Se cumplen 365 días de los ataques de Hamás y otros grupos armados palestinos en el sur de Israel. Sin embargo, la crisis en el Medio Oriente no se limita a la fecha del año pasado. Si bien las voces claman por un alto al fuego, la comunidad internacional presenta una creciente preocupación que cuestiona si la paz es realmente alcanzable en medio de un conflicto que parece no tener fin.
Por Cynthia Duhamel y Lucía Quispe
Hoy, 7 de octubre, se cumple un año de uno de los episodios más devastadores en el conflicto entre Palestina e Israel. En aquel fatídico día, Hamás lanzó un ataque sorpresa desde la Franja de Gaza, provocando la muerte de 1,200 civiles israelíes y tomando como rehenes a 253 personas. Este ataque desató una ola de represalias que involucran a países como Líbano e Irán.
Sin embargo, ese fue solo un capítulo más en los 365 días de un conflicto que, desde el 7 de octubre de 2023, ha cobrado más de 40,000 vidas en Gaza, según un informe de la ONU (Organización de las Naciones Unidas). A lo largo de este año, la violencia ha continuado, manteniendo a la región en un estado de tensión extrema en el que la tragedia parece no dar tregua.
Este enfrentamiento, que involucra a grupos de resistencia como Hamás en Gaza, Hezbolá en Líbano y los Hutíes de Yemen contra el Estado de Israel, ha trascendido las fronteras de Gaza, impactando a todo el Medio Oriente, donde Hezbolá, en particular, ha jugado un papel clave en el escalamiento de la crisis. Mientras algunos observan con preocupación, otros actores internacionales prefieren permanecer en silencio, ignorando una crisis que parece no tener fin.
La fuerza silenciosa que emerge en el caos de Medio Oriente
Dicho acontecimiento que no parece llegar a alguna solución ha despertado al grupo de resistencia Hezbolá, quien decidió atacar a Israel pidiendo un alto al fuego en Gaza. Sin embargo, el papel de Irán como la principal potencia chiita de la región ha sido decisivo en la escalada del conflicto, proporcionando apoyo militar y financiero a grupos como Hezbolá, Hamás y los Hutíes, todo ello según el periodista Ramiro Escobar.
La figura de Hezbolá se erige como una de las más complejas y controvertidas. Este grupo de resistencia, considerado por varios países occidentales como una organización terrorista, ha desempeñado un papel crucial en el conflicto que actualmente afecta a Israel y Gaza. Su presencia ha intensificado el conflicto, alcanzando un nuevo punto álgido el 17 de septiembre, cuando una serie de explosiones en Líbano dejó 25 muertos y más de 450 heridos, según el Ministerio de Salud local.
Estas explosiones, atribuidas a dispositivos de comunicación como beepers utilizados por Hezbolá, generaron alarmas en todo el país. La BBC informó que estos dispositivos detonaron gravemente, causando más de 2,000 heridos en una de las jornadas de mayor violencia en la región. El gobierno libanés y Hezbolá acusan a Israel de ser responsable de estos ataques, mientras que funcionarios occidentales sugieren que Israel pudo haber colocado explosivos en los aparatos.
Según Nour El Osta, doctora del hospital Hotel Dieu en Beirut, las heridas de las víctimas fueron de tal magnitud que era imposible de ver. “Todos los pacientes han perdido dedos o tienen daños en los ojos. Es algo que no habíamos visto nunca antes”, señaló. La gravedad de la situación ha llevado al secretario general de la ONU, Antonio Guterres, a expresar su profunda alarma por los acontecimientos recientes.
Por otra parte, el politólogo e internacionalista Farid Kahhat explicó que el ejército libanés, aunque más débil militarmente, a menudo se repliega ante Hezbolá, quien actúa como un ejército adicional en la frontera con Israel. Este escenario ha propiciado enfrentamientos no solo entre ambas partes, sino también con las fuerzas armadas libanesas, generando un clima de guerra inminente.
Con la creciente escalada de violencia, las voces a favor de un alto al fuego se hacen más fuertes. Sin embargo, el gobierno de Netanyahu parece reacio a ceder, a pesar de que muchos grupos involucrados sostienen que un cese de hostilidades podría detener las acciones contra Israel. La comunidad internacional tiene un papel crucial en la mediación de este conflicto, que podría llevar a consecuencias imprevisibles si no se actúa con urgencia.
