Hi5, MySpace, Vine y, recientemente, Skype fueron aplicaciones que alguna vez gozaron de popularidad, pero que hoy han desaparecido o caído en la irrelevancia. En un entorno digital tan competitivo, factores tecnológicos y cambios en las tendencias sociales suelen marcar su final. ¿Qué hace que una app deje de ser relevante?
Por Igor García y Daniela Ramos
Lanzado en 2003, Skype revolucionó la comunicación digital al permitir llamadas de voz a través de tecnología peer-to-peer, sin necesidad de servidores centrales. Su impacto fue inmediato, y en 2005 introdujo las videollamadas, una novedad que marcó un antes y después en la forma de comunicarse a distancia. Su crecimiento fue tal que, en 2011, Microsoft lo adquirió por 8,500 millones de dólares, integrándolo a su ecosistema y consolidándolo como una herramienta clave tanto para el uso personal como empresarial.
Durante años, Skype fue en su momento lo que actualmente representa Zoom y Google Meet. Sin embargo, la falta de innovación y el avance de nuevas plataformas como las anteriormente mencionadas fueron relegándolo de su posición. Lo que alguna vez fue vanguardia de las videollamadas, terminó convertido en una reliquia digital. Finalmente, en marzo de 2025, Microsoft anunció oficialmente su cierre. Un acontecimiento que nos recuerda que, en el vertiginoso panorama digital, no adaptarse equivale a desaparecer, una regla que no discrimina a nadie.
Sin mejoras, sin futuro
La obsolescencia tecnológica -entendiéndola como el proceso en el que un producto digital pierde vigencia por no actualizarse a los cambios del entorno virtual- es una de las principales causas detrás del abandono o desaparición de aplicaciones que alguna vez fueron masivas.
Uno de los factores determinantes es la falta de mantenimiento y actualizaciones. Cuando una app deja de recibir soporte técnico, se vuelve incompatible con nuevos sistemas operativos y puede presentar errores que desalientan a los usuarios. De acuerdo con una encuesta de Qualitest Group realizada en 2017, el 88% de las personas aseguran que abandonarían una aplicación si presenta errores constantes. Eso significa que las personas migran lógica y rápidamente hacia plataformas más estables y competitivas.
“El hecho de que aparezcan nuevas aplicaciones con nuevas capacidades, nuevas características y nuevos atributos hace que aquellas que no se renuevan se vuelvan obsoletas, pues tendrá menos funciones que atraigan a las personas”, afirma Eduardo Mejía, docente de la Universidad de Lima y experto en nuevas tecnologías.
El caso de Skype ilustra bien este fenómeno. “En pandemia, Zoom aparece con otro rendimiento: funciona mejor, es rápido y se especializa específicamente en su rubro. Por ende, tiene mejores herramientas, desde filtros y mejor calidad de video hasta la capacidad de compartir pantalla con mucha facilidad”, afirma Eduardo Ojeda, también docente de nuestra casa de estudios y especialista en tecnologías digitales, quien recalca que Zoom ofreció una flexibilidad que Skype y Hangouts no tenían. Así, el éxito de una app no solo respondió a la demanda del contexto, sino a su capacidad de adaptación frente a plataformas que llevaban años en el mercado.
El experto también resalta un elemento clave: la especialización. Zoom se dedica únicamente a la videocomunicación. En cambio, Skype pertenece a Microsoft, y Hangouts a Google, compañías que priorizan otras líneas de negocio. Estas aplicaciones, al formar parte de conglomerados más grandes, no siempre reciben la atención ni los recursos para evolucionar o innovar con rapidez.
A ello, se suma un aspecto técnico crucial, y es la funcionalidad en diferentes equipos. “Skype no está optimizado para móviles […] Como fueron saliendo otras aplicaciones que trabajaban mucho mejor sobre el Wi-Fi, que trabajaban mejor en los entornos móviles, fueron ganando bastante preferencia”, afirma Bruno Ortiz, periodista de El Comercio especializado en tecnología.
Sin embargo, el comunicador también nos ofrece otra visión de las actualizaciones y es que estas no siempre representan una solución, pues cada uno de ellos implica que la aplicación ocupe más memoria, y no todos los usuarios poseen equipos de gran capacidad. “En ocasiones, no es tanto que la aplicación se quede desfasada, sino que a veces tú tienes un equipo que no soporta la aplicación”, señala. En ese sentido, algunos usuarios muchas veces no eligen la mejor opción del mercado, sino la que les resulta más accesible y funcional en sus condiciones tecnológicas.
De la lealtad al zapping
Hace apenas unos años, Skype era sinónimo de videollamadas. Hoy, su despedida confirma una tendencia que parece inevitable: el tiempo es un verdugo silencioso para muchas apps. A medida que los años pasan y las personas cambian, también lo hacen las dinámicas sociales y culturales de cada generación. Estos cambios no sólo redefinen los hábitos de consumo digital, sino que también dictan quién logra mantenerse a flote en el competitivo ecosistema de aplicaciones.
