración, la mandataria volvió a repetir una frase similar en mayo de 2025.
En septiembre de 2024, hubo una serie de incendios forestales en la región de Amazonas que motivaron la visita de la presidenta. El periodista Luis Chuqui, de Panamericana Televisión, se acercó a ella y le dijo: “Presidenta, mis lágrimas han recorrido a nivel nacional para pedir su presencia”. Boluarte le respondió: “No necesito tus lágrimas, señor”, evidenciando, una vez más, su lejanía con los problemas de la población.
Unos meses después, en noviembre, Boluarte se presentó a un evento con representantes de ollas comunes. Ahí declaró que “a veces hasta con 10 solcitos hacemos sopa, segundo y hasta postrecito”. Esta frase generó una avalancha de críticas hacia la presidenta y, si bien pudo haber sido malinterpretada, no se libró de la indignación de las lideresas de las ollas comunes. “Es una burla para nosotros, a la pobreza, a la necesidad” o “Es una vergüenza. Yo invito a la presidenta a que con 10 soles vaya a una olla común”, declararon las representantes.
Lejos de buscar acercarse al pueblo, Dina Boluarte lleva más de 250 días sin responder a la prensa. Así lo anunció el 29 de junio la Asociación Nacional de Periodistas (ANP). La última vez que lo hizo fue el 22 de octubre de 2024, en una conferencia de prensa que se dio después de más de 100 días de silencio mediático. El Consejo de la Prensa Peruana, representado por su director ejecutivo, Rodrigo Salazar Zimmermann, declaró para RPP que en dicha conferencia “la presidenta se mostró prepotente y déspota”, generando una sensación de declive en la libertad de expresión.
Con el incremento de su remuneración, la presidenta sigue demostrando, una vez más, una gran desconexión con las necesidades de la población. Incluso podría parecer no estar interesada en resolver esta situación. Empero, la crisis constante en la que vivimos y el hartazgo acumulado de la ciudadanía podrían traducirse en una pérdida progresiva de respaldo político. Es decir, se trataría de una creciente desconfianza hacia las instituciones del Estado, aunque todo esto podría ya haberse perdido del todo.