Censo 2025: desafíos y preguntas en la era digital

(Foto: Adobe Firefly / Michelle Hemmerde)

No se trata solo de contar, sino de a quiénes se toma en cuenta, qué se pregunta y qué se hace con las respuestas. Porque detrás de cada cifra hay una vida, una necesidad y una decisión pendiente.

Por Michelle Hemmerde y Alexandra Jave

Este lunes 4 de agosto inicia oficialmente el Censo Nacional 2025, organizado por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Durante los próximos tres meses, de agosto a octubre, más de 14 millones de viviendas serán visitadas para recopilar información sobre las condiciones de vida. Como en oportunidades anteriores, la finalidad es construir un retrato preciso de nuestro país. Esta información será utilizada al momento de implementar políticas públicas, programas sociales y decisiones de inversión.

Es importante recalcar que, a diferencia de censos anteriores, esta edición no exigirá la inmovilización de la población, debido a que se aplicará un enfoque de Derecho o de Jure, lo que significa que se censará a las personas en el lugar donde viven habitualmente, sin importar si están presentes o no el día de la visita. Esto permitirá registrar tanto a los residentes permanentes como a quienes se encuentren temporalmente ausentes.

Asimismo, esta vez el papel será reemplazado por la tecnología, ya que los empadronadores usarán una tableta electrónica para el llenado del formulario. Esta transformación no solo agiliza la toma de datos, sino que también acorta considerablemente los tiempos de procesamiento: si antes los resultados demoraban hasta dos años, ahora se estima que estarán listos en un plazo de cinco meses tras culminar la recolección.

¿Estamos listos?

Aunque el uso de tablets representa un avance importante frente a los métodos en papel, aún existen limitaciones para llevar a cabo un censo completamente digital en el país. Así lo señala Otto Vidal, ingeniero de software, quien advierte que “tenemos localidades alejadas de la modernidad” que quedarían excluidas si el proceso fuera solo virtual.

No obstante, propone una alternativa: implementar iniciativas digitales con muestras específicas, lo que permitiría probar el modelo sin comprometer la cobertura nacional. “Deberíamos empezar a seleccionar alguna muestra y empezar a hacer un piloto. Yo creo que sería bastante saludable”, sugiere.

En esa misma línea, Vidal señala que uno de los principales riesgos de digitalizar el censo es la seguridad de la información. “Estamos compartiendo datos privados de nuestras familias y lo menos que podemos pedir es que estén los candados necesarios para que se conserven en total confidencialidad”, advierte.

En suma, el experto plantea la posibilidad de ciberataques que saturen los servidores del INEI y, por lo tanto, ralenticen el procesamiento de datos. Casos recientes como las filtraciones del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (RENIEC) e Interbank refuerzan su preocupación. “Si eso pasa en instituciones que invierten millones, imagínate en el Estado, donde las condiciones pueden ser más básicas”, detalla.

Por otro lado, uno de los cambios más llamativos es la inclusión de un módulo para registrar a las mascotas que viven en el hogar. Sin embargo, resulta imprescindible cuestionar el verdadero impacto de recolectar esta información. Por ello, el sociólogo especialista en temas urbanos, Javier Albertini, comenta un aspecto vital. “Saber cuántas mascotas hay no te ayuda a mejorar su situación de vida. Primero que se preocupen por cuántas personas hay y cuál es su condición”, explica. Asimismo, considera que incluir a estos pequeños compañeros en un censo poblacional es “un saludo a la bandera”, el cual responde más a presiones políticas que a una estrategia de bienestar animal.

Desde el ámbito técnico, Vidal señala que sumar nuevas variables como la mencionada puede resultar un reto para el procesamiento de datos. No obstante, confía en que las herramientas digitales actuales permitirán manejar esta información sin demoras significativas. “Definitivamente es más esfuerzo, pero quizá las tecnologías actuales, según los cálculos que ha hecho el INEI, vayan a solapar esa carga de trabajo extra”, denota.

Puertas que no se abren

La digitalización de la toma de datos promete agilizar el trabajo, pero no resuelve el problema principal: ¿qué pasa si no te encuentran? En el último censo, realizado en 2017, más de un millón de hogares no fueron empadronados en la primera fase. Esta vez, el INEI ha anunciado que regresarán hasta tres veces si no hay respuesta, pero no está claro qué pasará con las personas que no tienen una dirección formal o que viven en comunidades donde no hay ni timbre ni conectividad.