“Uno de los cambios generacionales que más ha sacudido la industria del software es la poca fidelidad que tiene el usuario hoy en día. Es decir, lo fácil que podemos cambiar de Instagram a TikTok”, señala Ojeda. Esta volatilidad en las preferencias no es un simple capricho, sino que responde a una nueva manera de habitar lo digital.
Particularmente, los Gen Z buscan experiencias rápidas, audiovisuales y adaptativas. Como describe el profesor Mejía, “prefieren consumir contenidos que son volátiles, de consumo rápido, que no demoran nada”. Es en este mar de estímulos inmediatos donde las aplicaciones tradicionales diseñadas para ritmos más pausados naufragan irremediablemente.
En contraste, generaciones anteriores como los Gen X o los baby boomers usan las apps de forma más funcional, priorizando conexiones personales, comodidad y un diseño claro por encima del vértigo de la innovación. Según un estudio de Forbes en el 2022, plataformas como Facebook mantienen vigencia en estos grupos, mientras que para los más jóvenes son poco más que plataformas de antaño.
El factor “moda” también actúa como motor de cambio entre las nuevas generaciones. “Si estamos hablando de redes sociales, la moda es vital. Te exige estar donde suceden las cosas, donde la gente conversa, donde la gente interactúa, lo que está en tendencia. Es muy diferente hablar de Word o de Google Docs. Ahí no es un tema tanto de moda, sino de características y funcionalidades. Ahí uno prioriza aquello que le sirve”, indica Ojeda.
Así, mientras las nuevas generaciones saltan de red en red siguiendo la corriente de la conversación global, las generaciones anteriores valoran más la utilidad y estabilidad de las herramientas digitales.
Pero el fenómeno no responde únicamente a una cuestión de gustos. Ortiz advierte que hoy las apps tienen una “vida programada”. Los productos digitales nacen con fecha de caducidad. Estas aplicaciones son creadas para tener una vida útil cada vez más corta, adaptándose al vértigo de los avances tecnológicos y al ritmo de una cultura de consumo que exige siempre lo nuevo, lo instantáneo, lo siguiente.
La carrera por no quedarse atrás
Para Mejía, no todo es cuestión de edad, pues la aceleración atraviesa a todos. “Independientemente de la generación, hoy las personas vivimos de forma acelerada. No nos alcanza el tiempo para nada y necesitamos herramientas que nos faciliten la vida. Si las aplicaciones no se adaptan a estos nuevos estilos de vida, simplemente desaparecerán”, recalca.
En un entorno donde las tendencias digitales siempre están a la vuelta de la esquina, adaptarse no es una opción: es la única estrategia viable. Las aplicaciones que sobreviven no son necesariamente las primeras ni las más conocidas, sino las más ágiles en leer al usuario y reinventarse.
Según AppMagic, plataforma especializada en análisis de mercado móvil, durante 2024 en Perú, las aplicaciones más descargadas fueron TikTok, Temu y Yape: tres plataformas que, más allá de su función inicial, lograron insertarse en la vida cotidiana ofreciendo inmediatez, conveniencia y conexión con las tendencias culturales del momento.
Pero el éxito no solo depende de cubrir una necesidad, también importa cómo se presenta. “Por más que parezca una tontería, incluso el diseño, la forma en que están puestos los elementos, el tamaño, los colores, son bastante importantes. Así como la usabilidad: qué tan sencillo resulta utilizar algo para lograr tu objetivo final”, apunta Ortiz. En tiempos de inmediatez, nadie está dispuesto a perder tiempo en una app que confunde o frustra.
La percepción de utilidad evoluciona junto a los cambios generacionales. De acuerdo con el informe anual State of Mobile de la plataforma de inteligencia digital Sensor Tower, durante la pandemia, plataformas de citas como Tinder o Hinge vivieron un auge impulsado por la necesidad de conexión. Hoy, con una Generación Z que valora relaciones más auténticas, gran parte de esos usuarios ha abandonado estas apps.
Por otro lado, mientras las apps de citas pierden terreno, las de inteligencia artificial como ChatGPT y Google Gemini viven su mejor momento, con un aumento de 200% en gasto de consumidores en el último año, según el mismo estudio. A su lado, las billeteras digitales y las aplicaciones financieras continúan creciendo, siguiendo las reglas del juego y cumpliendo con las expectativas del mercado.
Skype no fue la primera app en caer, ni será la última. En un ecosistema donde la innovación marca el pulso y la lealtad digital dura apenas un parpadeo, ninguna plataforma tiene garantizada su permanencia. Si hoy TikTok, Instagram o incluso ChatGPT dominan el escenario, la verdadera pregunta es: ¿cuánto tiempo les queda a estas aplicaciones antes de convertirse en las próximas reliquias del olvido?