El frío golpea con fuerza la ciudad y la garúa proclama la llegada del invierno limeño. A partir de este momento las esquinas de “la gris” pueden convertirse en refugios para los cuerpos cansados o madrugadores que buscan en el emoliente, calor y fuerzas para iniciar la jornada. Aquí, la historia de la bebida predilecta para calentar los días fríos de esta larga temporada.
Por: Micaela Sotillo Medina
A las cinco de la tarde salen las carretillas emolienteras a posicionarse en las esquinas limeñas. Es el segundo turno del día, pues hace doce horas se inauguró la mañana con el característico aroma del emoliente. Las colas se van formando y los cuerpos se relajan al momento de saborear semejante manjar. Mientras va bajando la temperatura la presencia de esta dulce bebida es infaltable para terminar el día por la calidez de su sabor. El hervor que sale de las ollas empapa cada rincón de la cuadra, escabulléndose entre el cielo nublado y los cuerpos abrigados de pies a cabeza. La popular bebida es un sutil recordatorio de que la temporada más larga ya comenzó, y que esta será indispensable para combatir el frío.
Los precios y cantidades varían en la búsqueda de un buen emoliente, depende además del criterio de cada esquina y su dueño que, sin recelo, regala calor a quien se asome. Si bien todos los emolienteros tienen un estilo único para crear y mezclar, las bases siempre serán las mismas. Cebada, linaza, cola de caballo y limón son los insumos característicos, en la mayoría de las recetas, para darle forma a este elixir. Un sol y 50 céntimos como mínimo y 3 soles máximo, son el valor que le ponen a tan encantadora bebida. Esta se ha convertido en el protagonista de varios momentos familiares convirtiéndo su visita en una tradición para muchos peruanos y peruanas. Si bien puede aparecer en las épocas de calor, como un refresco, el consumo en invierno aumenta en un 40%, porcentaje confirmado por la Federación de Emolienteros.
La receta del éxito
La llegada del emoliente comienza con el virreinato, según lo investigado por Martín Acosta en la columna de El Comercio, “La historia del emoliente, una bebida con esquina”, los españoles llegaron con el agua de cebada como una bebida rendidora y económica. Al pasar los años se conoce la historia de Pedro Castillo Yupanqui el cual inició la elaboración y venta en Jauja en 1930. Los que más consumían dicha bebida eran trabajadores, tanto obreros como empleados. A partir de ese entonces se comenzó a distribuir el emoliente tal y como lo conocemos.
La forma en la que el emolientero junta los ingredientes, que fueron hervidos en conjunto para crear esta bebida, es una práctica tradicional. Los buenos emolienteros, en su mayoría, pertenecen al centro del país. Son los que tienen más precisión y conciencia sobre cómo tratar al protagonista del invierno, pues conocen mejor las hierbas y hasta dónde se tiene que hervir para presentarlo a la perfección.
En una esquina, ubicada en el cruce de los Jirones Carlos Arrieta y Soldado Cabada en Barranco, se encuentra Claudio, emolientero a tiempo completo desde hace más de 35 años. Comenzó a vender esta bebida a los 10 años de edad y desde entonces solo ha perfeccionado su técnica. “Hervir la cebada y la cola de caballo es fácil, lo que puede ser difícil es manejar la linaza”, confiesa. Esto se debe a su consistencia gelatinosa, se cuaja muy rápido y hay que ser sumamente cuidadosos durante la combinación. Pues, si lo mezclas sin ánimos, toda tu bebida quedará totalmente grumosa. “Tienes que hacerlo con tranquilidad”, aconsejó.
Hay pa’ todos
A 10 minutos en auto, sin contar el tráfico de la ciudad, frente al restaurante Siete Sopas de Angamos se encuentra otra carretilla. A diferencia de Claudio, la señora emolientera que atiende en esa esquina tiene clientes de todas partes, pues se encuentra en un sitio muy concurrido de la ciudad. Su preparación es más acelerada, pero igual de precisa. Se pueden observar las cáscaras de piña hirviendo en la olla profunda donde alberga la majestuosa mezcla. Los precios van con el tamaño de la porción. Después de un compartir en la esquina te ofrecerá, como acto de bondad, la tan preciada yapa.
Se podría concluir, que estas son las esquinas por donde el emoliente carretillero ha asomado su aroma y sabor, para envolver al peruano de a pie. Sin embargo, no hay que obviar el hecho de que esta bebida también es muy pedida por aquellos que desean vivir una experiencia más exclusiva. Al elegir estas comodidades nos alejamos, totalmente, de un precio como el de las esquinas y el fondo orquestal de los autos que pasean por las avenidas.
