¿Defensa de sus ideales o extremismo desbocado? Buscamos evaluar el desempeño que ha tenido este sector durante este periodo postelectoral. Y para ello fuimos en busca de voces que se encuentran más próximas a esta ideología, el abogado Andrés Calderón y el periodista Gonzalo Ramírez de la Torre, quienes se desprenden de apasionamientos y realizan un oportuno examen de conciencia.
Han pasado ya 20 días desde que se llevó a cabo la segunda vuelta presidencial entre Keiko Fujimori y Pedro Castillo, y lejos de tener alguna certeza sobre lo que irá a ocurrir con el próximo gobierno, algunos de los rostros más conocidos de la derecha peruana persisten en la tarea de desestabilizar el proceso electoral mientras espesan un ya deteriorado clima social. Se trata de ciertos voceros – oficiales o no – que impulsan el discurso de fraude sistemático y convocan marchas por toda la capital bajo el pretexto de ‘defender su voto’. El problema de fondo no es la protesta por sí sola, pues esta es un derecho legítimo de todo ciudadano; el quid es el tipo de narrativa que en ella surge y resuena. Una que atenta contra el mismo principio que sus impulsores dicen defender: la democracia.
“Creo que el principal objetivo de quienes insisten con este discurso es el de deslegitimar la presidencia de Pedro Castillo y debilitar un gobierno de izquierda”, señala para Nexos el abogado y docente universitario Andrés Calderón. Es una apuesta de la que, intuye, pocos sobrevivirán. “La derecha tecnocrática y liberal ha sido totalmente engullida por los pragmáticos y los extremistas, y no van a tener posibilidad de protagonismo”, agrega. Y es que la derecha en nuestro país, como cualquier otra posición política, no es una masa necesariamente consolidada y heterogénea. Calderón lo explica al detalle: tuvimos al PPC, una derecha moderada que no suele identificarse tanto como tal; una estrictamente conservadora, representada por Rafael López Aliaga; luego una moderadamente liberal, que jugaba al acomodo con la figura de Hernando de Soto, “casi una herencia de PPK”; y, finalmente, una popular pero más pragmática, encarnada por Keiko Fujimori. “[Esta última] es más mercantilista, más intervencionista, y está condicionada al éxito que pueda tener”, apunta el abogado.
Entonces, ¿cómo es que los diferentes electores de las derechas peruanas se unieron para respaldar los reclamos una sola? “La respuesta es el miedo. Más que una reacción sustentada en un fraude o posibles manipulaciones, esta está basada en el miedo que la gente le tiene a Castillo”, explica el periodista Gonzalo Ramírez de la Torre, uno de los fundadores del portal Lucidez y columnista de El Comercio. “Es muy razonable que la gente le tenga miedo, pero entre eso y asumir una posición de ‘a como dé lugar este señor no puede llegar a la presidencia’ es algo mucho más peligroso”, añade. Apoyar la idea de un posible golpe de Estado o celebrar la renuncia (expuesta como declinación) del miembro del Ministerio Público del JNE no son actitudes con las que un auténtico demócrata podría estar de acuerdo.
