La llegada de una crisis económica en el Perú es indiscutible. Nexos conversó con los economistas Marco Ortiz y Bruno Bellido, este último docente de nuestra casa de estudios, para entender los orígenes de esta problemática y despejar algunas dudas sobre el futuro cercano.
A inicios de agosto el dólar llegó a su máximo histórico en los últimos años: S/.4.11. A su vez, algunos de los productos de la canasta básica de alimentos, como el aceite y el pollo, también aumentaron considerablemente sus precios. La reacción inmediata fue de preocupación y, sobre todo, de mucha duda: ‘¿tendré que modificar mi plan alimenticio?’,‘¿valdrá la pena cambiar todos mis ahorros de una vez?’. Los economistas Bruno Bellido y Marco Ortíz coinciden en que no hay una respuesta sencilla a aquellos cuestionamientos. Lo que por ahora se puede hacer es entender el fenómeno, sus antecedentes y sus principales factores decisivos, y con eso, quizás, empezar a tener una idea de lo que se viene para el bolsillo peruano en los próximos meses.
“Antes de las elecciones había un clima bastante favorable e interesante para el 2021 y 2022, las perspectivas para el crecimiento del Perú de este año estaban entre 10% y 13% de su PBI”, inicia Bruno Bellido, quien también es docente de Economía en la Universidad de Lima. Señala que es necesario primero situar los antecedentes del panorama, para así poder entender la magnitud de los cambios recientes. “El tipo de cambio podía situarse en 3.60 por un factor externo, el crecimiento de los precios de los metales que nosotros proveemos al mercado mundial, y se creía que la demanda interna iría mejorando según avance la vacunación. Sin embargo, por los diversos problemas que empezamos a tener con el Congreso, la barrera del tipo de cambio superó los 3.70 y luego 3.80. Y una vez que llegan las propuestas de quienes postulaban a la presidencia el temor y la incertidumbre crecieron mucho más”, agrega. Este también es uno de los puntos claves para el economista Marco Ortíz, docente de la Universidad del Pacífico. Promesas que llegan de diferentes frentes, mensajes confusos y distintos de cada agente del partido de gobierno – incluyendo al presidente Pedro Castillo – y un mal manejo comunicacional a nivel general tan solo contribuyen a un clima de duda generalizada.
“No podemos debatir exactamente qué o cómo se quiere hacer lo que quieren hacer porque no son claros. Y el problema también radica en algunas de las formas para lograr sus objetivos: mejorar la distribución de la riqueza, mejorar la capacidad o el poder de negociación de los trabajadores. Existen algunas deficiencias conceptuales, no se comprende el fondo del problema. Entonces nos preguntamos, ¿esto va a ser gradual o drástico?, ¿Qué se va a atacar primero? Toda esa forma de presentar los cambios genera mucha incertidumbre”, explica Ortiz. Ya se sabe que el gobierno de turno quiere hacer cambios drásticos en el modelo económico, pero no hay detalle de cómo va a desarrollar sus propuestas y esa es la preocupación en el corto plazo. “La pregunta que uno debe hacerse, si de alguna manera quiere analizar la economía peruana, es: ¿si usted fuera dueño de una empresa, o tuviera un pequeño capital, invertiría en este momento en el Perú?”, agrega el economista. Para los inversionistas, lo más seguro es esperar a que las aguas se calmen y tomar medidas para proteger su capital. Este último paso, según indica Bellido, consiste en cambiar su dinero a dólares o euros. Y los que cuentan con cantidades más fuertes pasan sus ahorros a bancos extranjeros. “A mayor demanda del dólar y un mismo tipo de oferta, la moneda se desequilibra, haciendo que el tipo de cambio vuelva a subir”, explica el docente de esta casa de estudios.
