Aunque su calidad de vida no será mejorada de un día para otro, las inocentes necesidades de muchos niños pueden ser cumplidas durante estas fiestas por voluntarios de Ubuntu. Y los jóvenes que la conforman presentan un programa que va más allá de los donativos.
Por: Eduardo Vidal
Uno de cada dos niños menores de nueve años de edad vive en condiciones de pobreza en las áreas rurales del país, según un informe del Instituto Nacional de Estadística e Informática que apunta a un hundimiento en la calidad de vida en términos de educación, nutrición, desarrollo humano, salud física y psicológica. En medio de esta realidad, infantes de la remota comunidad ayacuchana Canchacancha esperan con ansias la respuesta de sus cartas navideñas. Marcelo Llano, fundador de la red de voluntarios Ubuntu, lidera esta y otras campañas que nacen del corazón de jóvenes estudiantes alrededor del Perú.
Hacer comunidad
“Al principio, ninguno de nosotros los estudiantes teníamos idea sobre el voluntariado, no sabíamos que era el impacto social, ni los ODS, pero lo intentamos. No por un trabajo universitario, sino fue una labor que nos incidió debido a que vimos fotografías de comunidades que necesitaban”, relata Marcelo. Esta motivación los recargó de energía y valor suficiente para llevar a cabo una primera incursión en la zona Pachacútec de Ventanilla, concretando un proyecto navideño que iba a beneficiar a casi 100 niños.
Al término de la actividad, los jóvenes se sentían contentos por la independencia de su accionar. Fue allí que muchos de ellos coincidieron en que el voluntariado era lo mejor que podían construir con proyección. “En ese momento hicimos una promesa para formar una organización que no solo llegue a Lima, sino también a diferentes partes del país. Por eso, Ubuntu es una red descentralizada”, revela Llano.
Para apuntar localidades, Ubuntu evita solicitar información a organismos públicos como las municipalidades. “Hay una gran diferencia entre la realidad y los datos que ellos manejan. Esto se evidencia cuando quieren entregar, por ejemplo, canastas, pues al final no saben cuánta gente hay”, sostiene Marcelo, quien realiza directamente un trabajo de campo en zonas dispersas del país para deliberar qué sitios son los que requieren intervención. Con ese fin, él visita comunidades y conversa con madres de familia.
Sin embargo, los más de 600 jóvenes a nivel nacional no quieren que la labor de Ubuntu sea encasillada con las donaciones, pues la filosofía de la organización las considera insuficientes. “Nosotros vamos y decimos que nos gustaría enseñar a través de actividades de reforzamiento. Aquello es lo verdaderamente sostenible”, resalta el fundador respecto al factor inmaterial de los talleres que se llevan a cabo, tales como repostería, limpieza, decoración, educación, finanzas, concientización ambiental, inteligencia socioemocional, arte a través del dibujo, baile, teatro y canto, entre otros.
En la actualidad, Ubuntu sostiene decenas de proyectos en todo el país. Uno de estos es “Navidad sin fronteras”, programa que consiste en el cumplimiento de las peticiones de niños provenientes, principalmente, de comunidades rurales de Ayacucho, Junín y Puno. En Canchacancha, estos infantes apuntaron sus deseos en cartas, supuestamente, dirigidas a Papá Noel. Algunos de ellos no creían en su existencia, pero seguían muy dispuestos. Cada uno de ellos con una ilusión desbordante en sus ojos. “Casi todos de esos mensajes llegaron a la capital. Acá me encargué de que mucha gente vea los videos que grabamos. La dinámica que fomentamos para los padrinos, es que reciban los escritos y que ellos mismos respondan con otra”, detalla Marcelo.
Tras ver las condiciones de vida y el anhelo reflejado en sonrisas, más de 200 personas decidieron cumplir sus deseos. Curiosamente, para ellos, muchos de estos niños no pedían artículos o juguetes de mucho valor, sino estuches de plumones, zapatos, entre otros regalos de uso escolar. La estrechez y precariedad termina evidenciándose de cualquier manera.
Carencias marcadas entre sonrisas
En el Perú, el nivel de educación máximo alcanzado –no necesariamente concluidos– que predomina en zonas rurales es la primaria (48,5%) y secundaria (31,8%) en personas de 25 años a más, según el INEI. Con mayor gravedad, en mujeres se reporta más incidencia, en primer lugar, de historiales educativos vacíos y, en segundo lugar, el nivel primaria como máximo nivel alcanzado. “Gran parte de las madres con quienes conversamos no pueden enseñarles a sus hijos. Además, ellas trabajan y subsisten del día a día, por lo que no pueden costear un profesor que pueda reforzar la variedad de materias que cursan sus hijos”, señala Marcelo.
En uno de los viajes de trabajo de campo, los jóvenes observaron como muchos de los niños estaban privados de una educación adecuada a pesar de contar con tablets educativas del Estado.
En el 2020, el Gobierno impulsó la entrega de tablets a estudiantes y maestros en localidades rurales consideradas pobres. Aquello como parte de un plan a largo plazo para cerrar la brecha digital en la enseñanza. Sin embargo, tras el fin de la distribución, el Ministerio de Educación reportó que no existen impactos positivos en el aprendizaje, según un informe de agosto pasado. “Muchos de los niños las tenían, pero básicamente no la utilizaban porque no tenían conectividad a internet, y no sabían cómo manipularla. Fue muy chocante ver eso”, cuenta Marcelo.