Asumir una narrativa como cierta o válida solo porque se alinea a los intereses personales de ciertos individuos ha sido el principal impulsor del cambio de discurso en la derecha. Si retrocedemos un poco en el tiempo, podemos recordar que quienes inicialmente manifestaban su apoyo por la candidatura de Keiko Fujimori lo hacían con desagrado. Ahí encontrabas los famosos ‘Khé me Kheda’ de las redes sociales y la justificación, válida como cualquier otra, de que ella representaba el mal menor. Esta prédica, sin embargo, fue mutando hacia una más impositiva y pasional: voto por Keiko Fujimori porque ella abandera la democracia y representa los verdaderos valores del Perú. “¿Cuál fue el sentimiento que quiso evocar Fuerza Popular en esta segunda vuelta? El de perderlo todo”, explica Calderón. Ya no solo se trataba de una pérdida de libertades individuales o civiles, pues ni Pedro Castillo ni Keiko Fujimori abogaban mucho por esas causas, sino más bien se comentaba que lo que se iba a perder era el dinero, los ahorros, el modelo económico. “Entonces, esta no era una candidatura muy atractiva en sí misma, sino una que más bien optó por la salida de decir ‘vamos a hacer que el otro sea el peor’”, indica el abogado. El factor miedo fue, entonces, la caja de resonancia del discurso: “tanto te repiten que la democracia está en peligro que llegas a creértelo”. Si bien Ramírez de la Torre considera legítimo que las personas salgan a marchar para que el JNE vea todas las actas, cree que la narrativa de anular las elecciones o propuestas similares son muy perjudiciales para el futuro. “Estoy seguro que hay mucha gente que sale a las calles a protestar y pone fake news en sus redes porque están convencidos de que, en efecto, ha habido algún tipo de fraude”, apunta el periodista. “Tener a un grupo de la ciudadanía que cree que Sagasti es Stalin es totalmente descabellado”, agrega.
A diferencia de las elecciones del 2016, en las que más bien se dio una división entre las derechas, en estos comicios la polarización estuvo a tope. “Teniendo después de mucho tiempo una elección tan marcadamente de izquierda vs derecha, ambos bandos se convencieron de que los costos de la victoria del otro lado serían altísimos”, indica Ramírez de la Torre. Calderón, por su lado, agrega que el factor emocional – usado por ambos partidos y sus respectivos simpatizantes – propició aún más esta división. Así, todo aquel que no comulga con uno u otro discurso es automáticamente el enemigo. Insultos, terruqueo, acoso virtual y físico, escarnio público y mucho más se ha visto en este periodo post electoral. “Y en este momento específico, quienes están teniendo un comportamiento controversial son la gente que justamente decía que no votaba por Castillo por defender la democracia”, señala el periodista.
La necesidad de actores sensatos
La virtual victoria de Pedro Castillo, que solía estar prácticamente asegurada hace un par de días, hoy se pone en condicional. El papel de los abogados, periodistas y líderes políticos solo ha deslegitimado sus reclamos. “En el caso de los abogados, yo hago un cuestionamiento ético a su labor. Lo que se ha hecho es instrumentalizar para conseguir un fin, cuando se debería buscar el bienestar social y, en el caso del derecho electoral, mantener la democracia”, señala Calderón. Lo que se ha conseguido es todo lo contrario, pues la crisis social y política avanza a pasos cada vez más agigantados. “Es la actitud incendiaria de buena parte de la derecha”, agrega Ramírez de la Torre.
Ambos entrevistados coinciden en las posibles consecuencias de estos exabruptos. Los reclamos sin sustento de la derecha radical de hoy perjudican los futuros cuestionamientos válidos de una derecha más pensante y centrada. “Automáticamente invalidan a todas aquellas personas que vamos a querer hacer críticas reales, sensatas y argumentadas”, señala el abogado. “Si se desacredita mucho lo que está haciendo la derecha ahora, se quedan sin autoridad moral para hacer cosas en el futuro”, complementa el periodista.
Ese es uno de sus mayores retos en el próximo quinquenio, el de consolidar una oposición responsable y consciente. “El primer paso, y quizás el más difícil, es rejuvenecer un poco a la derecha”, comenta Ramírez de la Torre. “Creo que hoy las caras más representativas como Fernán Altuve, Rafael Rey o Pepe Barba no jalan”, agrega. El periodista considera que las formas antiguas de hacer política deben ser reemplazadas por discursos más sencillos y actuales, con uso de herramientas digitales y plataformas que también convenzan a los jóvenes. Por su lado, Calderón también cree que deben surgir voces de la derecha que quieran encontrar un discurso de oposición razonable, y enfatiza la importancia que tiene aceptar los resultados de las elecciones y buscar una salida rápida a la crisis que se ha generado. “Ese podría ser un primer paso: empezar a entablar la lógica del diálogo como solución”, agrega. Sin ello será imposible llegar a consensos.