El estrés producido por el largo periodo de aislamiento ha hecho que muchos busquen refugio o alivio en la comida. En la siguiente nota exploramos las causas de este suceso y los efectos de cambiar radicalmente nuestros hábitos alimenticios.
Por: Laura Espinoza y Claudia Esquivel
¿Tal vez fue el aislamiento? ¿el miedo a un futuro incierto? ¿el difícil periodo electoral? Pueden ser muchas las razones pero lo cierto es que, según la último estudio realizado por el Instituto Nacional de Salud Mental “Honorario Delgado – Hideyo Noguchi”, Lima se lleva el premio gordo liderando la lista de las regiones con más personas que padecen trastornos de ansiedad en el país (10,6%). Una situación sin precedentes que ha desencadenado otros problemas, vicios y mecanismos de supervivencia en los peruanos. Para muchos jóvenes en particular, el modo de copar con esta creciente ansiedad es el consumo de la conocida “comida de confort”. A veces es un pequeño snack mientras se estudia, otras una comida de ‘premio’ por aguantar el estrés del día. Y si bien el comer por ansiedad parece empezar de manera inofensiva, estos actos se pueden convertir en hábitos alimenticios peligrosos para la salud.
Mi mejor amiga en pandemia
Para entender el auge del “comer por ansiedad” durante la pandemia, es importante entender el papel que tienen las emociones en nuestro día a día y las respuestas que generan en nosotros. Nexos conversó con la psicoterapeuta y psicóloga clínica Érika Tello Loaiza, quien explicó que la ingesta desmesurada usualmente responde a una emoción estresante y que, en muchos casos, no permite a la persona avanzar con sus actividades regulares.
“Los síntomas de la ansiedad son variados, pero hay algunos constantes como la hipervigilancia, presión autoimpuesta y la comida. La manera en cómo nos sentimos influye en nuestra conducta alimentaria, por lo que es posible que, durante este tiempo angustioso, hayamos sentido la necesidad de darnos un gustito constantemente. Acompañar nuestro trabajo, estudios, o alguna de nuestras actividades con un snack cerca, sintiendo en la comida alivio especial o refugio”, señaló Tello.
En ese sentido, no es difícil creer que el contexto pandémico haya tenido gran parte de la responsabilidad en el incremento de casos de ansiedad, y por ende, de una sobrealimentación en diferentes sectores de la población. Para la psicóloga especialista en alimentación, Katherine McAtamney, el apetito generado por situaciones de estrés (fenómeno que ella llama “la comida emocional”) no es un hambre real, sino una sensación de intranquilidad que puede ser aliviada a través de la comida. “En situaciones perturbadoras, la comida tiende a ser utilizada como fuente principal de consuelo, afrontamiento y satisfacción emocional”, comenta.
Mientras que para algunos se trata de llenar con comida un vacío sin límites, para otros es un tema de recuperar control sobre lo que nos sucede. Esta segunda hipótesis la explica el psicólogo social Whan Shen en un artículo académico publicado por la Multidisciplinary Digital Publishing Institute (MDPI). Para él, el auge de los cocineros domésticos durante la cuarentena también fue en parte una respuesta para el autoestima y dominio de las decisiones propias.
“Durante este periodo muchos sacaron a relucir sus dotes culinarios y no fue un fenómeno aleatorio. El preparar un plato agradable aumenta nuestra autoestima, y nos permite sentir que todavía tenemos cierto poder de decisión sobre lo que nos sucede. Esto es algo valioso en tiempos en los que uno no puede decidir sobre muchas cosas, entre ellas, salir a comer fuera”, explica Shen.
Igualmente, Éricka Tello agrega que este mal hábito ha tenido especial auge durante los meses de confinamiento ya que las personas han vivido este periodo con una especie de desconexión de su propio cuerpo. “La monotonía del día a día, el hecho de que pasamos de pantalla a pantalla, automatiza muchas de nuestras acciones y logra que las personas no sean conscientes realmente de lo que hacen o sienten. En este contexto, buscar comida se vuelve lo más asequible y rápido para solucionar cualquier angustia y rellenar el tiempo que antes pasábamos en otras actividades fuera de casa”.
Bocados de felicidad
No es fortuito que la Coca-Cola sea la gaseosa líder en mercados internacionales cuando su estrategia gira en torno a “vender felicidad embotellada”. Inconscientemente el consumidor asocia una idea con la otra, aunque no exista una relación directa entre el producto y la emoción descrita. Algo similar ocurre cuando comemos para saciar inquietudes y momentos tensos, la comida se convierte en nuestra “fábrica de felicidad” y el método automático para distraernos de responsabilidades.
“Muchas personas incluso recurren a la comida como una especie de automedicación. Ya que las pastillas y medicamentos para la depresión y ansiolíticos, como Clonazepam o Alprazolam, no se consiguen fácilmente, algunos optan simplemente por comer sin parar. Actualmente, es cada vez más fácil pedir un delivery y hacer aparecer comida en menos de una hora sin perjudicar tus estudios o trabajo. Nunca tendrán el mismo efecto, pero lo cierto es que la comida genera un alivio inmediato que puede ser hasta más placentero”, comenta el psicólogo José Carlos Farro.
Una cosa es comer y otra muy diferente es comer porque buscas sentirte bien. Cuando es el segundo caso, la persona siente ansias de alimentos que pueda percibir como placenteros. Es por eso que cuando pensamos en la comida de confort no hablamos de una ingesta desmesurada de ensaladas o insumos nutritivos, sino de un popular “atracón” de alimentos ricos en grasas y harinas. Son precisamente este grupo de comidas, los que conectan con el sistema límbico y activan emociones positivas con mayor facilidad.
Sin embargo, ver la comida de este modo puede terminar generando un efecto contrario y perjudicando el autoestima de la persona a largo plazo. Además de tratarse de una práctica poco saludable para el organismo, esta puede terminar dejando a la persona con un sentimiento de culpabilidad que, lejos de aliviar y sanar, termina perturbando su tranquilidad.
Cuidar del trío dinámico
Para que comer no sea más un síntoma de la ansiedad, es importante identificar las situaciones que la producen y reconocer que no es saludable buscar en la comida una vía de escape. Muchas personas saben que están comiendo mal, pero no son del todo conscientes del grave efecto a largo plazo que están generando ni el círculo vicioso en el que entran. Una vez que esto se ha identificado, Farro recomienda buscar ayuda profesional.
Finalmente, la psicoterapeuta y psicóloga educativa, Carmen Mayhuire, afirma que la actitud de los padres o cuidadores hacia su propia ansiedad es importante, ya que el menor aprende de ese tratamiento y aplica los mismos patrones al trabajar la suya. Es decir, si los padres no identifican su ansiedad, no reconocen sus emociones y las ignoran o las expresan de forma negativa, existen probabilidades que el hijo haga lo mismo.