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Redes bajo vigilancia: el nuevo filtro para entrar a EE.UU.

Redes bajo vigilancia: el nuevo filtro para entrar a EE.UU.
[Ilustración: Daniela Ramos / IA]

Las redes sociales ya no son solo un espacio de expresión. Ante la nueva política de revisar las mismas de los solicitantes de visa, la identidad digital de cada persona queda condicionada por la incertidumbre y una autocensura cada vez más marcada.

Por Igor García y Daniela Ramos

Según datos de la ONU, cada medio segundo un niño se conecta por primera vez a Internet. En ese instante comienza a construirse algo invisible, pero duradero: su huella digital. Para la generación Z, esa presencia en línea ya no es solo una extensión de quiénes son. Se trata de una nueva forma de habitar y vincularse con el mundo.

Hoy, más que compartir un número de celular, muchos jóvenes prefieren intercambiar sus nombres de usuario en Instagram. Ese gesto cotidiano, casi automático, revela una pregunta de fondo: ¿estamos convirtiendo nuestros perfiles digitales en una nueva carta de presentación? Esa dinámica, aparentemente espontánea, es atravesada por múltiples decisiones conscientes e inconscientes.

En un contexto marcado por el monitoreo constante, el Departamento de Estado de los Estados Unidos anunció que todos los solicitantes de visa de estudiante y de intercambio estarán sujetos a una revisión exhaustiva de su presencia en línea. Frente a este escenario, los jóvenes se enfrentan a una nueva pregunta: ¿cómo afecta la exposición constante en redes sociales su relación con la libertad de expresión, con la autocensura y con la construcción misma de su identidad?

Nuestra versión digital

Las redes sociales no solo muestran quiénes somos, sino también quiénes queremos ser. Para muchos jóvenes, construir un perfil digital es un proceso en constante negociación entre autenticidad y aspiración. “Somos una mezcla de nuestra identidad propia —que es una búsqueda permanente—, pero también de nuestro ideal, de cómo nos gustaría que nos vieran”, explica el especialista en aplicaciones móviles y web, Eduardo Ojeda. Esa tensión, aunque común a todas las edades, marca de forma particular la experiencia digital de los jóvenes.

Las decisiones sobre qué publicar, cómo hacerlo y con qué frecuencia no son aleatorias. Están condicionadas por factores como el entorno familiar, las dinámicas de amistad, la situación académica o laboral e incluso el nivel de exposición permitido. “Las tensiones, como todo en la vida, dependen del contexto: padres que están en redes, amigos, situación residencial, laboral, amical; por ende, esa tensión entre mostrarse auténtico y mantener una imagen correcta va a depender también de cada persona”, añade Ojeda.

En ese proceso de construcción y edición, se define una imagen pública que, con el tiempo, se convierte en parte del archivo permanente que es la huella digital. Como menciona Eduardo Mejía, especialista en gestión de contenidos digitales, la huella digital tiene que ver con todo lo que uno publica desde el momento en que ingresa a Internet. “Desde el primer día que tú ingresas y comenzaste a postear en blogs, en foros (…) todo está guardado en servidores”, explica el experto. Aunque parezca que un contenido ha sido borrado, en realidad permanece almacenado como parte de ese historial virtual.

Según la multinacional tecnológica, International Business Machines Corporation (IBM), además de lo evidente —como las publicaciones en redes sociales—, existen rastros más sutiles: cookies, historial de navegación o interacciones digitales que, en conjunto, componen la identidad digital. Para los jóvenes, esto implica que cada decisión que toman en línea contribuye a una versión online de sí mismos. Dicha contraparte es pública, duradera y, ahora, también evaluable por terceros.

Autocensura digital

En internet, así como en la presencialidad, todas las personas tienen derecho a expresar libremente sus ideas, opiniones y creencias. Esto sin interferencias del Estado ni de otras entidades. No obstante, en países con regímenes autoritarios como China o Corea del Norte sucede lo contrario. Empero, la medida impulsada por Donald Trump podría condicionar la manera en que los usuarios se expresan en redes sociales al introducir mecanismos de control.

