Tras su inauguración en 1833, luego de la muerte de Mariano Melgar, este conocido cementerio arequipeño que alberga a personajes ilustres de la ciudad y del país ha sido concurrido con gran frecuencia por quienes, entre flores y adornos, lo visitan como un lugar de memoria y vínculo con los del más allá.
Por: María Fernanda Simborth
Son los trabajadores quienes, fieles a las almas que habitan en el recinto, se ocupan día a día de mantener limpio el lugar y de atender a los escasos visitantes. Entre los silenciosos y solitarios pasillos caminan ellos, con sus escaleras y baldes, como si de fantasmas se trataran.
Si bien el número de personas que van en busca de sus familiares ha disminuido abismalmente, las muertes no han tomado receso alguno. La demanda por nichos para el descanso eterno va en incremento, ya sea por los decesos debido al COVID – 19 y otras enfermedades, accidentes de tránsito u otros sucesos nefastos.
Los días 31 de octubre y 01 de noviembre eran aquellos en los que el cementerio rebosada de asistentes con flores coloridas y fervorosas oraciones. Pero este año, debido a la pandemia, no habrá acceso en esas fechas. Aún así, familias unidas por el sentimiento de llevar en sus corazones a sus difuntos celebrarán su recuerdo y legado.