Ídolo de barro: ¿qué sucede con los políticos peruanos?

Un nuevo inquilino llegó al penal Barbadillo, la cárcel de los expresidentes que alberga a Pedro Castillo, Alberto Fujimori y, ahora, a Alejandro Toledo. La imagen del fundador de Perú Posible se encuentra en su peor momento y su situación pone sobre la mesa, una vez más, el deplorable accionar de los gobernantes en nuestro país.

Por: Stephano Jiménez y Paula Alpún

La extradición de Alejandro Toledo ha significado un nuevo capítulo en el pesado libro de los exmandatarios de Perú acusados de corrupción. Los presuntos cobros de soborno a cambio de favorecer a la constructora brasileña Odebrecht por los que es investigado dieron pie a la orden de prisión preventiva que cumple en el cada vez más famoso penal de Barbadillo.

Con este acontecimiento ya no queda duda de la imagen en decadencia de quien fue la cabeza de Estado entre el 2001 y 2006. Su declive, como el de muchos otros que se sentaron en el sillón presidencial, evidencia otra vez aquella piedra en el zapato que tiene nuestro país en cuanto a sus gobernantes. Es así que conversamos con analistas políticos sobre esta realidad que en el episodio de hoy le tocó vivir a Toledo.

La doble cara de la moneda

Si bien el fundador del partido Perú Posible afronta un momento oscuro en su vida, su caída en picada ya estaba predicha desde la evidencia de su participación en los casos de corrupción por los que es procesado. “Esta comprobación de que Toledo es parte de este grupo que llegó al poder con la sola función o decisión de aprovecharse al máximo del cargo y terminar envuelto, es lo que marca su caída”, menciona Jorge Aragón, experto en ciencias políticas. Sin embargo, para José Carlos Requena, comunicador y analista político, desde el principio existieron dudas que quedaron en el aire en relación con su mandato.

Requena hace hincapié en que, en su tiempo, el ‘cholo sagrado’ protestaba por un cambio democrático que se orientaba a construir un “segundo piso” de estabilidad económica que nunca vio la luz. Así se evidencia, por un lado, el detrimento de la imagen del expresidente y por otro, queda claro que la situación de este y sus recientes compañeros de piso en Barbadillo representa dos décadas sin salir de la descomposición política que nos acecha.

En el periodo en el que Toledo ejerció en el Ejecutivo, si bien se consideró un gobierno inteligente que eligió bien a sus ministros, su carácter frívolo no demoró en salir. “Hace mucho que se había convertido en un personaje errático y causaba más irritación que entusiasmo”, denota José Carlos, quien además habla de una decepción anunciada desde su primer momento como figura política. 

¿Nueva generación, mismas actitudes?

El comportamiento de los gobernantes peruanos que toman la batuta termina siendo más de lo mismo. Alfonso Quiroz en su libro “Historia de la corrupción en el Perú”, menciona que este mal encrudecido en el periodo de 1990 solamente formaba parte de una larga historia estructural de sobornos incontenidos. A pesar de que las nuevas autoridades establecidas durante el régimen interino de Valentín Paniagua y el gobierno de Alejandro Toledo lograron implementar frágiles avances, el respaldo tanto local como extranjero que se iba obteniendo se desvaneció con el descubrimiento de nuevos escándalos.

A pesar de que, como resaltó Aragón, Toledo ayudó a orientar el paso de la dictadura a la democracia, las influencias dentro de su campaña del año 2000 fueron visibles. Sin embargo, Requena enfatiza en que Eliane Karp no fue un buen activo en tiempos del gobierno de su ‘cholo sano y sagrado’. “La primera dama mostró carencia de inteligencia emocional y sus comentarios no ayudaban con lo que el país requería”, señaló.

En la actualidad, esta nueva descendencia gubernamental es la continuación de la ordinaria función política. El propósito de organizar un grupo político con socios o conocidos para atentar al cargo principal se vuelve más pesado que un objetivo de estabilidad política. “La juventud de ahora tendría que aprender de la historia, mantener una visión renovada y ayudar a reducir las brechas que persisten en nuestro país”, afirmó Requena. 

La razón por la que los expresidentes en esta época moderna continúan en esta situación se debe al frágil sistema político peruano donde no hay instituciones fuertes a nivel democrático y Fabián Vallas, analista internacional y docente de comunicación política, ratifica esa premisa. “La estructura de nuestra política te da predictibilidad. Se sabe cómo se van a comportar los actores en este régimen. Asimismo, brinda una serie de pesos a los involucrados. Entonces, en un partido político no se hace lo que el líder quiere y se tiene todo un comité que lo va guiando”, resaltó. Pero cuando no hay un grupo, la cabeza gana protagonismo y esto lleva a una falta de transparencia. 

Perú, problema y posibilidad

Una vez más los ojos del mundo se posaron en nuestro país. La extradición de Toledo muestra que vivimos en una montaña rusa, cuesta abajo y sin frenos. A raíz de este hecho y de toda la carga política negativa que llevamos sobre los hombros, internacionalmente hay una creciente preocupación por los casos de corrupción y la necesidad de responsabilizar a los líderes por sus acciones.

Si bien tener tres presidentes encarcelados es una vergüenza, este reciente caso también es visto como un hito en la lucha contra la impunidad y la garantía del Estado de Derecho. Ha puesto en evidencia la importancia de la cooperación internacional y la relevancia de fortalecer los mecanismos de extradición para asegurar que los investigados o sentenciados no puedan escapar de la justicia.

Para Aragón, estos sucesos parecen ser un consuelo de segundo orden: la justicia tarda pero llega. “Se muestra un sistema judicial que puede proteger al país, pero solo cuando la persona deja el cargo”. Además, Vallas mencionó que la gran enseñanza que nos deja su figura es que tarde o temprano el delito se paga. “A nivel de herencia política, Toledo es una decepción. Se benefició mucho y aunque su gobierno es considerado bueno, en realidad fueron las circunstancias externas las que lo ayudaron, a la par de tener buenos ministros”.

Así pues, la corrupción reflejada en el encarcelamiento de varios personajes de nuestra clase política es solamente la punta del iceberg. La participación extranjera y la determinación de las autoridades peruanas envían un mensaje claro a los líderes políticos de que deben rendir cuentas por sus acciones. Sin embargo, esto define la fragilidad de las instituciones públicas peruanas y su necesaria consolidación para garantizar una justicia independiente y transparente. Sin sólidos organismos, corremos el riesgo de una gran falta de franqueza en un país donde los mandatarios solo buscan el bien propio y no el colectivo.

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