Vivir en el borde del Perú parece sinónimo de también vivir al borde de la atención y la sombra del Estado. Como si el centralismo limeño no fuera ya perjudicial para las provincias, ¿qué le espera a los distritos y localidades que se encuentran en las fronteras?
Por Igor García, Matias Illescas y Carlos Alcalá
Como todo político preocupado por las investigaciones y cuestionamientos que lo sofocan en la recta final de su gobierno, Gustavo Petro da manotazos de ahogado con la vieja estrategia de desviar la intención y, esta vez, reclamando la soberanía de su país sobre una pequeña isla que limita con el Perú en medio de la Amazonía.
El distrito de Santa Rosa en Loreto está bajo la mirada del Perú y el gobierno ahora que es el foco de la tensión diplomática iniciada por el presidente colombiano hace una semana. Sin embargo, ¿qué pasará cuando esto se acabe? ¿Se irá la atención y las miradas volverán a la capital ignorando las claras problemáticas de esa región?
Un problema invisibilizado
En los últimos días, la frontera peruana con Colombia ha sido protagonista de un conflicto diplomático por la soberanía de la Isla Chinería. El origen de la problemática está en los límites fronterizos de ambos países, establecidos mediante el Tratado Salomón-Lozano de 1922 y la ratificación posterior a la guerra colombo-peruana de 1932. Estos acuerdos asignaron Chinería como parte del territorio peruano.
La disputa surge porque un fenómeno natural habría dividido la isla, formando una nueva porción de tierra. No obstante, la Cancillería peruana emitió un comunicado en el que advirtió que no existen dos islas diferentes, sino que sigue siendo la misma, por lo tanto, el territorio es peruano, como afirman los tratados.
“Con el tiempo, el brazo del río Amazonas, que generaba una aparente separación, se secó eliminando la división de tierra seca de la Isla Chinería”, señaló la identidad diplomática peruana. Petro acusó inicialmente a Perú de haber invadido territorio nacional. “El gobierno del Perú ha copado un territorio que es de Colombia y ha violado el Protocolo de Río de Janeiro que le puso fin”, afirmó en un comunicado en su cuenta de X (antes Twitter).
No se traslada a Leticia por los bloqueos
— Gustavo Petro (@petrogustavo) August 5, 2025
La conmemoración de la Batalla de Boyacá, es la conmemoración de la independencia nacional, se traslada a Leticia, porque otra vez, el gobierno del Perú ha copado un territorio que es de Colombia y ha violado el Protocolo de Rio de… https://t.co/Jh9ZTT6Wk0
Posteriormente, comentó que el territorio formado por el fenómeno ambiental no había sido asignado a nadie y que, por esa razón, Perú incumplía el tratado. Con estas declaraciones, y las respuestas de parte del país sudamericano, las tensiones diplomáticas continúan escalando. El problema, sin embargo, ha dejado en evidencia otra situación preocupante: el abandono del Estado en las fronteras.
“La gente de la isla se ha quejado de que no hay atención por parte del Estado y en general siempre se ha dicho que el Perú ha tenido abandonadas sus fronteras”, comentó Francisco Belaúnde Matossian, internacionalista y docente de la Universidad de Lima. Los más de 3 mil peruanos habitantes de la zona manifestaron para diversos medios que su situación no les es favorable.
El Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (CEPLAN) elaboró un informe en 2020 en el que detalló que la provincia de Putumayo, en el límite con Colombia y Ecuador, se encuentra en los niveles más bajos de desarrollo del Perú. Este explicó que existen problemas en transporte y medios de comunicación que repercuten en la salud y en la educación. Esto contrasta con la parte colombiana de la frontera, Cuenca, donde el Estado cafetero tiene mayor presencia que el peruano. Por lo tanto, el estudio concluyó que muchos de los pobladores de Putumayo prefieren migrar a Colombia.
Pero este problema no es exclusivo de la frontera del norte. “Incluso se decía que los brasileños tienen mucha presencia en Madre de Dios, en una época habían bromas que decían que recibían a los presidentes peruanos con letreros en portugués”, recalcó Belaúnde Matossian. Esta situación evidencia el escaso interés de las autoridades peruanas por las zonas limítrofes.