“Hezbolá no es solo un grupo armado; es una fuerza política con una significativa presencia en Líbano”, subraya Kahhat, en especial por el cercano peligro de una escalada aún mayor. Por su parte, Escobar enfatiza que existe la necesidad de que las potencias occidentales ejerzan presión sobre Israel para alcanzar un cese al fuego en Gaza, lo cual podría ser la clave para frenar la espiral de violencia que amenaza con consumir a toda la región. Mientras el conflicto avanza hacia un nuevo capítulo, el llamado a la paz se convierte en un eco desesperado en medio de la tormenta, recordándonos que la humanidad, más que nunca, debe encontrar un camino hacia la reconciliación en medio de la devastación.
El mundo observa cómo la fuerza silenciosa de Hezbolá se mantiene en pie, desafiando no sólo a Israel, sino a la estabilidad de toda la región. La pregunta que queda en el aire es: ¿hasta dónde llegará este conflicto y qué significa para el futuro del Medio Oriente?
La esperada luz en la sombra del conflicto
La ONU ha enfrentado desafíos significativos en este conflicto, limitados por el poder de veto de las grandes potencias. Escobar aclara que esta organización no es un “presidente del mundo” y que, aunque su Consejo de Seguridad tiene la facultad de tomar decisiones vinculantes, la denegación de países como Estados Unidos impide cualquier acción concreta que pueda afectar a Israel.
El panorama humanitario del conflicto es alarmante. Las cifras extremas que muestra ACNUR (Agencia de la ONU para los Refugiados) superan las 40 mil muertes, entre ellas 6,000 mujeres y 11 mil niños, más de 96 mil heridos, 20 mil desaparecidos, y el 60% de la infraestructura de Gaza ha sido gravemente dañada con un 35% totalmente destruida. “Las ciudades de Gaza han sido y siguen siendo más devastadas que las de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial”, señaló en su discurso el expresidente de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Manuel Rodríguez Cuadros.
La Corte Penal Internacional ha aceptado una demanda por genocidio contra Israel. “Se acusó tanto a Hamás como al liderazgo israelí de haber cometido y estar cometiendo crímenes de guerra y de lesa humanidad, además de usar el hambre como método de guerra”, mencionó Kahhat. Sin embargo, los intentos de las potencias occidentales por presionar a Israel han sido, hasta ahora, insuficientes.
Por otro lado, respecto a la intervención de otros actores, Irán ha sido clave en el apoyo a grupos como Hezbolá y Hamás, pero las probabilidades de que dicho país participe directamente en una guerra total contra Israel son bajas por su debilidad militar comparada con Israel y Estados Unidos. Cabe recordar que la reciente respuesta de Irán fue ejercida bajo el derecho a la autodefensa, declarada como una acción necesaria y proporcionada que se dirigió exclusivamente a objetivos militares, y llevada a cabo con cuidado para evitar daños a civiles, según señaló el embajador de Irán ante la ONU, Amir Saeid Iravani.
¿Está Gaza en la incertidumbre de seguir siendo parte del territorio palestino? Kahhat señala que el ataque de Hamás ha sido utilizado como justificación para la escalada militar israelí, la cual va más allá de la ocupación de Gaza con planes de colonización en el norte de la franja. “Encontramos ministros extremistas en el gabinete de Netanyahu que ven este conflicto como una oportunidad para colonizar Gaza, lo cual viola el derecho internacional”, mencionó. De hecho, el futuro de Gaza y su permanencia como parte del territorio palestino depende en gran medida de los intereses políticos en Israel y de la influencia de actores externos como Estados Unidos.
Esto lleva a la incertidumbre sobre la campaña electoral estadounidense, la cual Netanyahu podría aprovechar para intensificar su ofensiva militar y avanzar en sus planes de colonización en el norte de Gaza. El apoyo financiero de los grupos de presión pro israelíes y el temor a perder respaldo electoral han reducido la presión internacional sobre Israel. “Si gana Kamala Harris, dado que hay un sector del Partido Demócrata que podría presionar para un cambio de rumbo, tal vez eso se produzca, pero eso está por verse. Yo no me atrevería a apostar que va a ocurrir. Si gana Trump, va a ser un desastre no solo para Oriente Medio, sino para el mundo probablemente”, añadió Kahhat.
