Después de un año sin ver el campus universitario, una vez más los alumnos se enfrentan a un nuevo ciclo de clases a través de sus pantallas. Ocasión para revisar lo que nos deja la experiencia en la virtualidad y los efectos en los actores del aprendizaje: los alumnos y profesores.
Por: Ericka Ramirez
Este 2021 no solo cumplimos nuestro primer año de pandemia, sino también el aniversario de una revolución digital que reemplazaría repentinamente conversaciones, personas, pero sobre todo, lugares. De esta manera, lo que antes podíamos llamar salas de conferencias, cines, restaurantes o simplemente “reus”, hoy le podemos dar un solo nombre: Zoom. Nuestro, ahora entrañable salón de clases universitarias no fue la excepción a la masiva “zoomización” de los espacios y nos introdujo a un confuso limbo en el que la responsabilidad y el ocio se yuxtaponen. Luego de una experiencia de casi tres ciclos estudiando a través de una pantalla nos toca preguntarnos por los efectos que ha tenido la ausencia de una “casa de estudios” para todos los involucrados.
La virtualidad no es para todos
Si dejamos de lado el hecho de que solo un segmento privilegiado de peruanos cuenta con acceso a internet y condiciones básicas en casa para seguir una clase, igual debemos reconocer que la modalidad virtual limita la dinámica de las sesiones y convierte la experiencia en una sesión más ardua para determinados perfiles de estudiantes. Para explicar mejor el tema, Nexos conversó en exclusiva con la argentina Victoria Gagliardi, docente de la Universidad Arturo Jaurechete, licenciada en Comunicación Social y maestrada en Comunicación Digital.
“Si algo hemos aprendido en este año de virtualidad educativa, es que, ahora más que nunca, el estudiante es el protagonista de su propio aprendizaje. Se trata de una modalidad que requiere una autonomía especial que quizás no encaja con todos los perfiles de estudiantes. En este contexto es importante generar espacios de interacción entre el alumno y el maestro, para una dinámica de cuestionamiento, debate y ejercicio del pensamiento crítico. Si esto no se establece y sobre todo no se estimula, es casi imposible la generación de nuevos conocimientos”, explica Gagliardi.
Por otro lado, resaltó que la virtualidad es invasiva para el alumno, ya que, actualmente, la universidad ha adquirido la facultad de ingresar en el espacio privado de los hogares de sus estudiantes. Es posible que figure una lista de 35 personas conectadas a la sala virtual, pero en muchas ocasiones, la sesión incluye a familiares curiosos, mascotas, construcciones vecinas o las bocinas del tráfico de las 7:00 pm. Hoy no se interactúa solo con el estudiante sino con todo el micro cosmos que lo rodea en el momento de empezar la clase.
En ese sentido, Gagliardi destaca la importancia de que el estudiante cuente con un espacio propicio para el estudio, que le permita la interacción con el profesor, prestar atención y concentrarse. “El espacio que el alumno destina a sus clases es clave para el aprendizaje real y no todos están en condiciones de garantizarla. La implementación de la virtualidad fue un proceso forzoso y marginal, por lo que nuestra misión ahora es crear y estimular el espacio de interacción constante entre alumno y maestro, para así, asegurar el aprendizaje”, finalizó Gagliardi.
Nostalgia por lo presencial y los retos de la distancia
“Es un vacío emocional; lo primero que pensé al darme cuenta de que la virtualidad sería algo duradero, fue que iba a extrañar la cercanía con los estudiantes. El conversar con ellos minutos antes del inicio de las clases, o resolver sus dudas en las asesorías, no es lo mismo. Y aunque es verdad que todo eso se puede realizar de forma virtual, el efecto es diferente”; nos cuenta el profesor Alonso Rabi de la facultad de Comunicaciones de la Universidad de Lima.
Y es que, para muchos docentes de nuestra Ulima la instauración de las clases virtuales ha sido un punto de quiebre para la relación docente-estudiante. Mientras en las aulas universitarias la expresión de tu rostro delataba que tanto habías entendido o cuánta atención prestabas, ahora los maestros deben innovar con nuevas metodologías para generar ese acercamiento con el alumno y medir su receptividad con otras herramientas.
Incluso teniendo experiencia en clases virtuales previas a la pandemia, el profesor Carlos Arcos, de la facultad de Ingeniería de la Ulima, revela que una de sus principales preocupaciones al enterarse de que el regreso al campus no se daría pronto, fue lo difícil que sería el implementar una nuevas metodologías o cómo adaptar la dinámica de la clase. “Tendría que preparar talleres, nuevas actividades y demás elementos para captar la atención de los alumnos, sin verlos directamente. Eso fue particularmente difícil. ¿Cómo me aseguro que el mensaje llegue al otro lado del BlackBoard o en el caso de este ciclo del Zoom? ”, indicó Arcos.
De esta manera, cada profesor se enfrentó a una transformación en sus métodos, lo que implicó emprender un viaje de descubrimiento con respecto a las nuevas y urgentes formas de educación. Sin embargo, están también quienes encontraron en la virtualidad maneras creativas de conectar con sus alumnos. Este es el caso de Jorge Corzo, profesor de la Facultad de Ingeniería de la Ulima.
“Considero que la virtualización de alguna forma ha sumado a mis clases, no es que hayamos pasado las clases presenciales a las virtuales, hemos tenido que crear nuevas técnicas de enseñanza; yo, por ejemplo, ahora uso una nueva metodología de clase invertida, todo con el fin de capturar la atención de los estudiantes” expresa el profesor Corzo.
Del otro lado de la pantalla, Dimar Alberto, estudiante de Derecho de nuestra casa de estudios, cuenta que si bien a nadie le gusta la virtualidad, debe reconocer que esta le enseñó a tomar las riendas de sus propias decisiones con respecto a su aprendizaje. “Al inicio no tuve buenos resultados, me era muy difícil no procrastinar durante las horas de clase y llegó un punto en el que entendí que si no hacía nada al respecto no iba a pasar ningún curso. Por más que los profesores se esfuerzan y han tratado sacar lo mejor de la situación, la modalidad siempre va a demandar un grado de compromiso mayor que antes no tenía y creo que, al final del día, eso es algo positivo”, explicó.
Sobre ello, el profesor Rabi agregó que, a pesar de la difícil coyuntura que enfrentamos desde el 2020, la experiencia en la virtualidad les ha permitido reconocer la madurez y resiliencia de los jóvenes estudiantes. “Debemos rescatar el compromiso manifestado por nuestros estudiantes, sin eso, los maestros no tendríamos con qué trabajar”.
Tanto alumnos como docentes han experimentado las clases virtuales de diferentes maneras. Si bien hay una nostalgia tácita por volver a las aulas y la interacción directa, hay factores que se rescatan de la experiencia en general. Al final de cuentas, de los golpes también aprendemos y la capacidad de adaptarnos a nuevos escenarios es algo que nadie le quita a esta generación universitaria. Para retratar esto, nos quedamos con las últimas palabras de la entrevista con el profesor Rabi.
“Esto es temporal, en algún momento pasará. Pero es innegable el hecho de que, superar el encierro, el cambio brusco de realidad y lograr algo bueno en el proceso, es algo que merece ser felicitado y reconocido. A mis alumnos y al resto de profesores: Gracias por el esfuerzo, nos veremos pronto en la cola de la cabañita del R”, finalizó el docente.