¿Qué sucede entonces cuando no hay suficiente inversión y los capitales se van del país? Ahí empiezan los problemas. “Algo que tenemos que entender es que en economía, la forma en que uno produce es siempre utilizando dos factores: la mano de obra y el capital. Este último es una herramienta que complementa el trabajo: no es lo mismo arar un campo con maquinaria moderna que trabajar de manera manual”, explica Ortiz. Entonces, si los gobernantes propician un discurso contra el capital, en contra de la inversión privada y en contra de hacer negocios en el país el dinero se va rápidamente. “Si dejamos de lado la posibilidad de inversión por temas ideológicos, el trabajo también disminuye, y eso afecta a todos”, agrega.
Sectores en peligro
Un gran porcentaje de las exportaciones del Perú son del sector minero. Somos, después de Chile, el segundo gran productor de cobre a nivel mundial. También segundo en plata y zinc, y somos los primeros en América Latina en producir oro, zinc, estaño, plomo y molibdeno. “El 60% o 65% de las inversiones en el Perú son por minería”, señala Bellido. “Pero cuando le dices a un inversionista minero que vas a volver a revisar los contratos y quieres establecer nuevos impuestos, hay un inmediato temor y preocupación. Eso paraliza las inversiones que ya había y las posibles inversiones futuras”, agrega. Por su lado, Ortíz señala que el riesgo de dejar de lado una posibilidad de inversión en el sector minero por discrepancias ideológicas afecta directamente las posibilidades de trabajo y desarrollo de comunidades. Y la riqueza cae.
La minería, como indican ambos economistas, debe ser ejecutada con las condiciones adecuadas y respetando los contratos laborales y medioambientales. “Obviamente hay un montón de cosas que discutir y conversar como país, porque ha habido irresponsabilidades. Pero sectores de ese nivel, en buenos términos y de manera formal, pueden contribuir al desarrollo de las comunidades mineras”, señala Ortíz. “Es cierto que ha habido fallas en el sector minero, pero estos deben ser tratados. Espantar la inversión también es anular la posibilidad de muchos trabajos nuevos”, indica por lado Bellido.
Las declaraciones a favor de cancelar proyectos mineros son parte de un discurso que Perú Libre, en buena parte, ha abanderado: el menosprecio hacia el sector empresarial peruano. “Parece que se está haciendo una campaña en contra de la inversión, del capital privado, de la empresa privada”, añade el Ortiz. Bellido indica que para entender el peligro de esta narrativa, es necesario explicar cómo funcionan las inversiones en el país. “Los recursos que tiene el Perú son limitados y hacer un proyecto con dinero del Estado no alcanza. Grandes obras como carreteras no están en el presupuesto, es por eso que debe entrar la inversión privada”, indica. Esto también va de la mano con lo mencionado anteriormente, obras y trabajos con el capital privado generan nuevos puestos de trabajo.
¿Qué esperar del futuro?
“Julio Velarde, mi profesor, decía siempre en clase ‘el mejor predictor del tipo de cambio futuro es el tipo de cambio presente’”, señala Ortiz en tono anecdótico. En ese sentido, afirma que es una buena señal que Velarde se quede en la cabeza del Banco Central de Reserva. “Nos da cierta garantía que esa política monetaria se va a manejar de una manera responsable”, indica. Sin embargo, es cierto que estamos en una situación que va más allá del manejo del BCR. “Inicialmente se fueron 13 mil millones de dólares del Perú, y eso no ha parado ni va a parar”, indica por su lado Bellido. Mientras no haya seguridad ni claridad por parte del gobierno, la fuga de capitales continuará. Finalmente, todo es una cadena.
“Es difícil dar una recomendación, pero uno debería tener un portafolio de sus ahorros y gastos en el tipo de moneda en el que piensa gastar, y tener una protección de la inflación. Es decir, si uno tiene un alquiler que pagar en dólares, debería entonces buscar ingresos en dólares. Si uno gana en soles, no debería endeudarse en dólares”, señala Ortíz. “Si se pusieran personas con algo de experiencia detrás, tendrían mucha más certeza y seguridad de que las cosas que se quieren implementar tendrían un menor peso político e ideológico”, finaliza. Por lo pronto, lo más aconsejable que pueden hacer los peruanos es tener un manejo sensato de su economía, y procurar pagar los bienes y servicios en la moneda que corresponde a su fuente de ingresos. Después de eso, solo queda esperar.