No obstante, aunque Israel puede ganar militarmente, esa victoria traería consecuencias negativas. Tal cual explica Escobar, citando a Lluís Foix, “Israel ha ganado todas las guerras, pero no ha sabido ganar la paz”. “El odio se perpetuará, lo que llevaría a que más personas se unan a grupos radicales como Hamás y Hezbolá, impulsados por el dolor y la desesperación”, comenta. Con ello, los ataques de Israel contra estos grupos de resistencia no implican su eliminación definitiva.
Lo único que quedaría hacer es ejercer presión desde las calles en todo el mundo. La opinión pública global podría empujar a los gobiernos y a la ONU a reconsiderar sus decisiones y apoyo a Israel. De hecho, Kahhat detalla ciertas iniciativas como el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), los cuales tienen el potencial de generar un impacto económico y político importante. Este tipo de movilización busca que los ciudadanos obstruyan productos israelíes, que las empresas retiren sus inversiones en Israel y que los gobiernos locales impongan sanciones.
El fin de la tierra prometida: ¿una ilusión en el horizonte?
El conflicto en el Medio Oriente se encuentra en un momento crítico, revelando perspectivas distintas, pero complementarias sobre la situación. El politólogo Farid Kahhat expresa que Estados Unidos, la única potencia extrarregional que podría involucrarse, parece más interesada en salvaguardar sus propios intereses políticos que en buscar una resolución pacífica. “Su preocupación se centra en las intenciones del gobierno estadounidense que, bajo la administración Biden, podría optar por atacar a la industria petrolera iraní”, anota. Esto no solo podría desestabilizar la región aún más, sino también dar lugar a un régimen iraní que reinicie su programa nuclear, incrementando así la posibilidad de un conflicto aún mayor.
En este contexto, la historia ha demostrado que cada intento de atacar el programa nuclear iraní ha fracasado, dejando al régimen incluso más decidido a continuar su desarrollo armamentístico. “La comunidad internacional parece no aprender de sus propios errores”, comenta, refiriéndose a las consecuencias no deseadas que surgen de acciones unilaterales. Esto lleva a la inquietante posibilidad de que, si un ataque se llevará a cabo sin resultados concretos, el programa nuclear podría trasladarse a la clandestinidad, acelerando su progreso y ampliando el riesgo de que Irán obtenga armas nucleares.
Por otro lado, el periodista Ramiro Escobar plantea que la falta de unidad entre los países árabes complica la posibilidad de una respuesta conjunta ante la crisis. A pesar de la indignación palpable en el mundo musulmán por la situación en Gaza, las relaciones diplomáticas existentes entre Estados Unidos y naciones como Egipto y Arabia Saudita hacen que una reacción coordinada sea casi inviable. “Los intereses geopolíticos y la fragmentación del mundo árabe son obstáculos significativos para cualquier forma de resistencia efectiva”, enfatiza. Esto sugiere que, aunque hay un deseo de apoyo hacia Palestina, las realidades políticas limitan las acciones que pueden tomarse.
A pesar de todo, existe una coincidencia en ambas partes en la que, aunque Israel puede ganar esta guerra en términos militares, el odio y la animosidad que se generan dificultará aún más la búsqueda de una paz duradera. “Israel ha ganado todas las guerras, pero no ha sabido ganar la paz”, destaca Kahhat, haciendo eco de las palabras de un ex canciller israelí. La perpetuación de la violencia y la falta de un diálogo constructivo solo alimentan un ciclo de retribución que parece interminable.
¿Habrá paz o la guerra seguirá provocando aún más devastación? Esta es la pregunta que el mundo entero se sigue haciendo. Ante esta realidad, la comunidad internacional, incluida la opinión pública en países latinoamericanos, debe reconsiderar su papel y responsabilidad apoyando un diálogo que priorice la vida y los derechos de los civiles por encima de los intereses políticos.
La indignación crece en el mundo árabe y musulmán, cuyos líderes consideran que las acciones de Israel constituyen un genocidio. “No es la guerra en Gaza, es la guerra contra Gaza”, precisó en su ponencia el exministro de Relaciones Exteriores, Diego García Sayán. Parece que la solución a este conflicto está cada vez más lejana, perpetuando un contexto de sufrimiento y desesperación, pero sin signos de alivio.