Este 2 de septiembre se cumplen 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial. El papel de Alemania, Italia, Japón o Estados Unidos es conocido por todos, pero ¿qué hay de los peruanos que fueron parte de la historia? El periodista Hugo Coya nos cuenta sobre ellos.
Por Carlos Alcalá
La Segunda Guerra Mundial fue el conflicto bélico más sangriento de la historia, costando más de 60 millones de vidas y enfrentando a las mayores potencias del globo por más de 6 años. Su fin reescribió el esquema sociopolítico del mundo y hoy se recuerdan 80 años desde aquel suceso.
En el colegio se nos enseña bastante sobre Hitler, Mussolini, Stalin, Churchill y Roosevelt. Incluso hay sucesos como Pearl Harbor, el Día D o las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki que todos conocemos. Sin embargo, ¿cuánto se enseña de Madeleine Truel? ¿Sabes qué peruanos combatieron en el Desembarco de Normandía? Nexos conversó con Hugo Coya, periodista y escritor del libro Estación Final, donde cuenta la historia de los compatriotas que vivieron la guerra en carne propia.
Estación Final revela varias historias de vida, pero me gustaría empezar hablando de Victoria Weissberg. Fue la única peruana que sobrevivió al Holocausto, ¿no?
Efectivamente. Victoria Barouh era su nombre de soltera. Fue llevada muy joven a los campos de concentración, tenía 14 años aproximadamente. Yo la pude entrevistar y tener su testimonio tiempo antes de su muerte en 2016. En un inicio la mandaron a recoger papas en un cultivo y como era peruana, sabía que la papa tiene su mayor valor nutricional en la cáscara. Entonces, ella las pelaba y las escondía en sus ropas para luego comerlas en la noche, con todo y tierra. Muchas de sus compañeras murieron porque no las alimentaban bien, pero ella sobrevivió y la pasaron por varios campos antes de que Alemania se rindiera.
Otros dos peruanos importantes son los hermanos Assa, ¿qué fue lo que hicieron?
Ellos dos fueron parte del levantamiento más exitoso que hubo en un campo de concentración nazi, el de Sobibor. Ambos nacieron en Perú, Eleazar y Jabijo, pero sus padres eran turcos.
¿Y cómo terminan en un campo de concentración en la Alemania Nazi?
Como muchos migrantes, aquí no se pudieron sostener. Ellos eran vendedores ambulantes que iban tocando puertas de casa en casa, dejaban ropa y les fiaban el pago, pero el gobierno peruano sacó un decreto que los prohibía y eso los obligó volver a Europa donde lamentablemente estalla la Segunda Guerra Mundial y los detienen.
Hay varios personajes en el libro que son importantes de mencionar, pero creo que la historia que más resalta es la de Madeleine Truel…
Definitivamente. Madeleine nació en Lima y fue la última de 8 hijos de dos inmigrantes franceses. Fue criada en un hogar profundamente católico y en el que se hablaba francés, por lo que desde muy niña manejaba el idioma a la perfección. Lamentablemente perdió muy joven a sus padres por lo que regresó a París donde tenía otros familiares y es ahí que tiempo después inicia la guerra, los nazis invaden Francia y ella se une a la Resistencia.
Gracias a su libro es que la historia de Madeleine llega a todo el mundo y recibe un homenaje de parte de una escultora extranjera. ¿Cómo pasó esto?
Claro, Varda Yoran, una persona que no habla español y que leyó el libro por medio de un traductor, quedó muy conmovida por la historia y entró en contacto conmigo para hacer una escultura que se trajo desde Nueva York. Es el único reconocimiento que tiene Madeleine y son muy emocionantes los detalles de esta obra.
¿Qué detalles?
Por ejemplo, no tiene cara porque la única foto que tenemos de ella es de cuando era niña y en sus manos carga una pluma como si fuera un arma. Ella fue una de las mejores falsificadoras de documentos de la Resistencia Francesa. Además, en la base de la escultura se ven pequeñas huellas en representación de las vidas de muchos bebés judíos que llego a salvar.
Dijo que Madeleine creció en un hogar católico y tengo entendido que estudió en el San José de Cluny, colegio católico también. Ella pudo fácilmente huir sin problema porque no era judía y porque tenía pasaporte peruano. Sin embargo, se quedó y creo eso convierte a su acto más heróico aún, ¿no?
No solo eso, Madeleine era discapacitada, lo cual pudo ser otra excusa para decir “este no es mi problema, no tengo porqué quedarme”, pero no. Ella se quedó, salvó muchas vidas, fue apresada por la Gestapo (policía secreta nazi) y, siendo torturada, jamás reveló nada sobre sus compañeros. Al contrario, siempre pidió que no se diga nada sobre lo que hizo. Ese amor al prójimo la hace una heroína distinta.
Además, según el libro, una heroína que amó profundamente al Perú hasta el final…
Así es, cuando ella muere la entierran con un vestido rojo, y en su pecho ponen geranios rojos y blancos en honor a su país del que tanto hablaba con cariño.
¿Cree que tenemos una deuda con héroes como ella?
Tenemos que aprender nuestra historia, creo que eso es lo primero. Hay que saber que, en el Perú de los años 30, la prensa y la maquinaria política decían que lo mejor que le podía pasar a nuestro país era tener un gobierno nazi o fascista.
Como el de Acción Revolucionaria de Sánchez Cerro o el gobierno de Benavides…
Incluso un poco el mismo Prado Ugarteche. Tenemos una avenida importante como lo es la avenida Benavides, habiendo sido él un gobernante autoritario y de una línea que trataba de imitar lo que tenía Europa. No obstante, no tenemos una sola calle dedicada a Madeleine Truel.
¿Por qué deberíamos conocer historias como las de Madeleine?
Los héroes se van escribiendo en el día a día y no los vemos. No son solo los del siglo XIX o de la Guerra del Pacífico, han habido héroes en diferentes acontecimientos universales y son gente a la que deberíamos admirar. Reconocer a los peruanos que combatieron a los nazis nos hará sentir más orgullosos de lo que somos.
Y gente, tal vez, que es mucho más cercana…
Mucho más cercana en el tiempo y también en su historia, porque muchos eran civiles, no militares. Además, fueron héroes sin nunca tener que levantar un arma y estoy seguro que hay muchas más historias de peruanos que faltan por contar.