“Muchas personas empezarán a expresarse de una forma políticamente correcta, de manera forzada, pues están coercionados a hacerlo”, asegura Mejía. De esa manera, los interesados en viajar a Estados Unidos —y que anteriormente se manifestaban abiertamente en contra del gobierno de Trump— optarán por volverse más cautelosos con lo que comparten en redes para proteger sus posibilidades de ingreso al país.

Por lo tanto, la nueva normativa promueve una cultura de coerción, basada en el uso del miedo o la amenaza para influir en el comportamiento de las personas. En este caso, los usuarios, al saber que sus publicaciones serán evaluadas por un gobierno extranjero y que eso podría acarrear consecuencias negativas, como la negación de una visa, se verán obligados a autocensurarse.

Una solución común vista entre los internautas sería eliminar sus publicaciones antiguas. Pero en el mundo de las redes sociales, borrar cualquier evidencia no garantiza su desaparición debido principalmente a la huella digital. Aunque al eliminar una publicación esta deje de ser visible para el público de manera convencional, la información permanece almacenada en los servidores. En este ecosistema, la empresa con mayor control sobre esos datos es Meta. Entre sus gestiones están plataformas como Facebook, Instagram y WhatsApp, además de tener vínculos con Google. 

Esta política, para Mejía, representa una amenaza más profunda. “Te están poniendo en una lista negra y básicamente te hacen un seguimiento. Eso es lo peligroso. El criterio de aceptación para darte una visa se ha trastocado”, sostiene. Según el experto, esta medida priorizaría la ideología del solicitante por encima de factores objetivos, y constituye una invasión a la privacidad junto a una violación al derecho universal de libertad de expresión. 

Un mapa sin leyenda

Quienes desean viajar a Estados Unidos harán todo lo que esté a su alcance para superar el nuevo filtro. Sin embargo, no sabrán con certeza qué imagen proyectar ni qué tipo de contenido deben o no compartir. Es decir, se trata de una confusión que nace de la falta de lineamientos claros sobre las normas que cada embajada utilizará para evaluar las redes sociales de los solicitantes.

“La persona estará súper ansiosa. No porque haya hecho algo malo, sino por esa falta de criterios claros de qué cosas es lo que van a revisar, qué están buscando realmente”, comenta Mejía. Asimismo, él complementa que esta incertidumbre generará un estado de alerta constante, donde cualquier publicación puede ser percibida como una amenaza para sus planes de obtener la visa.

Lo único que se sabe con seguridad es que todo aquel que se manifiesta abiertamente en contra del gobierno de Estados Unidos, en especial durante la gestión de Trump, podría tener menos o nulas posibilidades de ser admitido. No obstante, al no existir parámetros específicos ni evaluaciones transparentes, el problema se vuelve aún más complejo, pues las publicaciones pueden ser malinterpretadas.

“Usualmente se dan en contenidos políticos, alguna preferencia o posición puede ser malinterpretada. (…) Sesgos en revisiones algorítmicas va a haber siempre”, asegura Ojeda. En ese sentido, un simple ‘me gusta’ a un post, meme o reel puede volverse sospechoso. Esto si es que, detrás de ese contenido, existe una crítica ideológica que el usuario no percibió o no comprendió del todo.

En este nuevo escenario, las personas no solo deben cuidar lo que publican, sino también lo que consumen e incluso con qué interactúan. Las redes sociales se transforman en un campo minado, donde cada acción digital puede ser malinterpretada y tener consecuencias reales. Ante la falta de criterios claros, crece la ansiedad y se consolida un clima de autocensura. Un like, un comentario o una publicación fuera de contexto pueden cerrar puertas y el derecho a expresarse libremente queda supeditado a un sistema que vigila, clasifica y condiciona.

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