Más de 300 mil personas viven en condiciones de informalidad, con viviendas no registradas y direcciones fantasmas. ¿Cómo los contará un sistema que necesita coordenadas, nombres y datos exactos? Según RENIEC, más de 200 mil ciudadanos no cuentan con DNI. Sin papeles, sin dirección fija y, a veces, sin teléfono, ¿qué mecanismos existen para asegurar que también sean tomados en cuenta?

Esa no es la única dificultad a la que se enfrentan. En un país donde, según Ipsos, el 81% de la población se siente insegura incluso en su propio vecindario, abrir la puerta a un desconocido es una decisión difícil. ¿Cómo saber si realmente se trata de un censista y no de alguien más, en tiempos de robos, estafas y suplantaciones?

Para el sociólogo Juan Pablo La Cruz, el problema no está solo en lograr alcanzar a todos, sino en generar las condiciones mínimas de confianza y seguridad. “Si la ciudadanía no siente que ese censo tiene una utilidad real o que sus datos están protegidos, simplemente no va a participar. Y ese riesgo es mayor en zonas donde la relación con el Estado ya está debilitada”, menciona.

Desde el lado técnico, existe preocupación por las limitaciones que enfrentan al utilizar un sistema que depende de la geolocalización y de un registro digital. “No podemos asumir que todos los hogares van a poder ser ubicados por GPS o que el censista tendrá señal en campo. Hay lugares donde ni siquiera funciona bien el WhatsApp”, complementa Otto Vidal.

El censo es una herramienta poderosa, pero su utilidad depende de su capacidad para llegar a todos. La tecnología puede acelerar procesos, pero no reemplaza el trabajo de campo. Si las brechas geográficas, sociales y estructurales que enfrenta nuestro país no se toman en cuenta desde el inicio, el riesgo de un subregistro es muy alto. En consecuencia, nos llevaría a seguir tomando decisiones basándonos en datos estadísticos incompletos bajo una mirada sesgada de la realidad.

Contar para decidir

El principio fundamental de un censo debería ser la planificación; sin embargo, en la práctica ocurre todo lo contrario. El censo de hace 8 años, por ejemplo, demoró más de 18 meses en publicar sus resultados, y durante ese tiempo las autoridades tomaron decisiones basadas en cifras del 2007. ¿Volverá a suceder lo mismo esta vez?

Con el salto digital, el INEI promete entregar los primeros resultados en un promedio de cinco meses posteriores al censo. Esto será de gran ayuda, ya que permitirá conocer cuántas personas no tienen acceso al agua, información clave para priorizar obras de saneamiento; cuántos están afiliados a un seguro de salud y cuántas mascotas hay por hogar, lo que facilitará la planificación de campañas de esterilización, políticas de salud pública y prevención de enfermedades como la rabia y la leptospira.

A diferencia de censos anteriores, esta vez no será necesario que todos se queden en casa para responder las preguntas al mismo tiempo. “No son preguntas personales que tú no puedes responder por otro. Son sobre la condición de vida”, sostiene Albertini. Para él, lo importante es que se cuente con la información necesaria sin que el país se paralice por completo. La decisión de que el proceso dure tres meses se da, en parte, por esa flexibilidad.

Sin embargo, el propósito de este proceso no se cumple solo con la entrega de resultados. “La digitalización agiliza el procesamiento y análisis de los datos, pero esto no sirve de nada si no se traduce en políticas públicas”, señala Vidal. Tener un panorama claro y actualizado sobre las condiciones de vida, el tipo de vivienda, el acceso a servicios básicos o el nivel educativo permitirá desarrollar intervenciones más efectivas.

La confianza será clave para que el censo pueda desarrollarse sin problemas. Por ello, todos los censistas llevarán un chaleco y gorro morado, y una credencial con un código QR, que podrá ser verificado a través de la página web oficial del INEI. Además, las entrevistas se realizarán desde la puerta del domicilio y contarán con el respaldo de las autoridades locales en zonas de mayor vulnerabilidad para que el proceso se dé con orden, confianza y seguridad.

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