El Chinito, es una sanguchería conocida por muchos peruanos que desean probar un buen pan con chicharrón. Los domingos por la mañana se forma una cola de una cuadra en la avenida Caminos del Inca 2495, con clientes fieles a la deliciosa sazón de sus cocineros y con el fin de desayunar calentito en casa, con la compañía de seres queridos. Aquí el emoliente no se da a desear y posa en la carta de bebidas dispuesto a cumplir su labor como fiel compañero.
El vaso, que acompaña a la estrella del restaurante, tiene la preparación tradicional: cebada, cola de caballo, membrillo y limón son los sabores que destacan. Para los comensales no es una molestia pagar un poco más, pues trae una sensación de casa. Lo que sí se nota es la falta de la linaza, pero hay un espesor especial producido por la mezcla continúa. En efecto, muchos restaurantes y carretillas se diferencian por el preparado. Esto se debe a que en estas últimas se utilizan materiales conocidos por aquellos que tienen más experiencia en las calles.
Terminando de explorar esta faceta emolientera, Panchita, restaurante de comida criolla ubicado en la Avenida Primavera 557, San Borja. Ofrece un emoliente al precio de 9 soles, junto a una experiencia gourmet que dejará satisfecho a cualquier comensal. La bebida cumple con el rol de digestivo y calentar a los clientes en estas frías tardes de invierno. En los locales con estas características, más que un atractivo principal es un acompañamiento, por ello no implica tantos componentes ni agregados como hemos observado. Su técnica se basa en la entrega de sabores tradicionales dispuestos a surgir cuando el paladar del cliente lo amerite.
La cura más power
El origen medicinal del emoliente proviene, como lo mencionó Martin Acosta en El Comercio, de las tisaneras: vendedoras ambulantes de aguas medicinales. Esta tradición se siguió llevando hasta el día de hoy, pues los ingredientes base para crear esta bebida ancestral tienen grandes componentes provechosos para la salud. El licenciado en nutrición, José Antonio Quispe, menciona que esta bebida puede ayudar en el estreñimiento y a desinflamar. Incluso se podría sustituir por el agua de avena, la cual posee las mismas propiedades.
No muchos son conscientes de las propiedades que tienen estos elementos. Es por ello, que muchos emolienteros resaltan los beneficios de sus preparaciones y, además, el valor agregado que aportan. Un claro ejemplo es el señor emolientero Claudio. Además de ofrecer una bebida deliciosa con aromas y sabores frutales, en su carretilla, muestra jarabes y polvos de carácter medicinal para agregarlo a tu emoliente. Todos en su cuadra lo conocen por sus mezclas y posiciones que elabora para su querida clientela. “Uno para el hígado, casero”, “Para la gastritis por favor”, son de los comentarios que más se escuchan durante la mañana.
Vecinos, serenazgos, obreros y demás empleados conocen al emolientero curandero de la esquina de barranco, que además de brindar grandes y deliciosas vasos de emoliente procura ayudar a los demás. “Mis abuelos eran curanderos en mi pueblo. Es por eso que cuando vine a la capital comencé a ofrecer el emoliente y a añadirle más propiedades medicinales.”, confesó Claudio.
Si pides un emoliente, en esa esquina en específico, encontrarás el especial. Contiene, la base clásica del emoliente, el agua frutada y limón. Además, podrás agregar cuatro polvos y cuatro jarabes como toppings. Te hará escoger entre coca, flor de Jamaica, cúrcuma, maca roja, maca negra, colágeno, calcio y muchas más.
El tratamiento del pinchón de abeja es un recurso popular si es que sufres de artritis o dolor en articulaciones, adultos mayores son los principales clientes que, sin temor, deciden poner su confianza en el emolientero para realizar la picadura. Claudio toma una abeja de su colección y procede a pinchar el área afectada. “Ven tres veces a la semana y vas a ver como te deja de doler”, receta el curandero de Barranco.
El arte de hacer emoliente no solo implica el hervor de los ingredientes base, sino en la creencia y experiencia popular que cada día se va convirtiendo en tradición insertándose en las variadas costumbres de la capital. No importa lo triste que se pueda ver el día o la pocas ganas que tengas de salir a realizar tus actividades, siempre habrá un fiel compañero que animará tus mañana y noches invernales.