En ese sentido, el parlamentario andino Fernando Arce Alvarado advirtió sobre la “invisibilidad” de las fronteras, consideradas como “márgenes olvidados”, y expresó su interés por integrar esos espacios e impulsar su desarrollo para garantizar la seguridad, identidad y proyección nacional. “Perú no ha tenido una política fronteriza y vemos que, en muchas partes del límite, muchos peruanos tienen que ir a colegios brasileños para poder educarse”, sostuvo Fabián Vallas, internacionalista y docente de la Universidad de Lima.
El especialista argumentó que esto es un resultado del centralismo limeño que ha generado el abandono del Estado en la zona y “no ha permitido formar una frontera viva, una frontera con presencia humana clave”. El informe del CEPLAN explicó también que los confines con Colombia, Ecuador, Bolivia y Brasil son de las zonas con mayores índices de anemia infantil y sistemas de salud colapsados.
En la misma línea, el Plan de Actuación de Atención Educativa en Zonas de Frontera, elaborado por el Ministerio de Educación en 2024, informó que, en las áreas limítrofes, la población carece de servicios básicos. Solo 4 de cada 10 viviendas tienen acceso a desagüe, 6 de cada 10 a la red pública de agua, y el alumbrado eléctrico solo alcanza a 7 de cada 10 hogares.
Buscando un rumbo claro
Los límites fronterizos fueron establecidos hace más de dos siglos sin considerar posibles cambios geográficos, en este caso provocados por un proceso natural de desplazamiento de las aguas y fragmentación fluvial. Pese a ello, los mandatos no han otorgado la importancia necesaria a estas políticas, actuando con displicencia sin un plan adecuado y, sobre todo, sin expectativa.
“Los gobiernos son muy efectivistas. Su planificación es muy corta en objetivos porque quieren pasar a la historia como un buen presidente. Lo que necesitamos son estadistas que apunten más allá de los cinco años de gobierno, que sean décadas o hasta cientos de años”, aseguró Vallas.
De acuerdo con el Consejo Privado de Competitividad (CPC), al cierre del primer trimestre de 2025, existen 37,283 proyectos con presupuesto vigente (PIM). De este total, solo el 68% son propuestas continuadas, es decir, que también recibieron fondos en el 2024. Las cifras evidencian que alrededor de un tercio no cuentan con continuidad presupuestal, lo que sugiere una concentración en iniciativas de corto plazo e insuficiente planificación a largo plazo.
Las fronteras no pueden ser simples líneas en un mapa. El internacionalista denotó que estas deben convertirse en “fronteras vivas”, espacios donde las personas desarrollen su vida cotidiana con normalidad. “El Estado centralista limeño ha fracasado en establecer personal y fomentar la residencia en las zonas fronterizas. Existe un gran abandono hacia esta parte de la selva, a pesar de ser territorio peruano”, señaló Vallas.
Como ejemplo, mencionó la frontera de Israel entre el norte y sur del Líbano, donde se ubica el Tel-Hai Academic College, una universidad tecnológica que recibe a numerosos estudiantes provenientes del extranjero. “La propia universidad cuenta con protocolos para el desplazamiento de artillería en caso de una invasión”, añadió Vallas, subrayando que la presencia institucional y social es tan importante como la vigilancia militar.
Finalmente, el experto aseguró que invertir en asentamientos humanos y proporcionar servicios básicos como salud, educación, electricidad y agua es esencial para que los residentes fronterizos tengan una mejor calidad de vida. De esta manera, podrán quedarse en estos lugares y evitar ser relegados de la sociedad.
La disputa por la Isla Chinería es, en el fondo, un recordatorio de que las fronteras no solo se defienden con tratados o mapas, sino con presencia, inversión y bienestar para quienes las habitan. Mientras la política exterior batalla en foros internacionales, la política interna debe asegurarse de que vivir en una zona limítrofe no sea un castigo. Convertir los límites en espacios vivos y productivos no es una opción, es una obligación para cualquier país que aspire a perdurar.