En noviembre del 2021, mientras su equipo visitaba la comunidad de Sullca en Puno, Marcelo conoció el caso de un niño de dos años de edad que padecía un tumor maligno en la frente. Su madre le explicó el caso y, entre lágrimas, le rogó por ayuda. El médico que le atendía en el Hospital de Huancané le dijo que debía esperar tres meses para conseguir la referencia a un hospital en Lima para la cirugía de extirpación. Sin embargo, la inflamación y el constante sangrado abrumaba al pequeño Kevin en dolor.
Aquella desesperación consumió a la madre, quien se encontraba dispuesta a entregarle su hijo a Marcelo para que pudiera conseguir asistencia médica lo más pronto posible. “Durante toda mi época de voluntariado, nunca vi una realidad así. Nadie se me había acercado de esa manera para encargarme de su niño porque no había otra opción. Por ello, entiendo a la señora porque, para ella, venir a Lima era un sueño”, recuerda él.
Hasta noviembre de 2022, según el INEI, se tiene el registro de 9460 establecimientos de servicio médico de todos los niveles de atención. En términos de abastecimiento, Lima y Callao cuentan con alrededor de uno de estos centros activos para cada 10 mil habitantes. En cambio, regiones como Pasco y Apurímac disponen de 10 instituciones para aquella cantidad poblacional. Entonces, ¿por qué los hospitales del interior del país no cuentan con la capacidad para atender casos como el de Kevin?
De acuerdo al mapeo del Ministerio de Salud, los establecimientos de servicio médico regiones al interior del país son, en su mayoría, centros del primer y segundo nivel de atención como postas que carecen de personal y equipamiento especializado. Es por ello que, ante casos complejos, se tiene que recurrir a instituciones de tercera categoría que, del mismo modo, evidencian carencias.
En una texto publicado en la revista Ideele, Jaime Morán, secretario del Interior del Colegio Médico del Perú, asegura que el servicio de salud ha empeorado en el área rural por falta de insumos, medicamentos, infraestructura y profesionales. “En zonas alejadas y dispersas como en Iquitos y Madre de Dios, personas fallecen de enfermedades que fácilmente pueden ser resueltas en territorios urbanos”, sostuvo en su artículo.
Cientos de peruanos con padecimientos graves como Kevin permanecen a la espera de su atención especializada durante meses, mientras sus esperanzas se estrellan contra las paredes infranqueables de los hospitales limeños.
A través de bingos y rifas, Marcelo logró finalmente trasladar a Kevin. Sin embargo, a pesar de contar con referencia en mano, siguieron cerrándole las puertas al niño, aunque el sangrado haya sido evidente. “Me queje con Essalud, hicimos viral este caso, salió en las noticias. Fue así que en dos meses logramos que lo operaran”, recuerda él.
Voluntariado como modo de vida
De acuerdo a la necesidad de una comunidad, hay cada jóven estudiante de determinada carrera que puede ayudar con asistencia y talleres. En base a este principio, maneja Ubuntu las problemáticas presentadas en sus programas.
En la actualidad, principalmente disponen de voluntarios obstetras, quienes llevan a cabo talleres de Educación Sexual Integral. “Mientras más necesidades encontramos, buscamos hacer algo al respecto”, detalla Marcelo. Sin embargo, el aprendizaje que la red anhela es, esencialmente, bidireccional.
Uno de los objetivos de incorporar estudiantes, según el fundador, es buscar que estos aprendan de la realidad local para sensibilizarlos, implantando un tacto empático para sus vidas profesionales.
Marcelo identificó, también, malos tratos en la interacción de algunos médicos con ciudadanos que lamentablemente carecen del conocimiento y actitud para defenderse. “He observado a madres muy jóvenes que son muy calladas. Cuando van al hospital el doctor se las come vivo, les dice algo y las personas se la creen. Esto sucede principalmente en áreas rurales”, señala.
Recientemente se ha discutido mucho sobre la figura del personal de salud que ejerce un autoritarismo tóxico y agraviante para los pacientes, siendo mujeres de nivel socioeconómico inferior las víctimas más recurrentes. Por ello, un propósito de Ubuntu para los próximos meses es incorporar médicos estudiantes al voluntariado.
Brillante Navidad
Durante esta semana, la organización se está encargando de concluir la mayoría de sus proyectos. No obstante, la recepción de donativos en Lima está abierta hasta el 22 de diciembre, pues la entrega de estos presentes ocurre el 24. En esa fecha, se repartirán juguetes, material educativo, ropa en buen estado, entre otras dádivas que el público en general puede ofrecer. Para obtener información sobre cómo donar, las redes sociales como Instagram y Facebook están disponibles para coordinar internamente. Por otro lado, para formar parte de la red de voluntarios, Ubuntu cuenta con un número de celular para conversar al respecto.
A pesar del gran recibimiento que reciben proyectos como este durante las fiestas de fin de año, Ubuntu recalca que la Navidad es solo una parte. “Nosotros hacemos voluntariado de enero hasta diciembre. Somos jóvenes, por lo que se necesita que esto sea una costumbre. Por eso, desarrollamos bastante la filosofía del voluntariado como una forma de vivir. Hoy en día estamos en Junín, Puno, Ayacucho, Arequipa, Cusco, y esperamos poder llegar a muchas más regiones con el trabajo articulado de nuestra red en distintas partes del país”, concluye Marcelo.